martes, 24 de diciembre de 2013

Feliz Navidad

Aprovecho mi rinconcito bloguero para desearos unas muy felices fiestas y para agradeceros los momentos que hemos compartido durante estos meses. Para ello, os invito a disfrutar de esta pequeña pieza (más información, aquí) del gran Benjamin Britten, cuyo primer centenario hemos celebrado recientemente. Un fuerte abrazo y ¡¡¡Feliz Navidad!!!



lunes, 23 de diciembre de 2013

Esas novias locas, locas, locas



¿Estás cansada de los programas de vestidos de novia, tartas de siete pisos con su ganaché, su frosting y sus muñequitos de fondant, de los ojos de corderito, del merengue y las cursiladas asociadas al matrimonio? Entonces el programa que he descubierto es para ti.


El domingo, en pleno hartazgo por los sempiternos programas de repostería de Divinity terminé aterrizando en una bizarrada que me dejó pegada al sofá un buen rato. Podríamos decir que es la antítesis del Me pido este vestido y se llama Bridezillas o, como se ha titulado muy acertadamente en España, donde lo emite el canal Nova los sábados y domingos a las doce del mediodía, Novias al borde de un ataque de nervios


Efectivamente, aquí las novias no tiernas jovencitas deseosas de contraer nupcias, felices en su nube de algodón y buscando el vestido que termine de convertilas en princesas por un día. Aquí las protagonistas son desagradables, pasivo-agresivas y están totalmente desquiciadas. 


El programa explota esa fea costumbre tan humana de reirse del prójimo. Aquí no te alegras por los logros de las chicas, ni deseas que las cosas les salgan bien. Aquí te mondas porque son incapaces de actuar con madurez, porque son unas divas de pacotilla, porque son incapaces de mirar más allá de su ombligo y porque traen por la calle de la amargura a todo el que se cruza por su camino. Los pobres novios tienen poco o nada que decir y, en ocasiones, son la principal víctima de estas locas.


El programa es tan malvado en su planteamiento (y un poquitín machista también, la verdad), que quiero pensar que todo está tan absolutamente guionizado que nada de lo que vi tiene ni un ápice de realidad, porque esas chicas son un ejemplo terrible y una vergüenza para la especie. No me imagino que nadie esté así de mal de la cabeza (sin que sus allegados hayan tomado cartas en el asunto y hayan pedido ayuda profesional) y menos aún que las chicas esté dispuestas a mostrarlo ante el mundo entero. Y sin embargo, terminé tragándome un episodio entero de gritos, llantos, pataletas, violencia pre-conyugal y todas las fases imaginables de la inestabilidad emocional. Tremendo.


Así que, ya sabéis, si os cansáis de los cupcakes de Alma, del pelo azul de Amy y de las novias felices, es el momento de las Bridezillas. Pero luego no digáis que no os lo advertí.


miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sin reservas y sin complejos




El otro día, al terminar la entrada sobre Treme, me di cuenta de que no había mencionado el peso que las tramas de Jeanette Dessautel tiene en la serie. Es uno de los personajes más entrañables de la serie y sus aventuras y desventuras en el mundillo de la restauración de alto nivel es otra de esas cosas que solo una serie como la de David Simon podía reflejar con tanto cariño y tanta verosimilitud. Y esa autenticidad se debe en gran medida a que el señor Simon ha conseguido la colaboración de una persona que conoce bien ese microcosmos, Anthony Bourdain, que firma el guion de algunos episodios.


No obstante, Bourdain es sobre todo conocido por su serie de documentales sobre viajes y gastronomía, No Reservations, en Travel Channel. En ellos, este mediático cocinero y escritor dedica cada episodio a una ciudad, región o país a través de los cinco continentes, ofreciéndonos una pequeña muestra de su cultura gastronómica.




La temática es apasionante y no en vano ha dado para ocho temporadas, varios especiales y una nueva serie titulada Parts Unknown. Y sin embargo, a pesar de que aúna dos de los temas que más atractivos pueden resultarnos a cualquiera, a mí no me termina de convencer. 


Al principio creía que la primera temporada era de exploración. Bourdain intenta encontrar el tono y en muchas ocasiones el guion que tienen preparado no da el suficiente juego como para hacer del episodio algo interesante, así que lo aliñan con, ¿cómo lo diría? ¿“Teatrillo”? ¿Idas de olla? Digamos que son meros minutos de relleno. 
A partir de la segunda temporada procuran reducir el protagonismo de Bourdain y se centran más en los propios destinos y lo que pueden ofrecer en términos no solo de gastronomía, sino también de la vida más o menos cotidiana... La estructura típica de este tipo de episodio sería: Anthony llega al destino y algún personaje local le lleva a un par de restaurantes populares y más tradicionales; si ha lugar, después muestra la cocina de autor y, finalmente, participa en alguna comida de corte familiar. Estos son los episodios que atrapan, hasta que vuelven a las andadas y se les olvida que lo interesante no es ver a Anthony ofreciéndonos sus supuestas perlas de sabiduría, sino descubrir el destino a donde nos ha llevado esa vez.





Así, pese a que soy público cautivo de este tipo de documentales, no acaba de gustarme No Reservations y más o menos me he quedado estancada en la quinta temporada. Si el destino es relativamente exótico (olvidaos de casi cualquier destino en Estados Unidos o Europa) o da juego (los episodios sobre Líbano, Laos o Haití, por ejemplo, son brutales), el programa puede ser la mar de entretenido, pero en demasiadas ocasiones el personaje se come al programa. El ego de Bourdain podría dar sombra a un país entero y cuando hace el mismo chiste sobre los vegetarianos por quincuagésima vez, terminas por cogerle un poco de manía. Claro que es importante que en un programa así no esconda su personalidad, pero en ocasiones resulta molesto. Además, a pesar de ser de los que presume de no ser un turista, en más de una ocasión termina cayendo en los tópicos que tanto detesta y se queda en lo más superficial, sin llegar a profundizar en la cultura que quiere mostrarnos... 


Y es una pena, porque la combinación de presentador carismático y viajes gastronómicos normalmente me encanta, como sucede en muchos otros casos. Así que, por el momento, una servidora deja aparcado a Anthony... De todas formas, parece que estoy sola en esto, visto que tanto la popularidad como los premios le acompañan. Si le dais una oportunidad a la serie, ya me diréis si a vosotros sí que os convence.


lunes, 16 de diciembre de 2013

La vida sigue igual



Hay series de consumo rápido, que tienes que ver al día siguiente de su emisión, que generan ansia por comentarla, que fomentan la conversación con otros seriéfilos y que dan lugar al debate. Y luego están las series de consumo lento, que para mí son como ese dulce que comes con parsimonia, deleitándote con su sabor y procurando que el placer se prolongue el máximo tiempo posible. Treme es una de esas series.


A la serie de David Simon (y de Eric Overmeyer) se le ha echado en cara que no pasa nada, que pasan incluso menos cosas que en The Wire. Y no es cierto. En este barrio de Nueva Orleans que da título a la serie pasan muchas cosas. Si leemos la sinopsis de cualquier capítulo veremos la multiplicidad de situaciones y personajes, su evolución o estancamiento (que también es una forma de evolución, ¿no?). Lo que pasa es que, como en la vida, los protagonistas se enfrentan a pequeñas batallas cotidianas, anécdotas que, cual efecto mariposa, parecen no tener importancia pero cambian inexorablemente el curso de sus vidas.


El punto de partida de Treme es básico y por todos conocido: se trata de explorar la vida y las dificultades de los habitantes de Nueva Orleans tras el paso del huracán Katrina, que destruyó gran parte de la urbe en 2005. Una vez más, Simon, ese Dickens del siglo XXI, es capaz de ofrecernos un retrato social que va más allá del mero documental: una estampa hiperrealista que sublima y destila lo circunstancial para mostrarnos el alma de una ciudad única, pero que funciona como espejo de anhelos y sentimientos universales.


Como sucedía con The Wire, la serie no es tímida a la hora de denunciar miserias; además, no se limita a las más evidentes, como los fraudes o las malas prácticas, sino que también somos testigos de las pequeñas adversidades, la incomunicación, la soledad... El gran acierto de Treme, además, es que a pesar de todo siempre hay un lugar para la esperanza. Aunque los personajes se golpean una y otra vez contra los mismos muros, no pierden las ganas de luchar. Estos verdaderos “ciudadanos coraje” trabajan, acaso de manera inconsciente, por hacer de su vida y de la ciudad que aman un lugar mejor, aunque quizá los frutos no sean visibles. Ese optimismo y esa honradez que tan bien se reflejan en la música que inunda toda la serie es lo que hace que, como espectador, no tires la toalla ni termines de hundirte ante todas las injusticias, la lucha y el dolor que transmiten algunos de los episodios. 


Evidentemente no es una serie fácil, cada capítulo te deja el corazón encogido, el alma dolorida y la cabeza a mil por hora, y por eso no es una serie de rápida digestión. Trata cuestiones sociales y plantea cuestiones morales. No funciona en modo maratoniano y, en mi caso, necesito días y días para recuperarme, para recomponer los cachitos en que me parte. Aún voy por la mitad de la tercera temporada y voy degustándola a sorbitos, un episodio ahora, otro dentro de un mes, luego dos días seguidos, dependiendo de mi estado de ánimo, de mi capacidad de empatizar y de mi fortaleza. 


Porque es una serie dura. Y, evidentemente, no es una serie rentable en términos económicos, aunque creo que con el tiempo se irá redescubriendo y se le irá dando la importancia que merece. Es de esas ficciones que servirán de ejemplo de lo que éramos; más que las frías noticias de un periódico, sus episodios servirán de testimonio histórico de la vida cotidiana, del impacto de la política en la dignidad humana. 


La HBO ha sido generosa con Simon, a sabiendas de que le deben parte de su reputación de canal de culto, dejándole terminar una serie que debemos de ver cuatro gatos (aunque es mucho más que una serie, como podemos ver aquí o aquí). Descubrir Treme es amar sus calles, su música y a sus protagonistas... Y conocer esta serie es de lo mejor que nos puede pasar, aunque duela. Dadle una oportunidad, terminaréis enamorados. 




jueves, 12 de diciembre de 2013

Agenda musical prenavideña




Si sois de los que ya habéis puesto el árbol y el belén, si habéis formado parte de la marea humana de la calle Preciados o si simplemente os gusta la navidad y queréis empezar a poner vuestro ánimo a tono con el calendario, aquí os dejo algunas propuestas de música vocal para los próximos días. Espero que alguna os interese; si es así, seguro que nos veremos.




Me temo que ya voy tarde para invitaros a disfrutar de El Mesías de Händel en Madrid, ya que el último de los dos conciertos participativos tuvo lugar anoche en el Auditorio Nacional. De todas formas, es un evento que se repite anualmente y os recomiendo vivamente que no os lo perdáis en próximas convocatorias. Yo he tenido la suerte de cantarlo este año por primera vez y es una auténtica gozada... Definitivamente, es mucho más que su celebérrimo Aleluya. En cualquier caso, si estáis el próximo viernes 13 en Burgos, aún estáis a tiempo de verlo en la misma versión que en Madrid, con la Orquesta barroca de Sevilla y el Ensemble Jacques Moderne junto a un numeroso grupo de cantantes amateur, todos bajo la dirección de Andreas Spering. Ese mismo día podéis disfrutar de otra versión de esta obra cumbre en Valencia (en el Palau de la música), esta vez a cargo de la orquesta y la coral catedralicias de la ciudad, bajo la dirección de Juan Luis Martínez. En ambos casos, la entrada es de pago.




De todas formas, mi idea era centrarme en Madrid, porque si no, no terminaría nunca (mi querido coro Ad Libitum de Mérida, por ejemplo, tiene una agenda de lo más completa para todo el mes de diciembre; si estáis por Extremadura estos días, echad un vistazo a su página de Facebook)... Así que, de vuelta en Madrid, el mismo día 13 tenemos un concierto del Telemann Ensemble en la Iglesia de Nuestra Señora de Covadonga, en el que este grupo de música barroca nos ofrecerá obras de Bach, Telemann, Purcell, Corelli y Vivaldi (entrada libre).


Al día siguiente, el sábado 14, el Coro de Cámara de Madrid presenta su proyecto “Música en los tiempos de El Greco” con un concierto en el que el conjunto dirigido por Ana Fernández-Vega interpretará obras de autores renacentistas como Victoria, Palestrina, Vivanco o Croce (entrada libre). En mi opinión, es uno de los mejores coros no profesionales de Madrid, así que si tenéis ocasión, no os lo perdáis. 




El domingo 15, es el turno de otro de mis grupos favoritos de Madrid, el coro de voces iguales VokalArs que, bajo la dirección de Nuria Fernández, actúa en la parroquia de San Nicasio, en Leganés, con obras de Britten y Rutter. Este mismo concierto lo volverán a interpretar el día 20 en el Real Conservatorio Superior de Música.




De ahí saltaríamos al jueves 19 de diciembre. Ese día, el coro Vía Magna interpreta, dentro del festival homónimo, la monumental Misa del Papa Marcello de Palestrina en la iglesia de Santa María La Antigua de Vicálvaro. Si no recuerdo mal, el precio de la entrada es de 12 euros...


Y, siguiendo con la programación del veterano Festival Vía Magna, que este año celebra su 23.ª edición, encontramos varios conciertos más que pueden resultar muy interesantes. Echad un vistazo a su programación, porque tiene cosas atractivas, como los conciertos que ofrecen el día 17 y el 20 el coro de la Escuela Coral de Madrid bajo la dirección de José Mena (además de un excelente profesor y contratenor, me dicen que es un director estupendo) u otros conciertos de grupos de jazz o folclore (aunque a algunos no acabo de verles la temática navideña...) 


Entre mis favoritos de siempre de este festival están la Coral Polifónica Sagrada Familia, que bajo la dirección de José Luis Ovejas suele ofrecer conciertos de corte más tradicional y que este año podremos escuchar el viernes 20 en Moratalaz y el sábado 21 en la iglesia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro (entrada libre), y el Grupo vocal siglo XXI, que acostumbra a dar conciertos contemporáneos con músicas y ritmos de todo el mundo y que, esta vez, actuará el día 22 en la Iglesia de San Martín (entrada libre).


Por último, me vais a permitir que os invite al concierto en el que yo misma participo... El sábado 21, el Coro arteSonado, bajo la dirección de Rodrigo Guerrero, ofrece un concierto de adviento con el título “... Que no todo el mundo la ve”, en el que se ofrece una visión caleidoscópica de la relación del hombre con el misterio y que incluye obras desde el Renacimiento hasta el siglo XX de autores como Monteverdi, Scarlatti, Mendelsohn o Elgar. El concierto tendrá lugar en el Real Oratorio del Caballero de Gracia a las ocho de la tarde.


Así que ya sabéis, si queréis escuchar música sacra y empezar a abrir vuestro corazoncito a la navidad, ocasiones no os van a faltar en los próximos días. Aprovechadlas y disfrutad al máximo. Y si tenéis alguna sugerencia musical más, contadme, contadme... Entretanto, nos vemos de concierto.    



lunes, 9 de diciembre de 2013

La costurerita de Tetuán


Bueno, pues por fin me he puesto con la que parece que es la serie de moda (guiño, guiño) de este año. Y hay que reconocer que tenían razón los que la vieron en el festival de Vitoria y no han dejado de recomendarla desde entonces.


Tengo que confesar que le tenía un poco de tirria a El tiempo entre costuras. La novela nunca me atrajo demasiado y la forma de programarla a mala uva de los de Antena 3 (¿de verdad no tenían otro día más que el lunes?) me habían puesto un poco a la defensiva, pero ahora que Isabel ha terminado su estupenda segunda temporada, era hora de ponerme con ella. Así que estos últimos días le he dado un buen tute y me he visto los primeros cuatro episodios.


Como ya sabéis, El tiempo entre costuras adapta la popular novela homónima de María Dueñas, publicada con enorme éxito en 2009. En ella, la joven modista Sira Quiroga abandona una España a punto de entrar en guerra para establecerse en el protectorado español de Marruecos. Por el momento, la serie sigue su camino de supervivencia y ascenso profesional desde unos orígenes humildes en Madrid.

Hay algunas cosas que no me acaban de gustar de la serie, como algún fallo de casting (ya lo había leído en alguna parte, pero es que lo de Rubén Cortada tiene delito) o algunos diálogos que suenan raros o que, directamente, son anacrónicos. Pero parece que ganan los aciertos, empezando por una luz y unas localizaciones que me tienen totalmente encandilada, o por unos personajes secundarios que atrapan.

Quizá la menos interesante, al menos por ahora, sea precisamente la protagonista, a pesar de que Adriana Ugarte es una delicia para la vista y ofrece una interpretación, en mi opinión, muy solvente. Pero me llama mucho más la atención el fresco social que pinta la serie, al ofrecernos una estampa de ese limbo que Marruecos representa durante la Guerra Civil. Creo (corregidme si me equivoco) que hasta ahora ninguna serie había llegado a representar esa irrealidad colonial, ese vivir el presente a lo Casablanca, ese crisol de nativos, funcionarios, exiliados, diplomáticos y vividores. O quiza, más bien, habría que hablar simplemente de supervivientes, ya que lo que hacen es eso, intentar sobrellevar sus circunstancias y hacer una vida lo más normal posible sin que les afecte demasiado la Historia con mayúsculas. Y precisamente de eso va la serie: de la supervivencia.


La serie hereda lo mejor de la tradición de esas grandes adaptaciones que Televisión Española producía hace ya tiempo. Boomerang y Antena 3 recogen el testigo y son capaces de crear un producto de gran calidad y, creo yo, fácilmente exportable. No estoy segura de si podría compararse con las grandes series que se han hecho en otros países, aunque creo que sí. Y, desde luego, pueden estar orgullosos del resultado. Incluso si la trama no fuera interesante (y, vistos los datos de audiencia, es evidente que sí que lo es), solo por la fotografía, el vestuario y las localizaciones ya merecería la pena. Así que es una suerte que al fin la haya descubierto. Ya tengo relevo para los lunes.

viernes, 6 de diciembre de 2013

Adiós, Madiba

El mundo se queda huérfano de Nelson Mandela, pero siempre nos quedará su huella: para que la gente pequeña entienda que se puede ser grande, para que la brújula moral no deje de mostrarnos el camino...




miércoles, 4 de diciembre de 2013

Amigo Fernando



Resulta extraño reconocer el cariño o la influencia que pueden tener sobre mí personas a las que ni siquiera he llegado a conocer. Cuando anoche me enteré de la muerte de Fernando Argenta me invadió una gran tristeza de la que aún no he conseguido librarme. Me pasó algo parecido cuando, hace un par de años, perdimos a Miguel Delibes. No has llegado a conocerlos personalmente, pero los sientes muy cerca y te duele su marcha...


Supongo que no hace falta que os diga quién es Fernando Argenta (hoy, además, podéis encontrar su obituario en todos los medios). Seguro que alguna vez visteis El Conciertazo o quizá incluso fuisteis oyentes de Clásicos Populares. Este último fue un programa longevo, que permaneció en antena más de treinta años, y gracias al cual muchos aprendimos a perder el miedo a la música clásica. Y de ahí a amarla solo hay un pequeño paso.


Imagino que debí de empezar a interesarme por la música clásica en los noventa, aunque no lo recuerdo muy bien. Lo que sí que recuerdo bien son las sobremesas de mis años universitarios, riendo con las anécdotas de Fernando y Araceli. y admirándome por todo lo que sabían, por la capacidad de comunicar y hacer sentir a través de las ondas, por la calidad de sus propuestas y por la cercanía de la música. Y después, recuerdo la envidia que me provocaban los niños que asistían a El Conciertazo, descubriendo tan pequeños lo maravillosamente divertida que puede ser una música aparentemente tan elevada e inalcanzable. Lo que a mí me costaba esfuerzo y estaba aprendiendo siendo mayor, a ellos les resultaba tan natural como respirar. Y cómo no recordar la decepción y el enfado cuando ambos programas desaparecieron de la forma en que lo hicieron...


El problema de aprender música de adulto es que eres mucho más consciente de tus limitaciones. Sé que nunca seré una buena intérprete, pero creo que sí podré llegar a ser una buena aficionada. Y ese amor, esa sensibilidad y esa pasión que en mí despierta la música clásica, un género al que cada vez dedico más tiempo, se debe en gran medida a la gran labor de divulgación a la que Fernando Argenta dedicó toda su vida. Solo espero que su legado no se pierda y que se siga enseñando a las generaciones futuras que la música clásica está al alcance de todos. Descanse en paz nuestro amigo Fernando, al que echaremos tanto de menos y que, allá donde esté, siga enseñando a los niños quiénes fueron el Viejo peluca o el Curilla pelirrojo.



jueves, 21 de noviembre de 2013

Bridget y Lizzie



Ayer, las chicas de El salón de té de Jane Austen tuvieron la amabilidad de invitarme a un chat sobre El diario de Bridget Jones. Como siempre que coincido con ellas, pasé un rato muy ameno y se me hizo cortísimo. Lo bueno que tienen estos encuentros es que combinan cierta banalidad y erudicción, por lo que resultan muy muy divertidos. Espero que la próxima ocasión llegue pronto.


Como hacía ya varios años que había visto por última vez la película (a volver a leer el libro no me daba tiempo), aproveché para hacerlo de nuevo. Y me llamaron la atención varias cosas a las que en las dos anteriores ocasiones quizá no había prestado tanta atención.


Seguro que todos habéis leído el libro o visto la película. En mi caso, leí el libro allá por el 98 o 99, recomendado por una compañera de la universidad que en aquel entonces estaba obsesionada con Bridget. La película es de 2001 y causó sensación. Ambos supusieron un resurgir de la chic-lit, la literatura romántica contemporánea, cuyo principal exponente seguramente fue Marian Keyes y su Sushi para principiantes.


No estoy segura de haber leído Orgullo y prejuicio antes que El diario de Bridget Jones, aunque probablemente habría visto alguna película. De lo que sí que estoy segura es de que no había visto La (sí, con mayúsculas) adaptación de la BBC de 1995, así que muchas referencias se me escapaban. Lo curioso es que disfruté muchísimo de la novela y me divertí de lo lindo con ella. Lo mismo sucedió con la película la primera vez que la vi.


Sin embargo, la gracia está precisamente en el paralelismo y en todas las referencias de que hacen gala tanto el libro como la peli. Aunque hay diferencias evidentes entre ambos, como el hecho de que la Bridget de la novela sea mucho más paranoica y enfermiza que la protagonista de la peli, o algunas tramas secundarias, como la historia de la madre, libro y film son muy parecidos, así que podemos tratarlos como una unidad.


Así que cuando volví a ver El diario de Bridget Jones unos años más tarde, todo un mundo meta se me reveló: los padres de la heroína, Mark Darcy, Daniel Cleaver y la propia Bridget adquirieron una nueva dimensión para mí. Es lo que tiene seguir el orden contrario al lógico... No sé si a alguien más le habrá sucedido.


A pesar de todo, considero que la inspiración de Hellen Fielding en Orgullo y prejuicio es más superficial de lo que parece a simple vista. Es evidente que la autora pretende hacer una actualización del clásico de J. Austen, pero convertir a la inteligente y orgullosa Elizabeth Bennet en una metepatas redomada como es Bridget no sé si se debería considerar un homenaje o una simple herramienta para que cuadren las piezas de la comedia. Por el contrario, creo que el resto de personajes principales sí se ciñen mejor a aquellos en los que se inspiran: el señor Jones, al igual que el señor Bennet, intenta vivir al margen de lo que sucede a su alrededor, aunque el padre de Bridget resulta mucho más pasivo que el cínico e ingenioso patriarca Bennet. La señora Jones sí es una réplica de la sra. Bennet aunque en algunos momento más parece una mezcla de esta con la atolondrada Lidia y probablemente sea la que ofrece una actualización más convincente del carácter de los personajes originales.


¡Qué decir de Wickham-Cleaver y Darcy-Darcy! Hellen Fielding tenía un material de partida tan bueno que era difícil no conseguir un triángulo perfecto. Además, convertir la trama de Georgiana en una infidelidad por parte de la mujer de Mark me parece un acierto sobresaliente. Y conseguir que Colin Firth aceptara el papel de Mark Darcy es la cuadratura del círculo. Envidio enormemente a quienes vieran la película en el cine conociendo ya la adaptación del 95. Es una locura porque, como es lógico, Firth interpreta exactamente el mismo papel, aunque el Darcy de los noventa sea mucho menos altivo y mucho más vulnerable que el protagonista de Orgullo y prejuicio. La escena en que Mark le enumera a Bridget todos sus defectos para terminar diciendo que, a pesar de todo, le gusta es absolutamente deliciosa. 


Es cierto que donde la novela de Jane Austen hace uso de un humor fino e inteligente, El diario de Bridget Jones es mucho más directo y grueso, pero supongo que es el tono de los tiempos que corren. Y también es cierto que para creerse la película y que el romance funcione hay que dejar de lado ciertas reticencias (ayer se comentaba que, después de esa escena final en la nieve, lo que no nos enseñan es la pulmonía de la protagonista), pero como comedia romántica funciona a la perfección. Algunos de los elementos añadidos, como los amigos de Bridget que sustituyen a las hermanas Bennet y a Charlotte Lucas, son geniales. Por no hablar de una banda sonora perfecta que, según comentamos en el chat, a más de una nos acompañó durante una buena temporada.


En definitiva, Firth, Grant y Zellweger están estupendos a pesar de la polémica que hubo en su momento por elegir a una estadounidense para interpretar a la heroína (cuestión de marketing, supongo). La película no ha envejecido nada mal a pesar de tener ya más de diez años y yo diría que podemos considerarla un clásico del género. Lástima que la señora Fielding haya querido seguir haciendo caja con una tercera parte que ha enfadado a los fans y que no estoy segura de querer leer...



martes, 19 de noviembre de 2013

Amor y trabajo




[Aunque no hay spoilers propiamente dichos, en esta entrada se mencionan, aunque sea por encima, algunos temas y tramas de varias series, como Bones, The Good Wife, Parks and Recreation, Homeland, Secret Diary of a Call Girl, Mad Men y Masters of Sex]


Aunque mezclar la vida laboral con la personal nunca ha sido la opción más inteligente, parece que es un tema recurrente y nuestras series bien nos lo demuestran. La verdad es que es una cuestión complicada y pocas series que cubran el ámbito profesional se han resistido a entrar en ese conflicto, si acaso no hacen de él directamente uno de los pilares de la propia serie. Lo interesante, supongo, es hacerlo con elegancia y no caer en el culebroneo más rancio al estilo serie de hospitales.


The Good Wife, por ejemplo, se apoya en ese tema para construir todo este entramado que lleva cinco años apasionándonos. Alicia ha intentado consciente e inconscientemente separar su vida profesional de su vida personal, pero es evidente que en su caso es imposible. Lo interesante, además, es que no es solo su relación con Will lo que hace que ambos ámbitos sean difíciles de separar: el conflicto que la serie nos presenta es también una cuestión de conciliación familiar: sus hijos, su marido, su suegra, su madre, su hermano... todos se mueven a su alrededor, interactuando, cruzándose e influyendo en una especie de efecto mariposa que hace tambalear una y otra vez el microcosmos de la serie y que en esta última temporada ha llegado al culmen en el momento en que el hogar de los Florrick se ha convertido en improvisada sede.


Dejando de lado este caso que, lamentablente, es excepcional (en serio, ¿no sería la conciliación familiar un tema interesante? ¿no sería una forma de dar mayor visibilidad a la mujer en todas sus facetas, más allá de la meramente sentimental?), hay muchas otras series que juegan con esta dicotomía entre vida personal y profesional, aunque ya no es tanto una cuestión de conciliación familiar como de la atracción con algún compañero de trabajo. A diferencia de la serie del matrimonio King, ya no se trata de explorar las dificultades a la hora de intentar separar o de equilibrar ambos mundos, sino de utilizar el ámbito del trabajo como contexto en el que desarrollar tramas amorosas.


Dependiendo de la pericia de los guionistas, podemos tener la típica atracción entre personajes, que podrá resolverse o, con un poco de mala suerte, se arrastrará temporada tras temporada hasta que realmente ya no quede mucho más jugo que sacarle, como sucedía en Bones. Es cierto que al resolverse se pierde un polo de atracción para muchos espectadores, pero series como Parks and Recreation o Raising Hope han sabido ver cómo seguir explotando las relaciones de pareja desde otros puntos de vista, dejando que la serie respire y que los personajes no se queden estancados.


Aunque dejé Homeland al finalizar la segunda temporada y no sé por dónde habrá continuado, gran parte del conflicto venía de la incapacidad por parte de Carrie de separar su vida personal de su trabajo, lo que hacía que, a pesar de ser una excelente analista con una intuición fuera de lo común, cometiera errores imperdonables. Salvando las distancias, algo parecido sucedía con Secret Diary of a Call Girl, donde el interés de la serie era precisamente la incapacidad de su protagonista de separar a Hannah de Bell. Por no hablar de Mad Men, donde los altos cargos directamente utilizaban las oficinas como coto de caza personal, aunque alguno de ellos fuera el que terminase cazado, por amor o por ambición.


Todo esto viene a que me pica la curiosidad sobre cómo explotarán este tema en Masters of Sex. Una vez que se quitaron de encima el "lo harán o no lo harán" me resultan mucho más interesantes los problemas que plantea el hecho de si serán capaces de separar lo científico de lo personal. Es un riesgo importante y una cuestión que puede dar bastante de sí.


Podríamos poner más ejemplos, pero creo que con estos serían suficientes. En resumidas cuentas, ya sabemos que no es una buena idea dejar que ambos mundos se mezclen. Aunque quizá deberíamos limitar el consejo a la vida real porque, como acabamos de ver, en nuestras ficciones esta cuestión da para horas y horas de entretenimiento, ¿no?

lunes, 18 de noviembre de 2013

En la órbita del jazz



Si hay algo que no podemos negar es que los británicos saben hacer series de época. Da igual si ilustra el siglo XIX o los años cincuenta del siglo pasadao, un drama inglés siempre tiene una factura técnica envidiable (iluminan mejor sus ficciones históricas que cualquiera de sus comedias actuales). Así que la serie que hoy os presento no se iba a quedar atrás.


Dancing on the Edge llevaba tiempo en mi disco duro (se estrenó en febrero de este año), así que ya iba siendo hora de que le echase un vistazo. No me resulta fácil describir la serie sin entrar en spoilers, sobre todo teniendo en cuenta que comienza pareciendo una cosa y termina siendo otra, así que me limitaré a deciros que trata sobre la creación de una banda de jazz en el Londres de los años treinta y lo que le va sucediendo a medida que alcanza cierta notoriedad.


Pero no es solo eso. Como ya os digo, la serie de Stephen Poliakoff empieza mostrándonos las dificultades que la banda tiene para formarse y darse a conocer, sobre todo teniendo en cuenta que sus miembros son de color. Por suerte, un grupo de aristócratas la acoge bajo sus alas y se ocupan de promocionarla hasta llegar a la propia familia real. Pero en el segundo episodio se desencadena una serie de acontecimientos que cambian el tono y el desarrollo de la serie.


Sin haberla terminado, aún es pronto para emitir un veredicto. La ambientación y las interpretaciones (podemos ver a Joanna Vanderham en un papel totalmente distinto de su protagonista en The Paradise o al gran John Goodman) me están gustando, aunque la historia me está resultando un poco previsible y para mí no habría sido necesario incorporar ese hecho del segundo episodio para hacerla avanzar. Aun así, entiendo que esto no es un documental sobre cómo los ricos e influyentes ejercen el mecenazgo sobre los artistas, así que comprendo por qué se introduce.


Otro problema que le veo a la serie es la duración de sus episodios, que superan la hora. Quizá me estoy haciendo vaga y busco una satisfacción más inmediata, pero a priori los episodios tan largos me echan para atrás. No me importa ver una peli de dos horas (ni de cuatro, dicho sea de paso) un sábado o domingo por la tarde, pero las series las veo entre semana y el tiempo disponible no es tanto.


Visto lo visto, cualquiera diría que no me está gustando, y eso tampoco es cierto. A pesar de todo, los episodios no se hacen demasiado largos y la fotografía de la serie, rodada principalmente en localizaciones reales, es una absoluta delicia. No se la recomendaría a todo el mundo y no entrará en el olimpo de las grandes series, pero es entretenida, así que seguiré hasta el final, más que nada porque si otra cosa saben hacer los británicos es controlar la duración de sus ficciones y esta finaliza al cabo de seis episodios. Y tiene buena música.





viernes, 15 de noviembre de 2013

Casual Friday: Vanesa Muela



En esta entrada os tenía que haber contado mi experiencia en el concierto que Vanesa Muela ofreció en la sala Galileo el viernes pasado, pero por una serie de contratiempos que no vienen al caso, al final no pude asistir y, aunque yo no soy muy de conciertos (eso os lo explicaré otro día), me dio mucha rabia perdérmelo (aunque anoche me vengué en cierto modo yendo a ver a Kroke, que también les tenía ganas). Espero tener más suerte la próxima vez que coincida con una de sus actuaciones. Mientras tanto, aprovecho para presentárosla por si no la conocéis.


Vanesa Muela es una cantante y percusionista (y también historiadora) de Laguna de Duero (Valladolid). Comenzó a cantar con cuatro años y, desde entonces, no ha parado, dedicando su vida a recuperar y dar a conocer la música tradicional de Castilla y León dentro y fuera de nuestras fronteras, tanto con sus conciertos como con un programa de actividades de divulgación en centros educativos.


Últimamente ha colaborado con el grupo madrileño Hexacorde, pero en sus canciones también podemos encontrarnos con el laúd del sudanés Wafir Shaikh El-Din o el acordeón de María Eugenia López. En mi opinión, Vanesa tiene una calidad vocal excepcional entre los folcloristas, técnicamente limpia y muy conmovedora, y es una delicia escuchar sus jotas, charras, corridos, etc. Además, es espectacular ver cómo domina la percusión con panderos, cucharas, conchas y otros objetos tradicionales (en youtube hay un montón de vídeos, no dudéis en verlos).


Si queréis saber más de ella, en el programa La Tarataña de Radio 3 le dedicaron un especial celebrando sus treinta años de trayectoria, que podéis escuchar aquí (a partir del minuto 21). La pieza que yo os propongo escuchar hoy se titula "La pandereterita" y podéis encontrarla en su disco Garabítense, de 2010 (en realidad la canción entronca con el folclore asturiano; si os apetece, luego podéis compararla con esta versión, esta o esta otra). A mí es una pieza que, en su sencillez, realmente me emociona. A veces estamos tan ensimismados descubriendo nuevas músicas, que se nos olvida lo que más cerca tenemos. Que la disfrutéis.




miércoles, 13 de noviembre de 2013

Cuarto y mitad de maldad



La felicidad no vende en la ficción. La gente feliz puede tener una historia que contar, pero es el conflicto lo que mueve una trama y lo que la hace interesante. La felicidad crea un limbo en el que lo más deseable es la permanencia. Supongo que por ese motivo es ahí donde terminan las películas, en el final feliz, irreal e irrelevante.


Si dejamos de lado a las personas felices y, lógicamente envidiables pero a la larga aburridas, en mi opinión nos quedarían otros dos tipos. El otro día hablábamos de antihéroes, que es de algún modo la forma que ahora se considera "inteligente" o profunda de contar una historia. En esta tipología también agruparía a los personajes ambivalentes. Estos personajes grises nos gustan porque, sin llegar al extremo de la maldad crean conflicto, sus decisiones y sus actos pueden sorprendernos, revolucionar la trama y hacer temblar los cimientos sobre los que se asienta la ficción. Además, son más humanos y, en consecuencia, nos permiten una identificación más o menos clara con sus historias y sus motivaciones, incluso cuando no las compartamos.


Por último, tendríamos a los malvados. Esos villanos de manual que encontramos en las historias que explotan la lucha entre el bien y el mal o cuya mayor satisfacción es desestabilizar la tranquilidad de los personajes "felices".


Puede que no sea el recurso más elaborado y en ocasiones puede resultar facilón, sobre todo si no se da profundidad al villano, pero hay que reconocer que un buen malvado nos gusta. Al menos a mí. Las brujas de Disney son tanto o más interesantes que las princesas y otros malos de película, como los de las sagas de Batman o James Bond, resultan tan carismáticos como los protagonistas. Por no hablar de la ternura que nos despiertan algunos malos de Doctor Who, serie capaz de provocarnos empatía con un salero. Revenge se sostiene por la lucha entre Victoria y Emily (con el interés añadido de que la supuesta heroína tampoco es inocente y es de un gris bastante oscuro) y gran parte del atractivo de Downton Abbey reside precisamente en el peso de sus villanos.


[A partir de aquí caerá algún spoiler de los últimos episodios de Downton Abbey]

Aunque Downton Abbey siempre ha sabido quemar trama sin necesidad de explotar la dicotomía bondad-maldad, es cierto que la pareja formada por Thomas y O'Brien y sus maquinaciones para fastidiar a sus semejantes eran un regalo para el espectador. Nunca nos explicaron por qué eran así, qué les llevaba a ese estado de envidia y rencor permanente cuando vivían en unas circunstancias que muchos de sus vecinos habrían deseado para sí. Pero no importa, lo divertido era verlos liándola en el piso de abajo y metiendo cizaña en el piso de arriba. Con la marcha de Siobhan Finneran nos quedamos un poco huérfanos de maldad, porque conflictos como el "cuadrángulo" entre Daisy, Jimmy, Ivy y Alfred resultan bastante descafeinados. Y la incorporación de la nueva doncella, Baxter, todavía no ha dado frutos, aunque su alianza con Thomas y su incipiente relación con Molesley prometen. A ver si deja la Singer y se pone a maquinar.


Cuando hablaba más arriba de la felicidad y lo mortalmente aburrida que puede resultar en una ficción, pensaba precisamente en la historia de Anna y Bates. Una vez que superaron los obstáculos que impedían su amor y consiguieron casarse, se convirtieron en un lastre para la serie. No aportaban nada interesante y supongo que para sus más fieles seguidores seguirían teniendo algún interés, pero a mí, que tampoco me gustaron nunca demasiado, se convirtieron en insoportables.


No obstante, los acontecimientos escabrosos de los últimos episodios, de la violación al asesinato en menos que canta un gallo, han vuelto a hacer temblar Downton y a despertarnos del letargo (porque los amoríos de Mary y los combates dialécticos de la condesa viuda y la señora Crawley son divertidos, pero dudo que fueran capaces de sostener por sí solos la serie). Así que aplaudo esta conversión de Bates en malvado (aunque tendríamos que debatir, ya sabéis, si el fin justifica los medios, etc.); de hecho, me encantaría que el personaje se pasase al lado oscuro y se convirtiera en un nuevo villano. Su mirada de ternera enamorada me aburre, pero ahora que vuelve a ser sospechoso sus ojos achicados me divierten, el halo de maldad que lo rodea me interesa y su historia me genera expectación de cara al especial de navidad (para el que aún falta más de un mes, ¡maldita sea!). Aunque no llegue a ser un verdadero villano, aunque se quede en cuarto y mitad de maldad.

martes, 12 de noviembre de 2013

La hora del sexo



Cuando, allá por septiembre, hice la lista de las series que tenía pensado ver esta temporada, la única serie nueva que me inspiraba cierto interés era Sleepy Hollow. Por desgracia, no tengo demasiada tolerancia a las series y pelis de miedo, así que la dejé en el piloto, aunque me dicen por ahí que no es para tanto y quizá vuelva a retomarla. En cualquier caso, la que no entraba en absoluto en mis planes es la serie que podría convertirse sin problemas en "la primera del lunes".


Las series de Showtime no son para mí. Ese afán de la cadena por llamar la atención, por hacerse notar con protagonistas excesivos y rompedores me repele un poco. Así que una serie que lleva el sexo ya en el título y en una cadena por la que no siento un cariño especial tenía muy pocas papeletas de acabar en mi pantalla. La verdad es que ni sé por qué empecé con ella. Creo que leí en alguna parte una comparación con Breathless (en principio quería haber visto el piloto de ambas, pero finalmente me desaconsejaron la serie británica y ni lo intenté) con la que comparte temática y poco más, y con mi adorada Mad Men, y decidí echarle un vistazo, más para poder despotricar de ella a gusto que por un interés real.


Al final, de despotricar, nada. Resultó que, efectivamente, hay mucho sexo, pero podría incluso llegar a afirmar que, en esta serie, el sexo no es más que un macguffin. Si de algo trata esta biografía "retocada" del doctor William Masters y Virginia Johnson es del amor y la soledad, la comunicación y la incomprensión, la búsqueda de la felicidad y el encuentro con el dolor. Poco importa si sabemos lo que va a suceder, porque el concepto de spoiler desaparece en el momento en que el argumento es la propia biografía de una persona real. Y la serie se disfruta igualmente, si no más.


No he leído el libro de Thomas Maier en que se basa la serie (aunque seguramente termine cayendo), pero Michelle Ashford, que antes de crear esta serie trabajó como guionista en John Adams y The Pacific, nos cuenta una historia atractiva en su detallismo, intimista y atrevida. Es imposible no enamorarse un poco de ese doctor altanero y vulnerable o de esa asistente ambiciosa y solitaria. Es imposible no sentir empatía por esa nueva Betty Draper y su incapacidad por inspirar pasión en su marido, por ese decano que sufre por él y por su esposa, por ese médico incapaz de olvidar a quien le ha hecho conocer el verdadero placer o a esa joven que ve como su amor se le escapa de las manos...


Por supuesto que la serie trata de sexo, pero el sexo es aquí es un símbolo y un medio para hablar de cosas tan importantes o más que el mero acto físico, aséptico y cuantificable con máquinas y cables. No obstante, y a diferencia de otras series, aquí el sexo sí está más que justificado y funciona como fin en sí mismo y como vehículo para hacernos comprender qué les sucede a los personajes.


La apuesta era arriesgada, pero el público y la crítica han acogido con entusiasmo este experimento. No hay medio que no alabe la serie y considere que es no solo lo poco rescatable desde que la temporada comenzó en septiembre, sino que podría ser el estreno del año. La serie ya está renovada para una segunda temporada a la que solo podemos pedir que mantenga el nivel de la primera. Y, entretanto, yo casi me he reconciliado con Showtime. Y digo casi porque me será imposible perdonarles hasta que cambien ese horror de títulos de crédito.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Un cerdito caído del cielo



Muchas veces hemos hablado de que cuanto más altas sean las expectativas, más difícil es que se cumplan. En el caso de la peli que he visto esta semana, no tenía ninguna expectativa concreta en cuanto a la calidad, pero la sensación final ha sido bastante agridulce.


Un cerdo en Gaza, que acaba de estrenarse en nuestro país, es una coproducción entre Francia, Bélgica y Alemania de 2011. Escrita y dirigida por Sylvain Estibal, se trata de una comedia en la que Jafaar, un pobre hombre que malvive de la pesca en Gaza, por casualidad atrapa en sus redes un cerdo que debió de caer de algún carguero. Para el Islam, el cerdo es un animal impuro, pero Jafaar decide intentar sacarle un beneficio económico a la situación, aunque deberá hacerlo a escondidas de su comunidad.


El actor Sasson Gabai, al que ya conocía por la muy recomendable La banda nos visita, está estupendo en este papel cómico y sus caras, su inocencia y la creatividad con que intenta moverse entre judíos y yihadistas son conmovedoras. El resto de personajes no brillan tanto, pero son correctos. El equilibrio entre los momentos dramáticos y los cómicos está muy bien llevado y hay escenas realmente hilarantes y otras muy conmovedoras por su sencillez y cercanía.


Así que me parece una lástima que una peli con un desarrollo tan bien llevado pierda parte de su encanto con un final que no está a la altura y que desvirtúa bastante todo lo visto hasta el momento. El tema de la película me parece interesantísimo y tratar desde la comedia algo tan escabroso como las diferencias culturales y la relación entre israelíes y palestinos me parece valiente y loable, pero esta peli es como una tela sin rematar. Y toda la valentía y las buenas ideas del autor se devalúan con un final bastante descafeinado.


Y no creo que mi problema con la peli haya sido de expectativas, la verdad. Pero sí que es cierto que yo quería que la peli me gustase y estaba encantada con lo que pasaba ante mis ojos, pero he terminado un poco decepcionada. Y aunque la película es muy recomendable y hay elementos que me han gustado muchísimo, espero que para la próxima, el señor Estibal sepa dar un final coherente a su película.

Os dejo el trailer en español, aunque para mi gusto cuenta demasiadas cosas. En youtube podéis encontrar el tráiler en versión original con subtítulos, que siempre es mejor, pero no sé por qué no me deja subirlo al blog...







viernes, 8 de noviembre de 2013

Casual Friday: Purcell



Hoy vuelvo a proponeros una pieza de música antigua, por la que ya sabéis que siento debilidad. Pero es que, además, la entrada de hoy viene acompañada de una invitación. ArteSonado, el coro de cámara en el que tengo la inmensa suerte de cantar desde hace un par de meses, ofrece un concierto junto a la orquesta Ritornello este domingo en Coslada. Además de la sinfonía 104 de Haydn se interpretará una selección de arias, danzas y coros de Dido y Eneas, de Purcell.


Este mes tenemos varias oportunidades de disfrutar de la obra de Henry Purcell, el máximo exponente del barroco inglés y uno de mis autores favoritos. Seguro que muchos conocéis el rondó de su ópera Abdelazer, que se escucha en multitud de bandas sonoras (ahora mismo, que recuerde, en Orgullo y Prejuicio y en Moonrise Kingdom). Ahora que lo pienso, también encontramos una versión de los funerales para la reina Mary en La naranja mecánica (un día tendríamos que hablar de la música en las pelis de Kubrick). No me extraña que los cineastas tiren de Purcell, porque sus obras tienen una emoción y una fuerza que llegan muy dentro.


Como no quiero aburriros y hay muchos lugares donde conocer la biografía de este autor inglés, solo diré que murió muy joven, a los 36 años, pero que, como véis, dejó un legado que probablemente ningún otro autor británico haya sido capaz de ensombrecer. Y como decía antes, este mes, además de nuestro pequeño homenaje, tenéis la oportunidad de ver Dido y Eneas en versión concierto el día 18 en el Teatro Real. Y desde este pasado martes y hasta el día 19, en ese mismo teatro podemos ver The Indian Queen, la última ópera (inacabada) de Purcell, en una puesta en escena moderna e impactante de Theodor Currentzis (quien, por cierto, dirige una de las versiones de Dido y Eneas que más me gustan) y Peter Sellars. Si no tenéis opción de ir a verla, el mismo día 19 Radio Clásica la emitirá en directo y creo recordar que también podréis verla en el canal Mezzo.


El lunes, durante la presentación de The Indian Queen a cargo de sus responsables, Sellars hablaba de la tradición del humor inglés, entroncando a los Monty Phyton con Purcell. Y, aunque a primera vista, parecería un poco cogido con pinzas, sí que es cierto que hay algunos elementos cómicos en sus obras que podemos reconocer como eminentemente ingleses: esa mezcla de humor y drama, esa risa que de repente se convierte en mueca de dolor, sin paso intermedio. Y ahí es donde podemos colocar la pieza que os propongo escuchar hoy.


Como seguro que muchos sabéis, Dido y Eneas es una tragedia. Sin embargo, tiene varios elementos divertidísimos. Y precisamente uno de los momento cómicos más crueles es el aria y coro "Come away, fellow sailors". En él, uno de los marineros que acompañan a Eneas exhorta a sus camaradas a levar anclas y abandonar a las mujeres que conocieron en Cartago, prometiéndoles que regresarán a ellas, aunque sin intención de hacerlo. En este caso, se trata de la versión de William Christie y Les Arts Florissants. Al marinero lo interpreta, con metedura de pata incluida, Ben Davis. El vídeo abarca bastante más que esa pieza, así que no dudéis en verlo entero, porque merece la pena. Y si os animáis, os esperamos este domingo en el centro cultural La Jaramilla de Coslada. Entretanto, disfrutad.





Come away, fellow sailors,                                          Vayámonos, camaradas marineros,
Your anchors be weighing,                                            levad vuestras anclas,
Time and tide will admit no delaying.                           el tiempo y la marea no admiten más retrasos.
Take a boozy short leave                                                despedíos rápidamente brindando
Of your nymphs of the shore,                                        con vuestras ninfas de la orilla,
And silence their mourning                                           y silenciad su duelo
With vows of returning,                                                con la promesa de vuestro regreso
But never intending to visit them more.                       aunque sin intención alguna de volver a visitarlas.