miércoles, 29 de octubre de 2014

Mala, quizá. ¿Aburrida? No, por favor




Creo que llevo más de dos meses sin actualizar el blog. Podría poner mil excusas, como que tengo mucho trabajo, que los horarios brasileños hacen que el día se me pase volando y no tenga tiempo para nada, o que estoy dedicándole más tiempo a los libros que a las series y sobre ellos ya hablo en Goodreads (aunque quizá debería dedicarle un post a En la orilla, de Chirbes, que me tiene totalmente flipada). 


Pero la verdad es que ha sido una cuestión de vaguería. Temas siempre hay, lo que no hay es ganas de darles forma, de sentarse a reflexionar y a convertir el barullo de ideas que tengo en la cabeza en un discurso coherente. Y, echando un vistazo a algunos de mis blogs favoritos, veo que no soy la única que tiene el blog en barbecho. Espero que las chicas de By The Way o los chicos de Basura and TV retomen sus blogs, porque a ellos sí que se les echa de menos...


A todo esto, tampoco retomo el blog para hablar de los descubrimientos de la nueva temporada, como Jane the Virgin o The Affair (aunque todo llegará) sino para pensar en voz alta sobre esas series que no sabes si seguir o si sería mejor dejar por el camino. 


No suelo tener demasiada piedad con las series; cuando una historia deja de interesarme, corto por lo sano y voy a por la siguiente. Recuerdo que True Blood la dejé casi sin darme cuenta, allá por la cuarta temporada. Creo que no fui la única que se bajó del carro. Luego intenté ver la última temporada, sobre todo para ver cómo terminaba, pero no llegué a acabar ni el primer episodio... De ahí el título del post: no exijo que una serie sea buena, pero sí que necesito que sea entretenida. 


Hasta aquí, nada nuevo. No todas las series tienen que ser Mad Men. No siempre tenemos el paladar, el cuerpo o la mente para disfrutar de una trama lenta, bien contada, que se regala en los detalles. Si algo demostró el último Birraseries, celebrado hace un par de semanas durante el Festival de Series de Canal + en Madrid, es que las series deben ser puro entretenimiento y que los fans pueden encumbrar a lo más alto una serie que no está en el canon de las series "de calidad". 


El problema surge cuando una serie que te ha regalado grandes momentos, sea buena o mala, comienza a aburrirte. Les tienes cariño a algunos personajes, te gustaría saber cómo termina de irles en la vida, quieres verlos felices, o quizá quieres verlos morir. En cualquier caso, quieres darles un final digno. La cuestión es que sus creadores no están por la labor de hacerlo y les ves arrastrarse por tramas que ya no interesan, en temporadas aburridas que se estiran como un chicle al que ya no le queda sabor. Supongo que de ahí viene el famoso "hate watching"...


Pero, ¿qué hacer con Downton Abbey, una serie espectacular en su factura, una delicia para la vista, pero cuyas historias parece que ya no dan más de sí? Nunca destacó por su sutileza o por sus altas miras en cuanto a las historias que pretendía desarrollar, pero siempre ha sido un culebrón perfecto. El problema es que, sobre todo en esta última temporada, a la mitad de los personajes me los cargaría y, a la otra mitad, querría darles ya un final. Me cuesta ver una vez más a Bates y a Anna penando por el tema de siempre, a lady Edith sufriendo y afianzándose en el papel de amargada y, ahora, acosadora. Me enfada la actitud de Robert y casi habría preferido que esa trama de infidelidad hubiera llegado a alguna parte. Al menos nos habría dado carnaza. 


Downton Abbey lleva ya tiempo planteando posibles tramas que, al final, se quedan en nada. Solo hay que ver que en el último episodio, uno de los momentos cumbre era que ¡lady Mary se había cortado el pelo! Supongo que mientras siga teniendo audiencia seguiremos viendo a los Crawley con sus (cada vez más) pequeñas miserias, pero me gustaría que la serie acabase. Me daría pena tener que dejarla a estas alturas y, sin embargo, cada vez me acerco más a esa decisión. Espero que el próximo episodio ofrezca algo sustancial.