lunes, 20 de julio de 2015

Piku: escatología y sentimientos




La peli de hoy ha sido una sorpresa. No tenía demasiadas esperanzas y tengo que reconocer que he acabado rendida a sus encantos. Con un elenco de estrellas como el que nos ofrece y viniendo de Yash Raj Films, una de las mayores productoras del país, esperaba una de esas pelis enormes… O bien un humor que no me iba a llegar: hay que reconocer que el humor es algo muy cultural y, cuanto más alejados estemos de la realidad que muestra la película, mayor será la dificultad de captarlo.


Os voy a contar una de mis teorías absurdas: hay dos tipos de filmes en el cine indio. Por un lado tenemos las producciones megalomaniacas, donde todo es poco y la grandiosidad, el brillo y la exageración son esperables y bienvenidos, ya sea desde la modernidad o desde la mirada al pasado. Por otro, están esas pelis en que el argumento, la música, las interpretaciones, todo es pequeño. No es que las intenciones de uno u otro tipo sean distintas, todas quieren entretener, pero el medio para llegar a su fin es completamente distinto. 


Ambos tipos de pelis me gustan. Adoro los dramas más grandes que la vida con Shahrukh o la acción pasada de rosca de Salman. Y siempre es un buen momento para las pelis "programáticas" de Aamir, con sus buenas intenciones y su moraleja final. Pero de todos los Khan, probablemente sea Irrfan el menos galán, el más contenido (y por ello quizá el más presente en pelis occidentales) y el que mejor encaja en esas pelis discretas, pero que llegan muy adentro. Y cada vez que lo veo, más me gusta, a pesar de que su atractivo es el menos evidente.


No sé por qué en muchas ocasiones hablo por aquí de pelis grandes, que a poco que te interese el cine indio no necesitan presentación, y me olvido de recomendar esos filmes más invisibles. Será el brillo, que me ciega el entendimiento. O tal vez sea que esas películas pequeñas son más difíciles de vender como cine típicamente indio. O incluso se deba a que me han gustado tanto que no sé cómo hacer para escribir sobre ellas de una manera más objetiva. Me pasó con English Vinglish y me pasó con The Lunchbox, dos pelis maravillosas que quizá aparezcan por aquí cuando las vuelva a ver, pero no quiero que me pase hoy. Así que os recomiendo vivamente Piku, que además, se estrenó hace no mucho.


Piku es el nombre de la protagonista, interpretada por Deepika Padukone, una arquitecta soltera que, en la treintena, mantiene un precario equilibrio entre su vida laboral-personal y el cuidado de su padre, Bhaskor Banerjee, un septuagenario intelectual, hipocondriaco, contestón, egoísta y entrañable de origen bengalí, al que da vida uno de los grandes del cine indio: Amitabh Bachchan. La difícil relación con su padre, cuyo tema favorito de conversación es su salud intestinal, y que no duda en boicotear cualquier conato de relación amorosa de su hija, ha hecho que esta viva estresada y se comporte de forma desagradable con todo el mundo. Cuando Piku acepta acompañar a su padre de Delhi a Calcuta para visitar la antigua casa familiar, el único dispuesto a llevarlos en coche a través de los 1.500 km que separan ambas ciudades es Rana Chaudhary (Irrfan Khan), el dueño de la empresa de taxis que normalmente utiliza Piku para ir al trabajo.


Piku es una comedia con algo de road-movie, algo de romance, algo de drama familiar, pero el resultado es más que las suma de sus partes. El director Shoojit Sircar nos ofrece una peli de temática muy distinta a su último film, Madras Café, y acierta de pleno en el tono, manteniendo un fino equilibrio en la comedia, sin caer en la vulgaridad. Es de las pelis más divertidas que he visto en los últimos tiempos, y no solo indias. Los momentos cómicos que nos regalan Bachchan y Padukone son antológicos, de carcajada segura, y no tardamos en coger cariño al resto de personajes.


Es una película en la que no hay demasiada acción y todo el peso recae en los personajes, con diálogos continuos que nos van desvelando todo un entramado de relaciones que resultan muy cercanas a pesar de la enorme diferencia cultural. El romance también es leve, desarrollándose poco a poco, a través de conversaciones banales. Y, sin entrar en detalles, diré que el final es muy satisfactorio. La bonita música de Anupam Roy está muy velada y acompaña bien las escenas, sin que haya ningún momento en que moleste o interrumpa la acción. Por último, destacaría las preciosas imágenes de la ciudad de Calcuta, que dan ganas de coger un avión y plantarse allí a dar un paseo en bici…


Como ya he dicho, una película pequeña, nada pretenciosa, con unas interpretaciones excelentes y que deja un estupendo sabor de boca. Perfecta para aquellos a quienes el artificio de las pelis más bollywoodienses no les acaba de llegar, o para descansar de sus oropeles. Me ha gustado tanto que probablemente vuelva a verla, tiene toda la pinta de ser un perfecto “lugar feliz”.






lunes, 6 de julio de 2015

Wake Up Sid: hacerse mayor, pero no demasiado



La película que hoy os propongo tiene ya unos añitos, pero no se le nota demasiado y puede ser un plan perfecto para una tarde sin mucho que hacer. 


Wake Up Sid es la historia de Siddharth Mehra, interpretado por un casi debutante Ranbir Kapoor, un niño bien al que solo le preocupa divertirse con sus amigos, disfrutando del flujo constante de dinero que le proporciona su padre, dueño de una empresa. En una fiesta conoce a Aisha (Konkona Sen Sharma), una chica algo mayor que él, seria y responsable, que ha llegado a Mumbay desde Calcuta con la intención de convertirse en escritora. 


Cuando Sid descubre que ha suspendido los últimos exámenes tiene que enfrentarse a la cólera de su padre y, tras una discusión, se va de casa para terminar ante la puerta de Aisha, que lo acoge en su apartamento temporalmente. Pero el pobre Sid no sabe ni freir un huevo, literalmente. El resto ya nos lo podemos imaginar...


Ranbir Kapoor está perfecto como joven rico y despreocupado, aunque entrañable en su infantilismo. Para mí, es uno de los actores clave del cine indio actual y, aunque se nota que en esta peli de 2009 aún no tenía demasiadas tablas, está encantador en la mayoría de escenas. A Konkona Sen Sharma, a pesar de la dilatada carrera que muestra imdb, es la primera vez que me la encuentro y, aunque no está mal, no sobresale especialmente. Tampoco me parece que tengan una química especial. Del resto de personajes destacaría al gran Anupam Kher, que interpreta al padre de Sid.


Si buscamos un retrato realista de las dificultades de los jóvenes a la hora de buscar trabajo o hacerse un lugar en la sociedad, esta película no es para nosotros. Sin embargo, a pesar de caer en algunos tópicos, resulta fresca y agradable de ver, aunque a veces sorprende la facilidad con que todo les va saliendo bien a los protagonistas. El conflicto apenas se vislumbra y los protagonistas lo esquivan totalmente indemnes.


La música resulta un poco pesada en algunos casos y solo destacaría un tema que aparece casi al principio de la peli. El único baile de todo el film se encuentra en los títulos de crédito finales, donde encontramos la canción que da título a la película. Una lástima, porque Kapoor baila que te mueres. En fin, nada que merezca la pena.


Podría parecer que la peli no me ha gustado, y eso tampoco es así. Me ha parecido muy bien rodada, rápida y muy entretenida. No es nada exigente y con dos horas y poco de metraje, se deja ver muy bien. Eso sí, no es de las pelis que se nos quedarán en la memoria. Para pasar el rato.




lunes, 29 de junio de 2015

Dum Laga Ke Haisha: venciendo los prejuicios




No sabría decir si se trata realmente de una tendencia o de si la visibilidad de las mujeres con sobrepeso continúa siendo algo anecdótico. Hay tal abundancia de información gracias a Internet que ya no sé si soy yo quien magnifica un fenómeno que quizá sigue siendo minoritario y en el que me fijo simplemente porque me afecta.


Supongo que, en respuesta a la obsesión por la belleza exterior y los cuerpos esculturales (muchas veces escondida tras una supuesta preocupación por la salud), tenía que salir a la luz la necesidad de muchas personas obesas por aceptarse, valorarse y hacer ver a los demás que también somos válidos y bellos. Si los "friquis" lo han conseguido, quizá ahora sea el momento de reivindicar nuestra diferencia.


Ya digo que quizá su relevancia real sea mucho menor de la que yo percibo, pero mi impresión personal es que sí se están haciendo esfuerzos por mostrar que las gordas también existimos. Desde modelos de tallas grandes a protagonistas en series, como la Rae de My Mad Fat Diary, de la que hablé aquí el otro día, o la Molly de Mike y Molly, vamos viendo que las mujeres con sobrepeso dejan de ser secundarias graciosas para hacerse con papeles protagonistas.


La película de hoy, además, demuestra que esto no se limita a Occidente, sino que esta obsesión por los cuerpos perfectos y la demanda de aceptación por parte de quienes no se ajustan a este canon acaba siendo universal.


Dum Laga Ke Haisha ("Invierte toda tu energía") se estrenó hace tan solo unos meses y, si no me equivoco, formó parte de las pelis que la industria india presentó en Cannes con la idea de distribuirla en Europa. Veremos si realmente llega a estrenarse en salas por estos lares.


La película nos lleva hasta los años noventa y nos cuenta la historia de Sandhya, una muchacha de clase media, educada, inteligente y trabajadora, pero con sobrepeso, a la que casan con Prem, un joven que tiene una tienda en la que graba casettes en el mercado de Haridwar, ciudad santa en la ribera del Ganges. Ninguno de los dos tiene demasiadas posibilidades de optar a algo mejor, por lo que aceptan la propuesta de matrimonio de sus familias y se casan en una ceremonia conjunta con otras parejas.


Sandhya (estupendo debut de Bhumi Pednekar) sufre el desprecio de su marido, que se avergüenza de ella y no duda en mostrarlo, y la incomprensión de su familia política, con la que ahora vive y que no ve en ella más que una fuente de ingresos para mantener su precaria economía.



No nos encontramos ante una película masala ni un Bollywood al uso. Aquí no hay mezcla de géneros ni disfrutamos de un gran espectáculo, con grandes paisajes y mil artificios. Es una historia pequeña y sincera, que huye de los clichés y en la que la química entre los personajes es evidente. Los actores resultan cercanos y creíbles. La banda sonora correa a cargo de Anu Malik, rescatado del casi olvido como el gran Kumar Sanu. Así que sí, la música también tiene ese aire noventero que a mí particularmente me encanta...


Aunque la película tiene algunos elementos cómicos que aligeran el peso de la trama, a veces esta resulta dolorosa de ver. Desde mi óptica de mujer occidental, me cuesta entender por qué Sandhya soporta una relación que no le ofrece nada. Comprendo la actitud de los personajes y aprecio la sinceridad con que están retratados, pero yo en su lugar habría seguido la máxima de "mejor sola que mal acompañada". Así que, entre otras cosas, la película sirve para mostrarnos que hay otros puntos de vista y que nuestra actitud, tan europea, no es el único camino válido. Sobre todo teniendo en cuenta que la acción tiene lugar hace veinte años.


Así, por un lado, tenemos a dos personajes un poco inadaptados intentando que su relación funcione, algo que siempre resulta interesante. Por el otro, es un poco difícil empatizar con el personaje de Prem. Y al acabar la película no puedes dejar de preguntarte si eso realmente es un final feliz o si la resolución resulta un poco patillera y precipitada. Aun así, para mí sí merece la pena ver la película, aunque solo sea para ver el papel de la mujer, y en especial, de ese tipo de mujer, en esa sociedad.






lunes, 22 de junio de 2015

Jab Tak Hai Jaan: así que pasen diez años




Hace unos días comentaba en Twitter que estaba con ganas de ver un dramón, una historia de amor de esas más grandes que la propia vida. Me apetecía pegarme una llantina, sufrir mucho y luego terminar con los lagrimales limpitos, limpitos. Y con el corazón contento.


El caso es que me puse a mirar por Internet y di con Jab Tak Hai Jaan (Te amaré hasta la muerte es el título que le han dado para su distribución en países de habla hispana), de la que no había oído hablar gran cosa. Pero conociendo un poco el estilo de Yash Chopra (que murió poco antes de poder acabar la película) y después del magnífico sabor de boca que Veer-Zaara me dejó, era la candidata ideal. Verla podía ser un tributo y era casi una obligación.


La película cumple todos los requisitos: es una gran historia de amor, de las que traspasan el tiempo y las fronteras. Está protagonizada por el galán por excelencia, nuestro Shah-Rukh Khan, que una vez más logra encarnar al hombre perfecto, al héroe total. Las localizaciones son magníficas y la factura técnica está más que conseguida, con unos paisajes preciosos. Y sin embargo, el filme no funciona, ni engancha ni emociona. Así que intentaré analizar por qué.


El argumento de partida es el siguiente: Akira Rai (Anushka Sharma), una intrépida periodista novel del Discovery Channel, lee por casualidad el diario de "el hombre que nunca muere", Samar Anand, que ha desactivado casi cien bombas durante su carrera en el ejército. Gracias a ese testimonio descubrimos que, diez años antes, Samar estaba buscándose la vida con pequeños trabajos en Londres, donde conoció a Meera Thapar (Katrina Kaif), una joven estudiante de clase alta a punto de casarse, de la que quedó irremediablemente enamorado. Pero su historia era imposible y, Samar, enfadado con el mundo, ahora desafía a Dios jugándose la vida en cada misión. Akira decide contar su historia en un documental y pasa unas semanas siguiendo al mayor y a su compañía en el norte del país.


Para comenzar, la protagonista femenina, Meera, la mujer que roba el corazón a Samar cuando no es más que un joven emigrante intentando abrirse camino, está interpretada por una actriz que no me convence nada. Katrina Kaif es preciosa, sí, pero he visto lombrices con mayor expresividad que ella. Además, se ha puesto dos butifarras a modo de labios que le impiden cerrar la boca y eso, quieras que no, distrae. Baila bien y lleva el vestuario con elegancia (no en vano es modelo), pero es que, para más inri, su personaje es uno de los más tontos que he visto últimamente. Ella desencadena todo el conflicto de la forma más absurda que te puedas imaginar y hace que toda la primera mitad de la película sea un poco ridícula. Además, su química con Khan, por increíble que parezca, es nula, lo cual tiene delito si tenemos en cuenta que la tercera en discordia es Anushka Sharma. Hay momentos en la peli en que realmente deseas que Samar se dé cuenta de que Akira vale mucho más que su antagonista y que con ella formaría una pareja mucho mejor. Como ya demostraron en Rab Ne Bana Di Jodi, entre ellos sí que surge la chispa...


Evidentemente no soy de las que buscan verosimilitud en las películas de Bollywood (un día tengo que hablar por aquí de Chori Chori Chupke Chupke, la peli que me enganchó por primera vez al cine de Bollywood, y que buena, lo que se dice buena, no es ni siquiera para los parámetros indios). Si quisiera realismo y coherencia, vería cine de arte y ensayo, pero es que aquí tenemos momentos de casi vergüenza ajena. Ya en la primera escena vemos a Samar salvando a Akira de morir ahogada porque el agua del lago al que se ha lanzado de cabeza está muy fría (sí, en serio), pero no llegamos a saber cómo ha llegado a la roca desde la que se tira al agua... Es evidente que de algún modo tenía que acabar Akira en posesión del diario de Samar (que está en el abrigo con que la arropa después de salvarla), pero la escena me parece un poco tomada por los pelos y solo me cuadra como product placement de Puma (otro día hablamos de lo entrañable que resulta esta técnica en las pelis indias). Por no hablar de La Promesa, de que en diez años la protagonista no cambia ni de corte de pelo, de la amnesia o de la policía de Londres, que no duda en dejar que un tipo desconocido se acerque a una mochila-bomba...


La banda sonora corre a cargo de A. R. Rahman, el Mozart de Madrás, al que no hace falta ni presentar. Pese a su fama y sus galardones, o quizá precisamente por eso, yo estoy empezando a cogerle un poquitín de manía. Aquí presenta el típico pop-fusión-pastiche blandito que caracteriza a sus bandas sonoras más recientes. Si acaso, destacaría únicamente el tema Heer Heer, que a su vez es un ejemplo perfecto de los gustos de Rahman (por  cierto, aunque las bandas sonoras de Yash Raj no suelen estar en Spotify, este tema concretamente sí que se puede escuchar ahí).


Parece mentira que con unos ingredientes como estos, con uno de los mejores directores de la industria, un guionista de probadísima eficacia, un actor protagonista que arrasa, el compositor más galardonado del país y unas localizaciones preciosas (tanto en Londres como en Cachemira) haya salido un producto tan insulso. Según leo, la peli gozó de éxito internacional tras su estreno en 2012, pero tan solo unos años después parece que ya nadie se acuerda de ella. Y, si dependiese de mí, ahí seguiría. Una pena de oportunidad desaprovechada.








martes, 16 de junio de 2015

My Mad Fat Diary: yo lo que quiero es ser normal



Rae es mordaz, atrevida, valiente, dulce, bella… En su cabeza. Por dentro tiene todo un mundo que compartir. Por fuera… Por fuera tiene un cuerpo que causa rechazo, burlas, pena, incomprensión.


Si la adolescencia ya es difícil en sí, para Rachel Earl (magníficamente interpretada por Sharon Rooney) es un auténtica tortura, que le ha llevado a autolesionarse y a tener que pasar cuatro meses internada en una clínica. Ahora, una vez fuera, vuelven los miedos, la inseguridad, el peligro a la recaída… 


He devorado las dos primeras temporadas de My Mad Fat Diary (basado en el libro autobiográfico My Mad Fat Teenage Diary) en apenas una semana. Yo, que normalmente huyo de las series de adolescentes, me he enganchado a las pequeñas desventuras de esta muchacha de dieciséis años, que nos cuenta en primera persona su lucha constante por ser normal. Porque los demás la acepten y, aún más difícil, por aceptarse a sí misma.


Podríamos decir que la historia de Rae es la otra cara de la moneda de Miranda. Mientras que la humorista, ya adulta, ha asumido sus imperfecciones, se ríe de sí misma y nos invita a hacerlo con ella en una comedia pura, Rae tiene aún todo ese camino que recorrer y la serie, que es más un drama con toques cómicos (y cada vez menos cómica a medida que avanza), no escatima esfuerzos en mostrarnos con crudeza (y con un enorme respeto) todos los obstáculos a los que va a tener que enfrentarse. Y los peores, aunque no los únicos, están en su propia cabeza.


Sin ser una serie perfecta, hay muchas cosas que me gustan de My Mad Fat Diary. Para empezar, y como suele ser habitual en las series británicas, ofrece verdad. Su sinceridad a veces llega a ser descarnada. Los jóvenes de esta serie no están edulcorados e incluso se hace gala de cierto feísmo que resulta de agradecer. Aquí no hay dentaduras blanquísimas ni pieles perfectas, no se afea a propósito a los actores ni se les victimiza, basta con acercar la cámara o dejarles hablar. La comedia es agridulce y te hace pasar de la risa a la mueca en cuestión de instantes.


El dolor de Rae resulta creíble, entiendes por qué acaba cayendo y dándose un nuevo atracón de comida. Entiendes por qué intenta alejarse de los que la quieren. Entiendes por qué está enfadada con el mundo. Pero también entiendes la incomprensión de su madre, centrada en su propia vida. Entiendes por qué no se escuchan, por qué se gritan y se lanzan reproches, y a la vez por qué no pueden vivir la una sin la otra. Hasta entiendes por qué Rae ha podido terminar así… 


El resto de personajes, como Kester o los miembros de la pandilla, están más desdibujados, y creo que eso es un error, aunque poco a poco se va desvelando algo de sus vidas. El penúltimo episodio de la segunda temporada me parece clave a este respecto, además de un paso fundamental en el camino de Rae, y uno de los más conseguidos de la serie, pero no quiero revelar nada. Esa sinceridad en el retrato también hace que comprendamos su postura, sus aciertos y sus fallos. Todos son humanos y nada es blanco o negro.


La primera temporada consta de seis episodios y la segunda, de siete. En apenas una hora, con una estética adolescente muy particular, acompañamos a Rae a su terapia, al instituto, a su casa, a los bares... La serie arranca en el verano de 1996 y la música desempeña un papel importante, con una banda sonora magnífica y muy reconocible (aquí la banda sonora de la primera temporada y aquí la de la segunda), especialmente si perteneces a la generación de los protagonistas, como es mi caso. 


En definitiva, estoy deseando que comience la tercera temporada, que regresa esta misma semana, y ponerme al día de las vicisitudes de la gran Rae y sus amigos. No dudo en recomendar la serie: no hace falta haber pasado por los problemas de la protagonista para disfrutar de esta comedia dramática porque, al fin y al cabo, la adolescencia es una montaña rusa de sentimientos y un calvario universal.