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martes, 16 de junio de 2015

My Mad Fat Diary: yo lo que quiero es ser normal



Rae es mordaz, atrevida, valiente, dulce, bella… En su cabeza. Por dentro tiene todo un mundo que compartir. Por fuera… Por fuera tiene un cuerpo que causa rechazo, burlas, pena, incomprensión.


Si la adolescencia ya es difícil en sí, para Rachel Earl (magníficamente interpretada por Sharon Rooney) es un auténtica tortura, que le ha llevado a autolesionarse y a tener que pasar cuatro meses internada en una clínica. Ahora, una vez fuera, vuelven los miedos, la inseguridad, el peligro a la recaída… 


He devorado las dos primeras temporadas de My Mad Fat Diary (basado en el libro autobiográfico My Mad Fat Teenage Diary) en apenas una semana. Yo, que normalmente huyo de las series de adolescentes, me he enganchado a las pequeñas desventuras de esta muchacha de dieciséis años, que nos cuenta en primera persona su lucha constante por ser normal. Porque los demás la acepten y, aún más difícil, por aceptarse a sí misma.


Podríamos decir que la historia de Rae es la otra cara de la moneda de Miranda. Mientras que la humorista, ya adulta, ha asumido sus imperfecciones, se ríe de sí misma y nos invita a hacerlo con ella en una comedia pura, Rae tiene aún todo ese camino que recorrer y la serie, que es más un drama con toques cómicos (y cada vez menos cómica a medida que avanza), no escatima esfuerzos en mostrarnos con crudeza (y con un enorme respeto) todos los obstáculos a los que va a tener que enfrentarse. Y los peores, aunque no los únicos, están en su propia cabeza.


Sin ser una serie perfecta, hay muchas cosas que me gustan de My Mad Fat Diary. Para empezar, y como suele ser habitual en las series británicas, ofrece verdad. Su sinceridad a veces llega a ser descarnada. Los jóvenes de esta serie no están edulcorados e incluso se hace gala de cierto feísmo que resulta de agradecer. Aquí no hay dentaduras blanquísimas ni pieles perfectas, no se afea a propósito a los actores ni se les victimiza, basta con acercar la cámara o dejarles hablar. La comedia es agridulce y te hace pasar de la risa a la mueca en cuestión de instantes.


El dolor de Rae resulta creíble, entiendes por qué acaba cayendo y dándose un nuevo atracón de comida. Entiendes por qué intenta alejarse de los que la quieren. Entiendes por qué está enfadada con el mundo. Pero también entiendes la incomprensión de su madre, centrada en su propia vida. Entiendes por qué no se escuchan, por qué se gritan y se lanzan reproches, y a la vez por qué no pueden vivir la una sin la otra. Hasta entiendes por qué Rae ha podido terminar así… 


El resto de personajes, como Kester o los miembros de la pandilla, están más desdibujados, y creo que eso es un error, aunque poco a poco se va desvelando algo de sus vidas. El penúltimo episodio de la segunda temporada me parece clave a este respecto, además de un paso fundamental en el camino de Rae, y uno de los más conseguidos de la serie, pero no quiero revelar nada. Esa sinceridad en el retrato también hace que comprendamos su postura, sus aciertos y sus fallos. Todos son humanos y nada es blanco o negro.


La primera temporada consta de seis episodios y la segunda, de siete. En apenas una hora, con una estética adolescente muy particular, acompañamos a Rae a su terapia, al instituto, a su casa, a los bares... La serie arranca en el verano de 1996 y la música desempeña un papel importante, con una banda sonora magnífica y muy reconocible (aquí la banda sonora de la primera temporada y aquí la de la segunda), especialmente si perteneces a la generación de los protagonistas, como es mi caso. 


En definitiva, estoy deseando que comience la tercera temporada, que regresa esta misma semana, y ponerme al día de las vicisitudes de la gran Rae y sus amigos. No dudo en recomendar la serie: no hace falta haber pasado por los problemas de la protagonista para disfrutar de esta comedia dramática porque, al fin y al cabo, la adolescencia es una montaña rusa de sentimientos y un calvario universal.




lunes, 1 de diciembre de 2014

Una de podcasts de actualidad




A veces no es fácil estar al día de lo que sucede en el mundo. Si muchas veces no tenemos tiempo ni para los titulares, cuánto más para leer artículos de análisis en profundidad o crónicas.


Una solución para mantenernos al día, claro, es seguir a nuestros medios de cabecera por Twitter. Información en tiempo real, titulares, fotografías llamativas o anécdotas más o menos jocosas pueden llamarnos la atención y llevarnos a dar el salto y leer la noticia completa, pero seguimos quedándonos en la superficie. 


La solución para mí es escuchar podcasts de actualidad. Por suerte, los servicios de radio de muchos países ofrecen crónicas o documentales de lo más interesante para descargar y, sin ser un sustituto de la prensa escrita, pueden solventar en cierta medida el problema de la desinformación (no es sorprendente que en una época en la que tenemos todo a nuestra disposición acabemos aislándonos tanto y sin enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor). Me entretienen mientras paseo al perro, aprendo y practico idiomas. ¿Qué más se puede pedir?


Aquí os presento algunos de los podcasts de actualidad que sigo y que escucho normalmente, uno por idioma. Todos están disponibles en iTunes. Además, quiero imaginar esta entrada como una invitación a que vosotros también recomendéis otros podcasts u otras fuentes de información. Así, todos salimos ganando.


Interception (en francés): FranceInter nos ofrece un podcast semanal (el programa se emite los domingos) con temas de actualidad centrados sobre todo en el país galo y sus territorios de ultramar. De la desaparición de los plataneros que dan sombra en el Canal du Midi al desempleo y la falta de oportunidades en la pequeña isla de Mayotte, sus temas son variados y atractivos.


Neugier genügt (en alemán): de lunes a sábado, la cadena alemana WDR5 nos trae un podcast con todos los temas imaginables, tratados con claridad y sin tapujos: del esnobismo en las presentaciones de la galerías de arte del país hasta el negocio de la ropa a medida en Vietnam. No todos son igualmente interesantes y, a poco que te descuides, se te llena la lista en el móvil, así que mejor elegir según nuestros intereses e ir borrando.


Documentaries (en inglés): lo raro sería que yo no estuviera enganchada a los documentales de la BBC en su formato radiofónico. Seguro que muchos ya los conocéis, pero, por si acaso, aquí están. Ideales para practicar inglés (y no solo el "Received English"), los periodistas de la BBC nos hacen viajar en el tiempo y el espacio, desde los barcos que tratan de garantizar la seguridad en el Golfo de Guinea al gueto de Varsovia durante la II Guerra Mundial. Y, cuando el tema lo permite, con sus gotitas de humor bien inglés.


Globo News Painel (en portugués): no se trata en este caso de crónicas ni documentales, sino de tertulias semanales (el programa se emite los domingos) de contenido político sobre la actualidad de Brasil. Interesante para estar al día de los temas candentes en el país.


Entre paréntesis (en español): de lunes a viernes, entre las 15:00 y las 16:00, Lucía Vilaplana y Marta Gómez presentan en Radio 5 tratan a fondo temas de actualidad, pero que no siempre llegan a las primeras planas. En España y fuera del país.


Y esto es todo por el momento. ¿Qué podcasts de actualidad escucháis vosotros? ¿Preferís los servicios de noticias "oficiales" o podcasts más alternativos? ¿Podríais recomendar podcasts de actualidad de otros paíes? ¿Y en otros idiomas?

lunes, 24 de noviembre de 2014

La vida secreta de los libros


He de confesaros una cosa: a veces tengo miedo. Tengo miedo, entre otras cosas, de terminar sabiendo más sobre la vida cotidiana en la época isabelina que bajo el reinado de Felipe II. O más sobre la biografía de Purcell que sobre la política actual de mi país. Y la culpa de todo la tiene la BBC. Claro que de vez en cuando les soy infiel y me voy a otros canales, pero hay que reconocer que los británicos son únicos a la hora de enganchar, con pasión y cierta desvergüenza, en sus contenidos culturales. Algo tienen sus documentales que atrapan y que, por desgracia, otras producciones no consiguen tan fácilmente.


Estos días estoy disfrutando de lo lindo con The Secret Life of Books, una serie de seis documentales de BBC4, el canal "alternativo" del ente británico. Y no puedo dejar de recomendarlo por aquí, incluso sin haberlos completado (llevo cuatro de seis). En ellos, distintas personalidades de la cultura británica descubren aspectos no demasiado conocidos de sus grandes de la literatura, de Shakespeare a Mary Shelley, de una forma amena y muy didáctica.


En el primer documental, por ejemplo, Tony Jordan, guionista televisivo y responsable, entre otros, de la archiconocida telenovela EastEnders, indaga en los motivos que llevaron a Charles Dickens a modificar en el último momento el final de Grandes esperanzas. En otro de ellos, el actor Simon Russell Beale se adentra en la polémica cuestión de la autoría en las obras teatrales del Bardo de Avon. Les acompañamos a examinar las fuentes y nos maravillamos ante las joyas que esconden la National Library o el entusiasmo con que los estudiosos de distintas universidades nos regalan sus conocimientos.


Solo por la calidad de las obras comentadas, estos documentales ya serían una delicia, pero es que esa "vida secreta" que nos descubren arroja luz sobre temas que quizá aún no conozcamos o que no nos hayamos parado a analizar, como sucede con la relectura adulta y contemporánea que la periodista Bidisha hace de Jane Eyre.


Para completar la experiencia, los documentales se enmarcan dentro de un proyecto de "universidad abierta" de la BBC, que incluye una aplicación gratuita para móviles y tabletas, así como unas breves introducciones en formato electrónico (epub y pdf) a los autores y las obras que se examinan durante los episodios.


No tengo mucho más que decir, solo animar a todo el que se deje caer por aquí a dar una oportunidad a estos fantásticos documentales; en el mejor de los casos, quizá nos lleven a volver a leer a los clásicos o a descubrir aquellos con los que aún no nos hemos atrevido. En el propio iplayer de la web de la BBC aún está disponible el último episodio, pero en Youtube podemos encontrarlos sin problemas. Aquí os dejo el primero, espero que os guste tanto como a mí.






miércoles, 29 de octubre de 2014

Mala, quizá. ¿Aburrida? No, por favor




Creo que llevo más de dos meses sin actualizar el blog. Podría poner mil excusas, como que tengo mucho trabajo, que los horarios brasileños hacen que el día se me pase volando y no tenga tiempo para nada, o que estoy dedicándole más tiempo a los libros que a las series y sobre ellos ya hablo en Goodreads (aunque quizá debería dedicarle un post a En la orilla, de Chirbes, que me tiene totalmente flipada). 


Pero la verdad es que ha sido una cuestión de vaguería. Temas siempre hay, lo que no hay es ganas de darles forma, de sentarse a reflexionar y a convertir el barullo de ideas que tengo en la cabeza en un discurso coherente. Y, echando un vistazo a algunos de mis blogs favoritos, veo que no soy la única que tiene el blog en barbecho. Espero que las chicas de By The Way o los chicos de Basura and TV retomen sus blogs, porque a ellos sí que se les echa de menos...


A todo esto, tampoco retomo el blog para hablar de los descubrimientos de la nueva temporada, como Jane the Virgin o The Affair (aunque todo llegará) sino para pensar en voz alta sobre esas series que no sabes si seguir o si sería mejor dejar por el camino. 


No suelo tener demasiada piedad con las series; cuando una historia deja de interesarme, corto por lo sano y voy a por la siguiente. Recuerdo que True Blood la dejé casi sin darme cuenta, allá por la cuarta temporada. Creo que no fui la única que se bajó del carro. Luego intenté ver la última temporada, sobre todo para ver cómo terminaba, pero no llegué a acabar ni el primer episodio... De ahí el título del post: no exijo que una serie sea buena, pero sí que necesito que sea entretenida. 


Hasta aquí, nada nuevo. No todas las series tienen que ser Mad Men. No siempre tenemos el paladar, el cuerpo o la mente para disfrutar de una trama lenta, bien contada, que se regala en los detalles. Si algo demostró el último Birraseries, celebrado hace un par de semanas durante el Festival de Series de Canal + en Madrid, es que las series deben ser puro entretenimiento y que los fans pueden encumbrar a lo más alto una serie que no está en el canon de las series "de calidad". 


El problema surge cuando una serie que te ha regalado grandes momentos, sea buena o mala, comienza a aburrirte. Les tienes cariño a algunos personajes, te gustaría saber cómo termina de irles en la vida, quieres verlos felices, o quizá quieres verlos morir. En cualquier caso, quieres darles un final digno. La cuestión es que sus creadores no están por la labor de hacerlo y les ves arrastrarse por tramas que ya no interesan, en temporadas aburridas que se estiran como un chicle al que ya no le queda sabor. Supongo que de ahí viene el famoso "hate watching"...


Pero, ¿qué hacer con Downton Abbey, una serie espectacular en su factura, una delicia para la vista, pero cuyas historias parece que ya no dan más de sí? Nunca destacó por su sutileza o por sus altas miras en cuanto a las historias que pretendía desarrollar, pero siempre ha sido un culebrón perfecto. El problema es que, sobre todo en esta última temporada, a la mitad de los personajes me los cargaría y, a la otra mitad, querría darles ya un final. Me cuesta ver una vez más a Bates y a Anna penando por el tema de siempre, a lady Edith sufriendo y afianzándose en el papel de amargada y, ahora, acosadora. Me enfada la actitud de Robert y casi habría preferido que esa trama de infidelidad hubiera llegado a alguna parte. Al menos nos habría dado carnaza. 


Downton Abbey lleva ya tiempo planteando posibles tramas que, al final, se quedan en nada. Solo hay que ver que en el último episodio, uno de los momentos cumbre era que ¡lady Mary se había cortado el pelo! Supongo que mientras siga teniendo audiencia seguiremos viendo a los Crawley con sus (cada vez más) pequeñas miserias, pero me gustaría que la serie acabase. Me daría pena tener que dejarla a estas alturas y, sin embargo, cada vez me acerco más a esa decisión. Espero que el próximo episodio ofrezca algo sustancial.

viernes, 11 de abril de 2014

Casual Friday: John Dowland



Buenos días, chavalines. Hoy, para celebrar la llegada del viernes os propongo a un autor de finales del siglo XVI, pero no vale asustarse antes de tiempo, ¿eh?


John Dowland fue un compositor inglés (aunque se discute si acaso fuera de origen irlandés), que desarrolló su carrera en la pérfida Albión (me encanta esta expresión, qué queréis que os diga), aunque también recaló en París y en la corte danesa de Christian IV. Tuvo la mala suerte de convertirse al catolicismo en plena Reforma, lo que le conllevó algunos problemas con sus "clientes" protestantes de la corte isabelina. 


Sus obras, compuestas principalmente para laud, destacan por una enorme melancolía, muy de moda en la época, que fueron luego retomadas por otros autores posteriores, como el Nocturno sobre un tema de Dowland para guitarra de Britten.


La pieza que traigo hoy al blog es la archiconocida Flow My Tears (aquí la partitura, y aquí la versión que Sting hizo hace unos añitos), pavana compuesta inicialmente para laud y que hacia 1600 se convertiría en canción al agregarse el texto que aparece a continuación del vídeo (por cierto, la traducción de la letra esta vez no es mía, sino que procede de aquí). La versión que os propongo es la de la soprano argentina especializada en música antigua Valeria Mignaco, acompañada por el laudista Alfonso Marín.


Espero que os guste. ¡Feliz fin de semana!







Flow, my tears, fall from your springs!                 
Exiled for ever, let me mourn;
Where night's black bird her sad infamy sings,
There let me live forlorn.


Down vain lights, shine you no more!
No nights are dark enough for those
That in despair their lost fortunes deplore.
Light doth but shame disclose.



Never may my woes be relieved,
Since pity is fled;
And tears and sighs and groans my weary days
Of all joys have deprived.


From the highest spire of contentment
My fortune is thrown;
And fear and grief and pain for my deserts
Are my hopes, since hope is gone.



Hark! you shadows that in darkness dwell,
Learn to condemn light
Happy, happy they that in hell
Feel not the world's despite.
Fluid, lágrimas mías, brotad de vuestras fuentes.
Exiliado para siempre, lloro mi pérdida.
Allí donde el pájaro negro de la noche canta su dulce infamia,
allí podré vivir yo, triste y abandonado.

Cesad luces vanas, no brilléis más.
Ninguna noche es lo bastante negra para aquellos
que desesperados añoran sus pasadas fortunas.
La luz sólo descubre la vergüenza.

Mis penas nunca serán calmadas
porque la piedad se fue.
Y lloros, suspiros y gemidos.
Mis cansados días han quedado privados de toda alegría.

Después de la más alta vuelta de felicidad
Mi fortuna ha sido precipitada
y miedo, dolor y pena son mi única esperanza
porque esperanza ya no hay

Escuchad, sombras, pueblo de tinieblas,
aprendez a despreciar la luz
Felices felices quienes en los infiernos
no sufren los ultrajes de este mundo