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lunes, 20 de julio de 2015

Piku: escatología y sentimientos




La peli de hoy ha sido una sorpresa. No tenía demasiadas esperanzas y tengo que reconocer que he acabado rendida a sus encantos. Con un elenco de estrellas como el que nos ofrece y viniendo de Yash Raj Films, una de las mayores productoras del país, esperaba una de esas pelis enormes… O bien un humor que no me iba a llegar: hay que reconocer que el humor es algo muy cultural y, cuanto más alejados estemos de la realidad que muestra la película, mayor será la dificultad de captarlo.


Os voy a contar una de mis teorías absurdas: hay dos tipos de filmes en el cine indio. Por un lado tenemos las producciones megalomaniacas, donde todo es poco y la grandiosidad, el brillo y la exageración son esperables y bienvenidos, ya sea desde la modernidad o desde la mirada al pasado. Por otro, están esas pelis en que el argumento, la música, las interpretaciones, todo es pequeño. No es que las intenciones de uno u otro tipo sean distintas, todas quieren entretener, pero el medio para llegar a su fin es completamente distinto. 


Ambos tipos de pelis me gustan. Adoro los dramas más grandes que la vida con Shahrukh o la acción pasada de rosca de Salman. Y siempre es un buen momento para las pelis "programáticas" de Aamir, con sus buenas intenciones y su moraleja final. Pero de todos los Khan, probablemente sea Irrfan el menos galán, el más contenido (y por ello quizá el más presente en pelis occidentales) y el que mejor encaja en esas pelis discretas, pero que llegan muy adentro. Y cada vez que lo veo, más me gusta, a pesar de que su atractivo es el menos evidente.


No sé por qué en muchas ocasiones hablo por aquí de pelis grandes, que a poco que te interese el cine indio no necesitan presentación, y me olvido de recomendar esos filmes más invisibles. Será el brillo, que me ciega el entendimiento. O tal vez sea que esas películas pequeñas son más difíciles de vender como cine típicamente indio. O incluso se deba a que me han gustado tanto que no sé cómo hacer para escribir sobre ellas de una manera más objetiva. Me pasó con English Vinglish y me pasó con The Lunchbox, dos pelis maravillosas que quizá aparezcan por aquí cuando las vuelva a ver, pero no quiero que me pase hoy. Así que os recomiendo vivamente Piku, que además, se estrenó hace no mucho.


Piku es el nombre de la protagonista, interpretada por Deepika Padukone, una arquitecta soltera que, en la treintena, mantiene un precario equilibrio entre su vida laboral-personal y el cuidado de su padre, Bhaskor Banerjee, un septuagenario intelectual, hipocondriaco, contestón, egoísta y entrañable de origen bengalí, al que da vida uno de los grandes del cine indio: Amitabh Bachchan. La difícil relación con su padre, cuyo tema favorito de conversación es su salud intestinal, y que no duda en boicotear cualquier conato de relación amorosa de su hija, ha hecho que esta viva estresada y se comporte de forma desagradable con todo el mundo. Cuando Piku acepta acompañar a su padre de Delhi a Calcuta para visitar la antigua casa familiar, el único dispuesto a llevarlos en coche a través de los 1.500 km que separan ambas ciudades es Rana Chaudhary (Irrfan Khan), el dueño de la empresa de taxis que normalmente utiliza Piku para ir al trabajo.


Piku es una comedia con algo de road-movie, algo de romance, algo de drama familiar, pero el resultado es más que las suma de sus partes. El director Shoojit Sircar nos ofrece una peli de temática muy distinta a su último film, Madras Café, y acierta de pleno en el tono, manteniendo un fino equilibrio en la comedia, sin caer en la vulgaridad. Es de las pelis más divertidas que he visto en los últimos tiempos, y no solo indias. Los momentos cómicos que nos regalan Bachchan y Padukone son antológicos, de carcajada segura, y no tardamos en coger cariño al resto de personajes.


Es una película en la que no hay demasiada acción y todo el peso recae en los personajes, con diálogos continuos que nos van desvelando todo un entramado de relaciones que resultan muy cercanas a pesar de la enorme diferencia cultural. El romance también es leve, desarrollándose poco a poco, a través de conversaciones banales. Y, sin entrar en detalles, diré que el final es muy satisfactorio. La bonita música de Anupam Roy está muy velada y acompaña bien las escenas, sin que haya ningún momento en que moleste o interrumpa la acción. Por último, destacaría las preciosas imágenes de la ciudad de Calcuta, que dan ganas de coger un avión y plantarse allí a dar un paseo en bici…


Como ya he dicho, una película pequeña, nada pretenciosa, con unas interpretaciones excelentes y que deja un estupendo sabor de boca. Perfecta para aquellos a quienes el artificio de las pelis más bollywoodienses no les acaba de llegar, o para descansar de sus oropeles. Me ha gustado tanto que probablemente vuelva a verla, tiene toda la pinta de ser un perfecto “lugar feliz”.






lunes, 6 de julio de 2015

Wake Up Sid: hacerse mayor, pero no demasiado



La película que hoy os propongo tiene ya unos añitos, pero no se le nota demasiado y puede ser un plan perfecto para una tarde sin mucho que hacer. 


Wake Up Sid es la historia de Siddharth Mehra, interpretado por un casi debutante Ranbir Kapoor, un niño bien al que solo le preocupa divertirse con sus amigos, disfrutando del flujo constante de dinero que le proporciona su padre, dueño de una empresa. En una fiesta conoce a Aisha (Konkona Sen Sharma), una chica algo mayor que él, seria y responsable, que ha llegado a Mumbay desde Calcuta con la intención de convertirse en escritora. 


Cuando Sid descubre que ha suspendido los últimos exámenes tiene que enfrentarse a la cólera de su padre y, tras una discusión, se va de casa para terminar ante la puerta de Aisha, que lo acoge en su apartamento temporalmente. Pero el pobre Sid no sabe ni freir un huevo, literalmente. El resto ya nos lo podemos imaginar...


Ranbir Kapoor está perfecto como joven rico y despreocupado, aunque entrañable en su infantilismo. Para mí, es uno de los actores clave del cine indio actual y, aunque se nota que en esta peli de 2009 aún no tenía demasiadas tablas, está encantador en la mayoría de escenas. A Konkona Sen Sharma, a pesar de la dilatada carrera que muestra imdb, es la primera vez que me la encuentro y, aunque no está mal, no sobresale especialmente. Tampoco me parece que tengan una química especial. Del resto de personajes destacaría al gran Anupam Kher, que interpreta al padre de Sid.


Si buscamos un retrato realista de las dificultades de los jóvenes a la hora de buscar trabajo o hacerse un lugar en la sociedad, esta película no es para nosotros. Sin embargo, a pesar de caer en algunos tópicos, resulta fresca y agradable de ver, aunque a veces sorprende la facilidad con que todo les va saliendo bien a los protagonistas. El conflicto apenas se vislumbra y los protagonistas lo esquivan totalmente indemnes.


La música resulta un poco pesada en algunos casos y solo destacaría un tema que aparece casi al principio de la peli. El único baile de todo el film se encuentra en los títulos de crédito finales, donde encontramos la canción que da título a la película. Una lástima, porque Kapoor baila que te mueres. En fin, nada que merezca la pena.


Podría parecer que la peli no me ha gustado, y eso tampoco es así. Me ha parecido muy bien rodada, rápida y muy entretenida. No es nada exigente y con dos horas y poco de metraje, se deja ver muy bien. Eso sí, no es de las pelis que se nos quedarán en la memoria. Para pasar el rato.




lunes, 29 de junio de 2015

Dum Laga Ke Haisha: venciendo los prejuicios




No sabría decir si se trata realmente de una tendencia o de si la visibilidad de las mujeres con sobrepeso continúa siendo algo anecdótico. Hay tal abundancia de información gracias a Internet que ya no sé si soy yo quien magnifica un fenómeno que quizá sigue siendo minoritario y en el que me fijo simplemente porque me afecta.


Supongo que, en respuesta a la obsesión por la belleza exterior y los cuerpos esculturales (muchas veces escondida tras una supuesta preocupación por la salud), tenía que salir a la luz la necesidad de muchas personas obesas por aceptarse, valorarse y hacer ver a los demás que también somos válidos y bellos. Si los "friquis" lo han conseguido, quizá ahora sea el momento de reivindicar nuestra diferencia.


Ya digo que quizá su relevancia real sea mucho menor de la que yo percibo, pero mi impresión personal es que sí se están haciendo esfuerzos por mostrar que las gordas también existimos. Desde modelos de tallas grandes a protagonistas en series, como la Rae de My Mad Fat Diary, de la que hablé aquí el otro día, o la Molly de Mike y Molly, vamos viendo que las mujeres con sobrepeso dejan de ser secundarias graciosas para hacerse con papeles protagonistas.


La película de hoy, además, demuestra que esto no se limita a Occidente, sino que esta obsesión por los cuerpos perfectos y la demanda de aceptación por parte de quienes no se ajustan a este canon acaba siendo universal.


Dum Laga Ke Haisha ("Invierte toda tu energía") se estrenó hace tan solo unos meses y, si no me equivoco, formó parte de las pelis que la industria india presentó en Cannes con la idea de distribuirla en Europa. Veremos si realmente llega a estrenarse en salas por estos lares.


La película nos lleva hasta los años noventa y nos cuenta la historia de Sandhya, una muchacha de clase media, educada, inteligente y trabajadora, pero con sobrepeso, a la que casan con Prem, un joven que tiene una tienda en la que graba casettes en el mercado de Haridwar, ciudad santa en la ribera del Ganges. Ninguno de los dos tiene demasiadas posibilidades de optar a algo mejor, por lo que aceptan la propuesta de matrimonio de sus familias y se casan en una ceremonia conjunta con otras parejas.


Sandhya (estupendo debut de Bhumi Pednekar) sufre el desprecio de su marido, que se avergüenza de ella y no duda en mostrarlo, y la incomprensión de su familia política, con la que ahora vive y que no ve en ella más que una fuente de ingresos para mantener su precaria economía.



No nos encontramos ante una película masala ni un Bollywood al uso. Aquí no hay mezcla de géneros ni disfrutamos de un gran espectáculo, con grandes paisajes y mil artificios. Es una historia pequeña y sincera, que huye de los clichés y en la que la química entre los personajes es evidente. Los actores resultan cercanos y creíbles. La banda sonora correa a cargo de Anu Malik, rescatado del casi olvido como el gran Kumar Sanu. Así que sí, la música también tiene ese aire noventero que a mí particularmente me encanta...


Aunque la película tiene algunos elementos cómicos que aligeran el peso de la trama, a veces esta resulta dolorosa de ver. Desde mi óptica de mujer occidental, me cuesta entender por qué Sandhya soporta una relación que no le ofrece nada. Comprendo la actitud de los personajes y aprecio la sinceridad con que están retratados, pero yo en su lugar habría seguido la máxima de "mejor sola que mal acompañada". Así que, entre otras cosas, la película sirve para mostrarnos que hay otros puntos de vista y que nuestra actitud, tan europea, no es el único camino válido. Sobre todo teniendo en cuenta que la acción tiene lugar hace veinte años.


Así, por un lado, tenemos a dos personajes un poco inadaptados intentando que su relación funcione, algo que siempre resulta interesante. Por el otro, es un poco difícil empatizar con el personaje de Prem. Y al acabar la película no puedes dejar de preguntarte si eso realmente es un final feliz o si la resolución resulta un poco patillera y precipitada. Aun así, para mí sí merece la pena ver la película, aunque solo sea para ver el papel de la mujer, y en especial, de ese tipo de mujer, en esa sociedad.






lunes, 22 de junio de 2015

Jab Tak Hai Jaan: así que pasen diez años




Hace unos días comentaba en Twitter que estaba con ganas de ver un dramón, una historia de amor de esas más grandes que la propia vida. Me apetecía pegarme una llantina, sufrir mucho y luego terminar con los lagrimales limpitos, limpitos. Y con el corazón contento.


El caso es que me puse a mirar por Internet y di con Jab Tak Hai Jaan (Te amaré hasta la muerte es el título que le han dado para su distribución en países de habla hispana), de la que no había oído hablar gran cosa. Pero conociendo un poco el estilo de Yash Chopra (que murió poco antes de poder acabar la película) y después del magnífico sabor de boca que Veer-Zaara me dejó, era la candidata ideal. Verla podía ser un tributo y era casi una obligación.


La película cumple todos los requisitos: es una gran historia de amor, de las que traspasan el tiempo y las fronteras. Está protagonizada por el galán por excelencia, nuestro Shah-Rukh Khan, que una vez más logra encarnar al hombre perfecto, al héroe total. Las localizaciones son magníficas y la factura técnica está más que conseguida, con unos paisajes preciosos. Y sin embargo, el filme no funciona, ni engancha ni emociona. Así que intentaré analizar por qué.


El argumento de partida es el siguiente: Akira Rai (Anushka Sharma), una intrépida periodista novel del Discovery Channel, lee por casualidad el diario de "el hombre que nunca muere", Samar Anand, que ha desactivado casi cien bombas durante su carrera en el ejército. Gracias a ese testimonio descubrimos que, diez años antes, Samar estaba buscándose la vida con pequeños trabajos en Londres, donde conoció a Meera Thapar (Katrina Kaif), una joven estudiante de clase alta a punto de casarse, de la que quedó irremediablemente enamorado. Pero su historia era imposible y, Samar, enfadado con el mundo, ahora desafía a Dios jugándose la vida en cada misión. Akira decide contar su historia en un documental y pasa unas semanas siguiendo al mayor y a su compañía en el norte del país.


Para comenzar, la protagonista femenina, Meera, la mujer que roba el corazón a Samar cuando no es más que un joven emigrante intentando abrirse camino, está interpretada por una actriz que no me convence nada. Katrina Kaif es preciosa, sí, pero he visto lombrices con mayor expresividad que ella. Además, se ha puesto dos butifarras a modo de labios que le impiden cerrar la boca y eso, quieras que no, distrae. Baila bien y lleva el vestuario con elegancia (no en vano es modelo), pero es que, para más inri, su personaje es uno de los más tontos que he visto últimamente. Ella desencadena todo el conflicto de la forma más absurda que te puedas imaginar y hace que toda la primera mitad de la película sea un poco ridícula. Además, su química con Khan, por increíble que parezca, es nula, lo cual tiene delito si tenemos en cuenta que la tercera en discordia es Anushka Sharma. Hay momentos en la peli en que realmente deseas que Samar se dé cuenta de que Akira vale mucho más que su antagonista y que con ella formaría una pareja mucho mejor. Como ya demostraron en Rab Ne Bana Di Jodi, entre ellos sí que surge la chispa...


Evidentemente no soy de las que buscan verosimilitud en las películas de Bollywood (un día tengo que hablar por aquí de Chori Chori Chupke Chupke, la peli que me enganchó por primera vez al cine de Bollywood, y que buena, lo que se dice buena, no es ni siquiera para los parámetros indios). Si quisiera realismo y coherencia, vería cine de arte y ensayo, pero es que aquí tenemos momentos de casi vergüenza ajena. Ya en la primera escena vemos a Samar salvando a Akira de morir ahogada porque el agua del lago al que se ha lanzado de cabeza está muy fría (sí, en serio), pero no llegamos a saber cómo ha llegado a la roca desde la que se tira al agua... Es evidente que de algún modo tenía que acabar Akira en posesión del diario de Samar (que está en el abrigo con que la arropa después de salvarla), pero la escena me parece un poco tomada por los pelos y solo me cuadra como product placement de Puma (otro día hablamos de lo entrañable que resulta esta técnica en las pelis indias). Por no hablar de La Promesa, de que en diez años la protagonista no cambia ni de corte de pelo, de la amnesia o de la policía de Londres, que no duda en dejar que un tipo desconocido se acerque a una mochila-bomba...


La banda sonora corre a cargo de A. R. Rahman, el Mozart de Madrás, al que no hace falta ni presentar. Pese a su fama y sus galardones, o quizá precisamente por eso, yo estoy empezando a cogerle un poquitín de manía. Aquí presenta el típico pop-fusión-pastiche blandito que caracteriza a sus bandas sonoras más recientes. Si acaso, destacaría únicamente el tema Heer Heer, que a su vez es un ejemplo perfecto de los gustos de Rahman (por  cierto, aunque las bandas sonoras de Yash Raj no suelen estar en Spotify, este tema concretamente sí que se puede escuchar ahí).


Parece mentira que con unos ingredientes como estos, con uno de los mejores directores de la industria, un guionista de probadísima eficacia, un actor protagonista que arrasa, el compositor más galardonado del país y unas localizaciones preciosas (tanto en Londres como en Cachemira) haya salido un producto tan insulso. Según leo, la peli gozó de éxito internacional tras su estreno en 2012, pero tan solo unos años después parece que ya nadie se acuerda de ella. Y, si dependiese de mí, ahí seguiría. Una pena de oportunidad desaprovechada.








jueves, 27 de noviembre de 2014

Queen: cine indio para todos los públicos




A pesar de la aparente inocuidad del cine indio, tan alegre y tan decente, no todas las películas son para todos los públicos. Pese a lo que pueda parecer, en este blog no hablo ni de la mitad de los filmes que veo. Unos son directamente malos; otros, no me han dicho gran cosa. 



Finalmente están esas películas que creo que no he entendido porque me faltan referencias culturales. En muchas ocasiones tengo la impresión de que se me escapan elementos fundamentales. Hay elipsis que para mí no tienen sentido, menciones que no logro captar y no sé si se debe a un problema de los subtítulos o a que hay que conocer muy bien la cultura para saber de lo que están hablando.



Como algunos sabéis, la India es mi asignatura pendiente. Es un país que siempre me ha atraido pero que aún no he tenido la suerte de visitar (lo sé, soy una triste, obsesionada a mi edad con un país que no conozco). Su comida y su cine son pequeños sucedáneos hasta que, algún día, el binomio tiempo-dinero me permita hacer ese viaje que tantos cuentan que cambia la vida. Entre tanto, seguiremos soñando.


En fin, que con la película que recomiendo hoy no corremos riesgo alguno. Para empezar, porque es Bollywood, pero va mucho más allá. Yo la considero, de alguna manera, heredera de aquella Monsoon Wedding de principios de este siglo XXI y, después más claramente, de la estupenda English-Vinglish. Pese a su bajo presupuesto y a su tibia recepción inicial (que fue creciendo a medida que pasaban las semanas), ha sido una de las películas más populares de este año en el país, con éxito de crítica y público, y no me extrañaría verla proyectada en alguna sala o en algún ciclo en España o en otros países fuera del círculo de exhibición habitual de las pelis indias.


El argumento, como sucede en tantas ocasiones, es bastante simple: Rani (fantástica Kangana Ranaut) es una tímida joven de familia conservadora. Un par de días antes de su boda, su prometido la deja plantada, ya que considera que él ha cambiado y que sus estilos de vida ahora son demasiado distintos. Como la luna de miel ya estaba organizada, Rani decide decide aprovechar el viaje a París, la ciudad de sus sueños, y se marcha sola. 


Vikas Bahl (director también de Lootera, una de mis pelis favoritas del año pasado y de la que tengo pendiente un post) deja de lado las historias de amor para ofrecernos una dramedia de crecimiento personal y autoconocimiento. No en vano se estrenó la víspera del 8 de marzo. La película es convencional, pero no tanto si tenemos en cuenta su punto de vista y la cultura en la que se enmarca. Además, va un paso más allá que, por ejemplo, English-Vinglish a la hora de retratar el empoderamiento de la mujer. Rani evoluciona, aprende y se libera. Es capaz de abrirse a otras ideas y de apreciar lo que tiene a su alrededor, sin perder su identidad en ningún momento, pero reafirmándose como mujer cueste lo que cueste. 


La película nos muestra la capacidad de adaptación de la protagonista, alejada de esas diosas del cine indio que solemos encontrar y que, por desgracia, aportan poco más que una cara bonita. Aunque su inocencia le juega alguna que otra mala pasada, no tarda en hacerse con la comprensión y la amistad de quienes la rodean. Los distintos encuentros que tiene, la forma de relacionarse con mujeres y con hombres, con indios y con personas de otros países, nos enseñan que algunos sentimientos son universales, independientemente de la procedencia y el bagaje cultural de cada uno. Es cierto, a la película le pesan en ocasiones muchos clichés (supongo que es inevitable; nosotros tampoco somos un ejemplo a ese respecto), pero tenemos que asumir que es parte del encanto de este tipo de pelis, que hay que ver con candidez y desvergüenza.


En definitiva, una película divertida pero con alma. Sencilla en su planteamiento y en su ejecución, cumple con creces su objetivo y deja buen sabor de boca. Muy india y muy multicultural. Muy hija de su tiempo y muy atemporal en sus pretensiones. Ojalá caiga pronto otra película de su estilo, porque aunque no tenga tantos colores (aunque toda la película es un festival para la vista), ni bailes (aunque la banda sonora de Amit Trivedi es deliciosa y está perfectamente integrada), ni historias de amor (aunque rebosa sentimientos), me ha encantado.






miércoles, 13 de agosto de 2014

Era uma vez eu, Verônica: realismo en la playa



Ya sé que para los hispanohablantes el portugués no es precisamente como el húngaro, pero estos días por fin he terminado mi primer libro y hace algo más de una semana vi mi primera película, así que estoy contenta: objetivo superado.


El libro, Mad Maria, sin ser nada del otro mundo, me ha gustado bastante y me ha servido para darme cuenta de que ya puedo enfrentarme a literatura más seria. Si a alguien le interesa, la minirreseña, como es habitual, está en goodreads. Ahora a ver si tengo tiempo y me animo a ver la miniserie basada en el libro.


En cuanto a la peli, se trata de Era uma vez eu, Verônica, y fue el colofón a nuestro curso de portugués en Carioca Languages (escuela muy recomendable; si tengo tiempo, ya os hablaré de ella). La pequeña trampa es que la vimos con subtítulos en inglés, cosa que agradecí debido al ruido infernal que entraba de la calle y que impedía oir bien los diálogos.


Tengo que reconocer que no estoy en absoluto familiarizada con el cine brasileño. Y no exagero: creo que, además de esta peli, solo he visto Tropa de élite, Cidade de Deus y Central do Brasil. Ya lo sé, no es como para sentirme orgullosa... Pero nunca es tarde, ¿no?


El filme de Marcelo Gomes ofrece una imagen de Brasil totalmente opuesta a la postal que todos tenemos en la cabeza. Y eso es bueno. Huye de los tópicos extremistas de playa o favelas para llevarnos a una realidad mucho más comprensible y cotidiana. La Verônica del título, fantásticamente interpretada con gran contención y naturalidad por Hermila Guedes, es una médico recién licenciada que comienza su residencia de psiquiatría en Recife. Haciendo uso del mismo magnetofón que la acompañara durante la carrera, va confesándose y analizándose como si fuera su propia paciente. 


La vemos en su día a día, atendiendo a sus pacientes, saliendo con sus amigas, disfrutando del sexo, cuidando de su padre... Verônica se enfrenta a todo, se ocupa de todo, se da a todos, física y mentalmente, hasta que queda vacía. Luego, no le queda nada para sí misma. La película no es cruel, ni dura, pero tiene una pátina de melancolía que de algún modo duele. 


El acierto del guion es precisamente la ausencia de acción; al igual que la protagonista, nos mecemos en la calidez y el vacío. Quedamos suspendidos en largas tomas en las que apenas sucede nada. El retrato es casi documental y es curioso que el título aproveche el famoso "érase una vez" para llevarnos al opuesto del cuento de hadas. Si hay alguna magia y algún milagro en la película es la supervivencia y la fortaleza silenciosa de la protagonista, la humanidad y la cercanía de su imperfección. Es una película que se ofrece tal cual, transparente, sin preguntas ni respuestas.


Por cierto, que otro elemento destacado de la película y que no quiero dejar pasar por alto es sus sonidos: tanto los ruidos ambientales, que para mí también forman parte de su alma y que, por sí mismos, constituyen una banda sonora, como la música. Además del frevo más tradicional que el padre de la protagonista escucha continuamente, encontramos varios temas adictivos (como este, o mi favorito, este otro) de Karina Buhr, una cantante desconocida para mí, pero que creo que no voy a perder de vista.


No es de extrañar que la película gozara de éxito en su paso por Toronto, Brasilia y San Sebastián. Sin ser una película que yo habría escogido (entre otras cosas, porque su somera descripción en imdb, por ejemplo, es totalmente engañosa), me alegro mucho de haberla visto y me ha dejado con muchas ganas de ver la última obra del director: O homem das multidões. Seguiremos informando.







martes, 12 de agosto de 2014

Madrás Café: un poco de historia contemporánea




El otro día, mi amiga P. hablaba en su blog de la ignorancia. Aunque estoy segura de que algo exageraba y ni por asomo será para tanto, a mí también me pasa algo parecido a lo que describía: reconozco que soy muy ignorante, me cuesta aprender aquello por lo que no siento una mínima afinidad y tengo una memoria bastante volátil, de forma que olvido con facilidad todo lo que no me interesa de algún modo, o bien recuerdo algún nombre, alguna fecha, etc. pero sin saber exactamente de qué iba el tema...


Sé que es bueno reconocer la ignorancia propia, pero a la vez me da bastante rabia no saber más, darme cuenta de que he olvidado cosas o descubrir que no recuerdo algo que ya debería tener guardadito en la memoria. Así que cualquier excusa es buena para aprender, conocer, recordar, descubrir, memorizar, revisitar, afianzar, etc. Cualquier granito de arena siempre es bienvenido... La peli de hoy es perfecta para despertar la curiosidad o, al menos, eso es lo que me ha provocado a mí. Y, claro, no he podido dejar de acordarme de ella. Así que, esta peli es para ti.


Lo primero que hay que destacar es que, ¡sorpresa!, Madrás Café no es Bollywood. Como ya viene siendo habitual en algunas películas indias de los últimos años, aquí no hay música, ni bailes, ni colorines, ni romance con final feliz, sino que, a partir de un acontecimiento histórico, Shoojit Sircar construye un thriller político bastante bien llevado. Si queréis ver la peli totalmente libres de spoilers, este sería el momento de dejar de leer (en los canales habituales la encontraréis con subtítulos en inglés).


Reconozco que en algunos momentos me resultó algo confusa, pero probablemente eso se deba más a mi desconocimiento del contexto que a la película en sí. Así que, por si alguien tampoco sabe demasiado del tema (yo sabía de la existencia de los "Tigres Tamiles", pero poco o nada más del conflicto), ahí va un pequeño resumen de lo que he conseguido encontrar navegando por Internet. Así, si os animáis a ver la película, ya tendréis algo más de camino recorrido que yo. Si alguien conoce más del tema y quiere aportar algo o corregirme, será más que bienvenido, porque el tema es delicado.


Desde 1983 y hasta 2009, Sri Lanka vivió en un estado de guerra civil debido al continuo enfrentamiento entre el gobierno y los llamados Tigres Tamiles (o LTTE, Liberation Tigers of Tamil Eeram), movimiento insurgente creado por Velupillai Prabhakaran en 1973 y clasificado como terrorista por Estados Unidos y la UE. Este grupo pretendía la creación de un estado independiente para la minoria tamil en el norte y el este de la isla. 


Usando el método del atentado suicida, ha sido el único grupo que ha logrado asesinar a dos líderes mundiales: el ex primer ministro indio Rajiv Gandhi (hijo de Indira Gandhi y, por tanto, nieto de Jawaharlal Nehru) en 1991 y el presidente de Sri Lanka Ranasinghe Premadasa in 1993. Tras varios intentos de treguas y alto el fuego, finalmente el gobierno esrilanqués inició una fuerte ofensiva que acabó con la derrota del movimiento y la muerte de sus líderes.


La ONU estima que, durante los más de 25 años de guerra civil, entre 80.000 y 100.000 personas murieron por causa de los enfrentamientos. Además, la guerra provocó unos 300.000 desplazados. Y parece que la herida aún está lejos de cerrarse.


Lógicamente, Madrás Café parte del punto de vista indio de un hecho histórico que le afectó profundamente. No entiendo muy bien el motivo que llevó a los creadores a cambiar el nombre del grupo terrorista por LTF o inventarse un nombre para su líder, que en la película es Anna Bhaskaran, pero eso tampoco es tan importante cuando es más que evidente quién es quién. Otra cosa, que el póster no os lleve a engaño, la periodista tiene un papel bastante limitado en el film y casi todo el peso recae sobre el actor John Abraham, que interpreta a Vikram Singh, oficial de la inteligencia india desplazado a la isla vecina durante la intervención de su país en el conflicto. En un largo flashback vamos descubriendo la red de espionaje y los infructuosos esfuerzos que tanto él como sus colegas llevan a cabo para impedir el atentado que termina por costarle la vida a R. Gandhi.


Ya he comentado que en algún momento resulta confuso el desarrollo de los acontecimientos y el continuo cambio de ubicación. Yo terminé por parar la peli unos minutos y consultar Google Maps para ver dónde quedaba exactamente cada una de las ciudades por las que iban recayendo los personajes. Pero esto es una cuestión personal y supongo que tampoco es necesario.


Como era de esperar, la peli tuvo buenas críticas en la India y provocó la ira de los tamiles, que consiguieron impedir que se estrenase en Reino Unido. Yo, que no soy en absoluto fan de este tipo de thrillers, disfruté bastante, así que creo que puede ser una buena opción para los amantes del género. Y, lo que es más importante, se sale de los cánones habituales de guerra fría y demás, lo que nos permite adentrarnos en una realidad para muchos desconocida. Aquí os dejo el tráiler; si le dáis una oportunidad, ya me contaréis qué os ha parecido.



lunes, 14 de julio de 2014

Veer Zaara: sacrificio por amor




Tengo esto últimamente un poco abandonado. Podría justificarme diciendo que la Copa de Mundo me ha tenido sorbido el seso, pero ya sabéis que no soy nada futbolera, así que ni esa excusa me vale. Simplemente he estado con otras cosas... Ya sabéis, la vida...


Hoy quería hablar de la última peli india que vi. Me encanta echar la tarde del sábado viendo pelis indias: tres horitas de peli con su intermedio como Dios manda, en pleno cliffhanger. Terminas de comer, media hora de paseíto con el perro, preparas un cafelito y un dulce, te pones la peli y ¡hala! ya está la tarde amortizada.


Veer Zaara ya tiene unos añines: es de 2004. Lo que no sé es cómo aún no la había visto. Sus protagonistas son "el rey" Khan y Preity Zinta, en la última película que dirigió el prolífico Yash Chopra. Conviene recordar que Chopra fue, además, fundador de Yash Raj Films, la productora de este film y de muchas de las pelis que más me han gustado del cine indio. Tienen un sello especial, así que lo raro es que esta no hubiera caído antes.


Se trata de un drama romántico, lo cual tampoco es ninguna sorpresa. Aunque el cine indio se ha renovado mucho últimamente tanto en las historias como en la forma de contarlas, estamos hablando una peli de hace una década. El director busca deliberadamente una película "a la vieja usanza". Además, creo que Chopra, indio nacido en Lahore (Pakistán), ofrece con esta película un alegato personal sobre la necesidad de comprensión entre indios y pakistaníes. Pero vayamos por partes. 


Shah-Rukh interpreta al piloto de las fuerzas aéreas indias Veer Pratap Singh, encargado de dirigir labores de rescate. Cuando lo conocemos, lleva 22 años en una cárcel paquistaní, sin hablar y olvidado por el mundo hasta que la abogada y activista Saamiya Siddiqui (interpretada por Rani Mukerji) se interesa por su caso. Ahí comienzo un largo flashback en el que descubrimos el amor imposible de Veer, hindú del Punjab, y Zaara (Preity Zinta), musulmana de Lahore. Ambos se conocen cuando esta cruza la frontera a espaldas de su familia para ir a esparcir las cenizas de su aya a Kitrapur, ciudad santa para los sikh. El autocar en el que viaja sufre un accidente y Veer tiene que rescatar a los ocupantes. Al ver que Zaara está pasando por algunas dificultades, decide acompañarla en su viaje al Punjab y así enseñarle la belleza de la región. Como es de esperar, se enamoran, pero su historia no puede tener un final feliz.


Supongo que al hacer una película de tres horas de duración es imposible no mezclar géneros, desde lo musical (con unas canciones muy bien integradas en la trama, por cierto) hasta el drama judicial. También es cierto que, como ya sucede otras veces, si le damos demasiadas vueltas a la trama vamos a encontrar algún que otro fallo. Pero la historia en sí es deliciosa, la fotografía es muy bella y los protagonistas inspiran ternura. 


La película carece de cualquier tipo de cinismo y, en ese sentido, también podríamos compararla con el cine más clásico. De hecho, el director busca deliberadamente ese tono hasta en lo musical, aprovechando melodías antiguas y olvidadas. La pátina de la imagen también tiene cierto aroma antiguo. Su protagonista es un galán por antonomasia, de los que ya no quedan y, aunque el argumento es un melodrama que casi roza el camp, es un alivio ver una peli sin pretensiones, sin antihéroes ni grises. Este tipo de filmes ya no se hacen en occidente y probablemente nuestro yo más resabiado esbozaría media sonrisa si al final de un discurso durante un juicio en una película americana el público aplaudiera. Pero eso mismo resulta inocente, cálido y reconfortante en una película como Veer Zaara. Y eso, en ocasiones, es perfecto.




lunes, 28 de abril de 2014

El sex-appeal de lo convencional: Fading Gigolo





Creo que era Michel Houellebeq en Plataforma quien hablaba que hay dos tipos de placer: el del descubrimiento y el del reconocimiento. Así, en ocasiones disfrutaríamos de conocer cosas nuevas, de la sorpresa y de lo inesperado, mientras que en otros casos nos complacería disfrutar de lo familiar, de aquello que ya conocemos y apreciamos, revisitándolo a sabiendas de lo que nos vamos a encontrar y gozando del reencuentro.


Algo así me ha pasado con la última película que, gracias a Días de cine, pude ver el jueves pasado: Aprendiz de gigoló. Que el guion y la dirección fueran de John Turturro era un punto a favor, pero creo que todos los que estábamos en el cine queríamos disfrutar de Woody Allen. Sabíamos a lo que íbamos y, desde luego, lo encontramos.




El argumento no tiene demasiada complicación: al librero Murray Schwartz (Allen), que está en plena liquidación de su negocio, se le ocurre que la solución para sus problemas económicos y los de su amigo Fioravante (Turturro) es que este último se convierta en gigoló, aprovechando su contacto con una mujer de clase acomodada (Stone).

Si nos pusiéramos quisquillosos, diríamos que Turturro imita aquí a Woddy Allen, y quizá sea cierto. Pero el director/guionista/protagonista consigue rescatar la esencia de la comedia del maestro para, sin llegar a las cotas de genialidad que alcanzaron algunas de sus películas, ofrecernos una película ligera, sin grandes ambiciones, pero muy divertida. El mejor Allen, pero con la firma de otro grande.


Aprendiz de gigoló hace gala de un humor adulto, pero no en el sentido que el propio título podría sugerir. Antes bien, resulta elegante y bastante inocuo. Como comedia que es, evita sin problemas cualquier conflicto que su concepto mismo pudiera plantear y se centra más en la amistad y el contacto humano como remedio para la soledad. 


Los protagonistas están estupendos. Woody Allen, en un papel totalmente a su medida, siempre es bienvenido y el Fioravante de Turturro resulta creíble y entrañable. Vanessa Paradis es una actriz que suele irritarme y aquí consigue conmover, especialmente en una escena concreta (si veis la película, ya me diréis qué os ha parecido). Liv Schreiber y Sofía Vergara no tienen mucho que hacer y en cuanto a Sharon Stone, ¡qué bien le sientan los años a esta mujer! Está arrebatadora. Los elementos cómicos son constantes y la risa y la ternura se mezclan en una receta que hemos visto mil veces pero que siempre funciona (hay una escena con unos jueces judíos ortodoxos que es desternillante). Turturro consigue que nos riamos con y de la intolerancia religiosa, y que nos identifiquemos totalmente con la pequeña vida de estos neoyorquinos. 


Por último, me gustaría destacar dos elementos muy cercanos tanto a Allen como al director italoamericano: por un lado tenemos la presencia constante de Brooklyn, cuyas localizaciones son indispensables y muy acertadas. Por el otro, una banda sonora exquisita y muy multicultural, algo que subraya muy bien el espíritu de la propia película, con temas de jazz, evidentemente, pero también con chanson française o temas en italiano e incluso una preciosa versión en árabe del estándar de jazz I'm a Fool to Want You. Ah, y un último apunte, aunque casi me da vergüenza comentarlo: es muy recomendable en versión original. Los acentos, la mezcla de idiomas por parte de algunos personajes y el color de las voces quizá no sean imprescindibles para entender la película, pero creo que son fundamentales para disfrutarla.


En definitiva, una comedia que no se sale en absoluto de lo esperado, pero que cumple con creces con su objetivo: es muy amena y deja muy buen sabor de boca. Las carcajadas, el aplauso al terminar la proyección y los comentarios que se oían a la salida del cine fueron prueba de ello. Así, da gusto repetir. Muy recomendable.