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miércoles, 4 de febrero de 2015

Aventuras en el ensayo técnico






Estas semanas están teniendo lugar los ensayos técnicos previos a los desfiles del Carnaval de Río de Janeiro. Una de mis amigas, cuyo marido toca percusión en varias escuelas de samba, me invitó a ir con ella a disfrutar de uno de estos ensayos y no podía dejar escapar la oportunidad. Os cuento.




Aquí el carnaval se va cocinando a fuego lento durante todo el año. En las escuelas de samba se celebra una suerte de concurso interno para elegir la samba-enredo (se denomina así a la samba con una letra acorde al tema que la escuela ha elegido para el desfile) que los representará en el sambódromo. Se trata de un tema musical circular, ya que debe repetirse durante todo el tiempo que dure el desfile (según las bases del concurso, un máximo de ¡82 minutos!).



Por cierto, las bases del concurso de sambas en este templo del carnaval carioca son bastante extensas y complicadas, con nueve categorías o "quesitos" y cuatro jueces por cada una de ellas. Por ejemplo, se juzga la calidad de la samba-enredo, las carrozas alegóricas, los disfraces a juego, la armonía de todo el conjunto y la batería, que es el cuerpo de percusión de la escuela de samba y el verdadero corazón musical del desfile, ya que con la distancia es casi lo único que se escucha. Además, es el primer criterio de desempate.


El caso es que me fui al sambódromo, al que es muy fácil de llegar tanto en autobús (GoogleMaps es tu mejor aliado para mirar recorridos y horarios de bus en Río) como en metro (apenas diez minutos desde la estación Central do Brasil y algo menos desde Praça Onze). Lo malo de los ensayos técnicos es que no hay carrozas ni los grupos llevan el disfraz temático, aunque sí van uniformados. Lo bueno es que la entrada es gratuita y, visto los precios prohibitivos de las entradas, creo que en los ensayos es donde están los cariocas de a a pie (sí, si compras a través de la Liesa, en los días concretos en que venden las entradas, la cosa cambia, pero yo soy una guiri tonta que no lo sabía, y las agencias de viajes se aprovechan bien; ahora las entradas rondan los 150-200 euros por cabeza).





Como mi amiga me llamó a última hora diciéndome que no iba a poder venir, tenía dos posibilidades, volverme a mi casa o comprarle una cerveza a uno de los cientos de vendedores ambulantes que recorrían el graderío (recomendación práctica, hay que llevar un cartón, periódico o similar para colocarlo entre el hormigón sucísimo de las gradas y nuestro lindo trasero) y disfrutar del espectáculo sola. Y ya que estaba allí... Una de las cosas maravillosas de los brasileños es que rápidamente te acogen y terminé bailando con un grupo que había alquilado un minibús para venirse desde Petrópolis a ver el ensayo técnico. Que al mismo tiempo compartía sándwiches y cervezas con otro grupo familiar que había al lado. Porque aquí la gente viene de pícnic, queridos. Mayores, niños, neveras de plástico, cajas de corcho. Todo vale. El toque de realidad lo pusieron unos chavalines de, como máximo, ocho o nueve años que se afanaban entre los asistentes, recogiendo las latas y vasos que íbamos dejando. ¿Os he dicho que Brasil es campeona de reciclaje? ¿En un país en el que no se separan los residuos domésticos? Otro día os lo cuento...


El domingo ensayaban tres de las escuelas del Grupo Especial, que viene siendo algo así como la primera división de las escuelas de samba: Ilha, Portela (mi favorita, con un homenaje a los 450 años de la ciudad) y Salgueiro. Además, llevo más de un mes bailando sus sambas en las clases del gimnasio, así que casi no me hizo falta el cuadernillo que repartían en la entrada del sambódromo, con las letras de las canciones para que acompañes sin problemas a tu escuela favorita. Aunque me lo traje de recuerdo.


Seguro que ya sabéis que el sambódromo, en teoría, no es más que un sistema de gradas de hormigón a lo largo de algo más de 500 metros de la calle Marqués de Sapucaí. Pero es mucho más que eso. Para empezar porque su diseño corresponde al gran arquitecto brasileño Óscar Niemeyer. Y eso eleva y dignifica una construcción en la que la economía de las formas se somete plenamente a la función. El problema, que solo una mínima parte de las plazas disponibles están cubiertas. Y el domingo nos cayó el diluvio universal encima.


Las lluvias en Europa no son como aquí. Salvo excepciones, en España la lluvia es fría, constante. Aquí la lluvia es salvaje y torrencial. Caliente y agresiva. Y con un aparato eléctrico que deja víctimas mortales. Y entre el desfile de la Ilha y el de Portela, mientras hacíamos cola para ir al baño, se desató un tormentón. Entre eso y que ya eran las diez de la noche, se me acabó la fiesta. Con mis pintas de Miss Camiseta Mojada 2015 y el chapoteo de las zapatillas, lo que más me apetecía era agarrar un taxi (aquí hay tantos uruguayos y argentinos, que mejor evitar lo de "coger un taxi" y no es un mito, que realmente se ríen de ti), pero no hubo suerte. Lo bueno es que en el metro, camino de la zona sur, todos íbamos pingando... Y ya sabéis que mal de muchos...


El caso es que durante casi dos horas fuimos felices, en una comunión con un graderío repleto de gente totalmente entregada a la samba. En primer lugar salió la batería, hizo un pequeño recorrido y luego retrocedió para dar paso a la escuela con sus carros alegóricos (en este caso, unos carteles anunciando dónde irían las carrozas, no olvidemos que esto no era más que un ensayo), sus reinas, los distintos grupos de la escuela, etc. Casi ni me reconozco, pero tengo ganas de más. Tengo muchas ganas de Carnaval.



lunes, 12 de enero de 2015

Carioquidades: lanches y salgadinhos





Habrá que reconocer que la principal herencia culinaria que los portugueses dejaron en Brasil, y que se hace más que evidente en Río de Janeiro, es el omnipresente feijão. Encontramos todo tipo de alubias en guisos y ensaladas, desde la feijoada hasta el cocido. Pero, no nos engañemos, que sea la comida típica no significa que sea la más habitual (¡imaginaos con este calor!) y, aunque es cierto que al carioca le encanta echarle arroz y judías a cualquier plato, para mí, el plato estrella en Río es el pastel, o sea, la empanadilla de toda la vida.


En un país en el que no te ofrecen pan en los restaurantes resulta extraño que luego se pirren por los bollitos, cruasanes y empanadillas salados. Pero es así. En cada esquina de Copacabana te encuentras un establecimiento especializado en refrescos y comida rápida. Y no me refiero a un Starbucks ni a un MacDonalds. Aquí, por suerte, todavía impera el pequeño comercio y las marcas autóctonas. Una cosa más de la que podríamos aprender de ellos...


Por lo que se ve, el carioca no suele comer en casa. A toda hora, pero sobre todo durante el desayuno y a mediodía, las lanchonetes se llenan de gente que pide sus empanadillas, croquetas, pedazos de pizza, etc., todo ello perfectamente alineado en vitrinas acristaladas. Claro, siempre hay alguien que pide un sandwich, un bauru o una hamburguesa, pero eso lleva más tiempo de preparación y parece más que evidente que aquí lo que prima es la rapidez. Mi impresión es que aunque al brasileño le gusta comer fuera, aún no se ha llegado a esa sofisticación (y esnobismo, por qué no decirlo) que hay en la gastronomía del sur de Europa (y no, aquí tampoco ha llegado aún la avalancha de cupcakes, cronuts y demás zarandajas).


Una de las especialidades es la coxinha, una especie de croqueta rellena de pollo deshilachado y al que se le suele echar alguna salsa, desde ketchup hasta ajo. Pero también tenemos el quibe, que ha realizado un largo viaje desde Oriente Medio para colarse entre las comidinhas típicas, y que viene siendo una croqueta de sémola rellena de carne. Este también se come con salsa picante. Otra herencia oriental sería la esfiha, panecillo relleno de carne o queso. Volviendo a lo más típicamente brasileño tendríamos el bolinho de aipim (harina de mandioca), el folhado, la empadinha, el risolé... Y, por fin, entraríamos al amplio mundo de los pasteis.



En el Bar do Adão, a dos pasos de la playa de Copacabana, son la especialidad, junto a las caipirinhas. Conseguir mesa un sábado noche es tarea imposible, y eso que son bastante parcos con el aire acondicionado y uno puede acabar como si hubiera pasado la tarde en la sauna. Pero es que tanto las caipirinhas (sobre todo la de maracuyá y el braisilerinho, que lleva hierbabuena y lima, mmmmmh) como las empanadillas merecen la pena. Aunque su carta es extensísima, las más tipicas son las de carne, pollo y gambas, con una masa deliciosa. Además, las sirven recién fritas, para chuparse los dedos...


Pero lo mejor de estas empanadillas, con su masa crujiente y su relleno de lo más variado,  es que se venden como rosquillas hasta en la lanchonete más mugrienta y podemos degustarlas, con mayor o menor fortuna, en cualquier esquina de la ciudad. Por ejemplo, en el mercado callejero a donde vamos a comprar pescado los domingos, las sirven para desayunar con zumo de caña de azúcar, una bomba de energía que te tiene dando saltos toda la jornada.


Sin embargo, lo habitual en los establecimientos de comida rápida es acompañarlas de un zumo natural. Y ahí es donde cualquier amante de las frutas va a estar en el paraiso. Solo hay que decir que algunos zumos son tan espesos que las pajitas para beberlos son especialmente anchas (véase la foto del zumo de mango que aparece abajo). Y la gran variedad y calidad de las frutas autóctonas, muchas de ellas aún desconocidas en Europa, hacen que queramos probar una y otra vez. Mmmmh, qué hambre, ¿verdad?



viernes, 9 de enero de 2015

Casual Friday: Tim Maia





El cantante con el que os propongo inaugurar el fin de semana ha estado estos días en el candelero por una polémica que afecta al Rede Globo, segundo canal más grande de la televisión mundial. Parece ser que emitió una miniserie con datos manipulados y eso ha levantado cierta polvareda entre los brasileños más críticos con este medio de comunicación y con la fuerte influencia que el conglomerado tiene en el país. Además, parece ser que las desavenencias entre la Globo y el cantante vienen de lejos...


Pero dejémonos de polémicas y centrémonos en lo musical. El cantante en cuestión es Tim Maia, carioca que introdujo el soul en el país. Activo entre los años setenta y noventa del siglo pasado se trataría, según la revista Rolling Stone, del mayor cantante brasileño de todos los tiempos


Fue una de esas personalidades excesivas: obeso, alcohólico y adicto a la marihuana, llegó a decir "hice dieta rigurosa, corté el alcohol, las grasa y el azúcar. En dos semanas, perdí 14 días". Independientemente de sus problemas particulares, su color de voz característico y la originalidad de la fusión en su música hacen que resulte muy interesante y que no haya envejecido nada mal. 


El tema que traigo para compartir hoy es "Imunização Racional (Que Beleza)", perteneciente al álbum Tim Maia Racional, Vol. 1, de 1975. Durante esa época, el cantante y compositor practicó la religión Cultura Racional, lo que se puede apreciar en las letras. Como podemos leer aquí, la fase de abstinencia religiosa le duró poco... Pero siempre nos quedará el testimonio funk de esa época de iluminación.

¡Feliz fin de semana!







Que beleza é sentir a natureza
Ter certeza pr’onde vai
E de onde vem
Que beleza é vir da pureza
E sem medo distinguir
O mal e o bem…
Qué belleza sentir la naturaleza
tener certeza de por dónde vamos
y de dónde venimos
Qué belleza es venir de la pureza
y sin miedo distinguir
el mal del bien…





miércoles, 3 de diciembre de 2014

O negócio: qué divertido es ser prostituta




Una vez acabadas mis clases de portugués, leído mi primer libro y vista mi primera película, llevaba tiempo queriendo ver alguna serie brasileña. Lorenzo Mejino es el experto en series exóticas y raritas, así que tras su recomendación y la de Cecilia García, pensé que lo mejor sería empezar con O negócio.


Una vez terminada la primera temporada de trece episodios (la segunda ya está también disponible), ahí va mi valoración resumida: O negócio es una serie sin corazón que hay que ver sin cerebro. 


Eso no significa necesariamente que no sea disfrutable o que no vaya a darle una oportunidad a la segunda temporada. Pero gustar, lo que se dice gustar, yo no diría que me ha gustado. La serie trata sobre tres prostitutas que deciden asociarse para dar una vuelta de tuerca a la profesión más antigua del mundo y aplicar técnicas de marketing para posicionarse como producto de lujo. 


Vaya por delante que su factura técnica es impecable, como es de esperar por parte de la HBO. El argumento es atrevido, llama la atención y los episodios están escritos milimétricamente para que en ningún momento se hagan pesados. Las tramas episódicas y el argumento general se combinan sin problemas. Las primeras centran cada episodio en un concepto de marketing; Karin, cerebro del grupo, tiene una idea que presenta a las otras chicas e intentan ponerla en práctica. Tras algunos contratiempos la idea termina por dar frutos y las chicas suben un peldaño más en su escalada hacia el éxito profesional. El argumento general tiene más que ver con sus vidas personales, cómo su trabajo les afecta a ellas o a quienes les rodean y sus enfrentamientos con la competencia, encarnada en el personaje de Ariel, antiguo proxeneta de Karin, que no soporta ver cómo su exprotegida supera al maestro. Y, como es de esperar, la serie incluye bastantes escenas de sexo (soft) en los episodios.


Para mí la serie tiene varios problemas. El primero es ese esquema del que no se sale en ningún momento y que hace que al cabo de algunos episodios se pierda el interés. No hay peligro real y sabes que las protagonistas saldrán adelante, ilesas, más sabias y más ricas, tras cada episodio. El malvado Ariel es una y otra vez vencido pese a sus artimañas. Las tres chicas, tan distintas y tan amigas, responden a prototipos que, salvando las distancias, llevamos reconociendo por lo menos desde Jane Austen (y aunque la comparación parece peregrina, si os paráis a pensar, no lo es tanto). O, si nos ponemos estupendas, desde Sexo en Nueva York. Karin es la mujer fría, analítica e inteligente. Luna es la "romántica" cuya mayor aspiración es conseguir un marido rico que la retire y Magali es la más joven, la alocada fiestera que tiene todo por aprender. Solo con ver a las protagonistas caminando ya sabemos quién es quién y por dónde van a ir sus andanzas. 


El último problema, que es el que quizá más me haya molestado es la frivolidad de la serie. No me importa ver una serie sobre prostitutas; ni siquiera me importa que se trate en tono de dramedia. Eso ya lo hizo Billie Piper de forma muy satisfactoria en Secret Diary of a Call Girl. Pero me revuelve lo más profundo de mi ser que esas mujeres en ningún momento tengan ni la más mínima duda moral y que, al final, se rindan a los hombres. Quieren ser libres, pero son esclavas de su propia dependencia, económica e incluso emocional, de los supuestos secundarios que las rodean. 



Además, las protagonistas están completamente vacías; más allá del dinero, de la ropa bonita y de los hombres no hay nada. Las vemos pasar por la peluquería o la manicura (¡lo de la manicura semanal es tan brasileño!), pero las pocas veces que las vemos agarrar un libro siempre son de marketing. Por no hablar de la falsedad infinita del mundo que muestran: en serio, ¿en São Paulo solo hay hombres ricos blancos, de más de 1,75, de menos de 60 años y menos de 90 kilos? ¿O es que para ser cliente de estas señoras hay que pasar un casting? No digo que haya que convertir la serie en una cosa profunda sobre la ética, la diversidad o el empoderamiento de la mujer, pero resulta indecente, y no precisamente por las escenas subidas de tono. La serie es totalmente aséptica, no hay suciedad, no hay variedad, no hay riesgo ni dudas.


Así que sí, la serie es disfrutable. Pero solo si antes desconectas tu cerebro y guardas tu corazón en una cajita. Si ese es el mundo real, yo me bajo en la siguiente parada.Y para mundos de fantasía, prefiero algo menos sórdido. O más sórdido. En cualquier caso, con más enjundia.




lunes, 1 de diciembre de 2014

Una de podcasts de actualidad




A veces no es fácil estar al día de lo que sucede en el mundo. Si muchas veces no tenemos tiempo ni para los titulares, cuánto más para leer artículos de análisis en profundidad o crónicas.


Una solución para mantenernos al día, claro, es seguir a nuestros medios de cabecera por Twitter. Información en tiempo real, titulares, fotografías llamativas o anécdotas más o menos jocosas pueden llamarnos la atención y llevarnos a dar el salto y leer la noticia completa, pero seguimos quedándonos en la superficie. 


La solución para mí es escuchar podcasts de actualidad. Por suerte, los servicios de radio de muchos países ofrecen crónicas o documentales de lo más interesante para descargar y, sin ser un sustituto de la prensa escrita, pueden solventar en cierta medida el problema de la desinformación (no es sorprendente que en una época en la que tenemos todo a nuestra disposición acabemos aislándonos tanto y sin enterarnos de lo que sucede a nuestro alrededor). Me entretienen mientras paseo al perro, aprendo y practico idiomas. ¿Qué más se puede pedir?


Aquí os presento algunos de los podcasts de actualidad que sigo y que escucho normalmente, uno por idioma. Todos están disponibles en iTunes. Además, quiero imaginar esta entrada como una invitación a que vosotros también recomendéis otros podcasts u otras fuentes de información. Así, todos salimos ganando.


Interception (en francés): FranceInter nos ofrece un podcast semanal (el programa se emite los domingos) con temas de actualidad centrados sobre todo en el país galo y sus territorios de ultramar. De la desaparición de los plataneros que dan sombra en el Canal du Midi al desempleo y la falta de oportunidades en la pequeña isla de Mayotte, sus temas son variados y atractivos.


Neugier genügt (en alemán): de lunes a sábado, la cadena alemana WDR5 nos trae un podcast con todos los temas imaginables, tratados con claridad y sin tapujos: del esnobismo en las presentaciones de la galerías de arte del país hasta el negocio de la ropa a medida en Vietnam. No todos son igualmente interesantes y, a poco que te descuides, se te llena la lista en el móvil, así que mejor elegir según nuestros intereses e ir borrando.


Documentaries (en inglés): lo raro sería que yo no estuviera enganchada a los documentales de la BBC en su formato radiofónico. Seguro que muchos ya los conocéis, pero, por si acaso, aquí están. Ideales para practicar inglés (y no solo el "Received English"), los periodistas de la BBC nos hacen viajar en el tiempo y el espacio, desde los barcos que tratan de garantizar la seguridad en el Golfo de Guinea al gueto de Varsovia durante la II Guerra Mundial. Y, cuando el tema lo permite, con sus gotitas de humor bien inglés.


Globo News Painel (en portugués): no se trata en este caso de crónicas ni documentales, sino de tertulias semanales (el programa se emite los domingos) de contenido político sobre la actualidad de Brasil. Interesante para estar al día de los temas candentes en el país.


Entre paréntesis (en español): de lunes a viernes, entre las 15:00 y las 16:00, Lucía Vilaplana y Marta Gómez presentan en Radio 5 tratan a fondo temas de actualidad, pero que no siempre llegan a las primeras planas. En España y fuera del país.


Y esto es todo por el momento. ¿Qué podcasts de actualidad escucháis vosotros? ¿Preferís los servicios de noticias "oficiales" o podcasts más alternativos? ¿Podríais recomendar podcasts de actualidad de otros paíes? ¿Y en otros idiomas?

jueves, 20 de noviembre de 2014

Brasilia, ¿ciudad del futuro?



No es que ya hayamos visto todo lo que Río tiene que ofrecer, pero nos apetecía ir haciendo una excursión y desde pequeña a mí me ha atraido Brasilia. Había en mi casa hace ya muchos años una enciclopedia para niños y en una de las entradas se describía a la capital de Brasil como uno de los hitos de la modernidad, un referente para las ciudades del futuro. Así que no cabía duda de que tenía que ser el destino de nuestro primer viaje.


Brasilia provoca opiniones encontradas: a mí me encantó y a mi marido le pareció un poco el horror. Lo primero que sorprende, al ir llegando al centro desde el aeropuerto, es su uniformidad, con esos edificios de viviendas sobre pilotes con fachadas acristaladas, tan típicos de una época muy concreta (viví en uno de ellos en Alemania y me encantan, aunque no estén exentos de polémica). Y, al llegar al centro, sorprende la amplitud, las grandes distancias y el vacío.


En una ciudad que vive por y para la administración, los fines de semana deben de ser la muerte. Según me contaba un conocido hace tiempo, a pesar de que Brasilia es la capital del país desde 1960, muchos de los funcionarios y trabajadores de alto nivel mantienen su residencia en Río de Janeiro y apenas pisan la capital para ir a trabajar de martes a viernes.


Después de dejar los trastos en el hotel, lo primero que hicimos fue darnos de alta en el sistema municipal de alquiler de bicicletas. Sigue exactamente el mismo esquema que en Río: con tu teléfono móvil te registras y se te cobra una fianza de diez reales. Se dan de alta tantos usuarios como bicicletas se vayan a necesitar. La primera hora de alquiler es gratuita y da de sobra para desplazarte por la zona turística. Aunque las distancias no son inmensas, resulta mucho más cómodo moverse en bici, aunque solo sea porque no hay sombras bajo las que pasear (en una mañana me quemé toda la piel del escote, la cara y los brazos, y eso que estaba bastante nublado). 


En Brasilia es imposible perderse: nuestro hotel estaba, por ejemplo, en la SHN Quadra 01, Bloco C. SHN corresponde al Sector Hotelero Norte. Otras calles son la "Via SL1" o la "ERW Sul". Todo sigue una perfecta lógica, así que no hay manera de extraviarse. Y es que la distribución de la ciudad corresponde al llamado "plan piloto", proyectado por Lúcio Costa en 1957: la ciudad se alza sobre un plano en forma de avión, en el que su cuerpo formaría el llamado "eje monumental", que va de Este a Oeste, y las alas (Norte y Sur) serían las zonas dedicadas a viviendas. Entre dicho eje y las "alas" se encontrarían los sectores de servicios (hoteles, sanidad, etc., más información aquí) y todo estaría rodeado de amplias zonas verdes y un gran lago (más fácil de ver si giramos la imagen de la derecha 90 grados hacia la izquierda). Evidentemente, la ciudad se quedó pequeña al poco de su fundación y una línea de metro actualmente conduce a los barrios periféricos. Además, Brasilia posee una de las mayores favelas del mundo, solo superada por Rocinha, en Río.



En la parte Este del eje monumental se concentran, como ya podemos adivinar, los edificios más representativos de Niemeyer, que hicieron a la ciudad merecedora de entrar en la lista de Patrimonio Mundial de la Unesco en 1987. Si consideramos la torre de TV el centro del eje, bajando por la izquierda y dejando atrás la estación de autobuses, llegamos a la Biblioteca Nacional, el Museo Nacional, la Catedral metropolitana (más pequeña de lo que  imaginaba, aunque parte del edificio sea subterráneo), los edificios de los ministerios, el Palacio de Itamaraty (o sea, Asuntos Exteriores) y, finalmente, la Plaza de los Tres Poderes.


Conceptualmente, todo el diseño de Brasilia es muy potente, pero esta última plaza es realmente sobrecogedora. En realidad no es más que una esplanada cuyo trazado conforma un triángulo equilátero en cuyas esquinas encontramos el Congreso, que domina sobre el Palacio de Planalto y el Supremo Tribunal Federal (en este último pudimos disfrutar de una visita guiada muy interesante). Junto a los palacios representantes de los tres poderes vemos, entre otras, la escultura de los Candangos, los trabajadores que llegaron a Brasilia desde el resto del país para su construcción.


Regresando por el lado norte del eje monumental, encontramos el Palacio de Justicia, otra serie de edificios de ministerios, y el Teatro Nacional. Hacia el otro lado de la torre de TV se encuentra el Club do Choro, el estadio de fútbol y algunos memoriales, como el de Juscelino Kubitschek, el presidente de Brasil que fue artífice de la fundación de la ciudad. Lo malo es que un domingo a las ocho de la mañana, con lluvia, no os podéis imaginar la desolación que ofrece ese lado del eje monumental; lo único que había era algunos mendigos y un par de coches en uno de los aparcamientos (las distancias son tan grandes que cada edificio tiene a su alrededor un enorme aparcamiento, lo que aumenta si cabe la sensación de aislamiento). Así que decidimos que mejor volver a la zona civilizada, no fuera que no encontrasen nuestros cuerpos hasta una semana después...


En cuanto a restaurantes, poca cosa y casi todo agrupado en  centros comerciales. En la parte Oeste del eje monumental, por cierto, no hay ni un bar ni un restaurante; la única forma de sobrevivir es comprando algún refresco a los vendedores ambulantes. No sé cómo será en los barrios periféricos, pero en la zona centro no hay comercio de proximidad. Solo en el Sector hotelero Sur hay una churrasquería Fogo do Chão (superrecomendable, por cierto, aunque hay que ir con la visa bien preparada). El sábado terminamos comiendo en un restaurante megacutre y malísimo en un centro comercial y tomando café en una especie de MacDonalds...


La última sorpresa y uno de los lugares que más me gustaron fue el santuario de San Juan Bosco, patrono de la ciudad, adjunta a un colegio de salesianos ya dentro de los sectores residenciales. Es una iglesia rectangular, cuyo diseño recuerda al palacio de Itamaraty y al de Justicia, y cuyas vidrieras azuladas crean una sensación de paz y espiritualidad muy fuertes. Cuánto me alegro de no habérmelo perdido.


Brasilia, más que ciudad del futuro, yo diría que es la ciudad del futuro pasado, el futuro que se imaginaba en los años sesenta, cuando no había miedo y todo era posible (caminando alrededor de la catedral, por ejemplo, no cuesta imaginarse a una dentro de una peli de ciencia ficción de la época, con sus monstruitos a lo Doctor Who). Pero merece mucho la pena visitarla. Está apenas a una hora de avión desde Río y da de sobra para un fin de semana. Lo que creo que no me habría gustado tanto es tener que vivir en ella; la misma grandeza que sobrecoge por su monumentalidad, por su modernidad y por su atrevimiento, resulta un poco deshumanizada. Justo lo contrario de lo que seguramente sus creadores buscaban.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Río (aún) no es lugar para perros



Río está lleno de perros; es una de las primeras cosas que llaman la atención al llegar a la ciudad. Perros preciosos, lustrosos, da gloria verlos. Es evidente que los cariocas adoran los animales de compañía. Paseando por Copacabana se ven un montón de establecimientos dedicados a los bichines. Montones de peluquerías caninas: parece que el mismo culto al cuerpo que los cariocas profesan para sí mismos lo aplican al cuidado y la belleza de sus mascotas. 



Pero luego vas descubriendo que no todo es tan sencillo. Primero alucinas por ver que hay gente que pasea a sus perros con zapatos y luego descubres que muchos días tienes que lavarles las patas al tuyo al llegar a casa (la suciedad en la calle, sobre todo en un barrio al que mira el resto del planeta, es otra de las sorpresas que aguardan al visitante).


Río está lleno de perros, sí, pero no hay mucho que hacer con ellos. Aunque es una ciudad muy verde y tiene varios parques nacionales en plena urbe, los perros tienen el acceso terminantemente prohibido (así que despídete de hacer senderismo). Al menos en nuestro barrio no hay demasiadas zonas ajardinadas y apenas hay recintos donde los perros puedan disfrutar sueltos. Preguntando por aquí y por allá descubres la existencia de algún que otro parque para perros, y uno de ellos a una media hora de casa, aunque luego te explica la veterinaria que ¡cuidado! porque están plagados de pulgas. Y resulta que no exageraba...


Playas habilitadas directamente no hay. En Arpoador y en Leme a primera hora de la mañana de los fines de semana se juntan grupos de dueños y perritos, que disfrutan de la playa y las olas, pero sobre las siete tienes que irte si no quieres que la policía te dé los buenos días con una multa.


Supongo que esto explica en parte por qué te cruzas por la calle con labradores agresivos o shih-tzu medio pirados. La gente no tiene donde socializar a los cachorros y muchos dueños ni siquiera se lo plantean; mucho baño, mucho corte de pelo, mucho lacito y mucha corbata, pero ni un lugar donde pegarse unas carreras como dios manda.


Es inevitable que todo mejore con el tiempo. En el parcão de Lagoa, a donde nos hemos acostumbrado a ir para poder librarnos un rato de la correa, hemos hablado con varios dueños que nos explican que las cosas están cambiando, pero es evidente que la ciudad aún no está preparada para la avalancha de perritos que Río está experimentando.

viernes, 29 de agosto de 2014

Casual Friday: Karina Buhr




Últimamente estoy con ganas de compartir cosas en el blog, cosa que no es demasiado buena cuando tengo tanto trabajo, pero, total, qué cuesta teclear unas palabras más o menos al cabo de la jornada. Así, pues, aprovecho para retomar la vieja costumbre de celebrar la llegada del fin de semana con una breve entrada musical. 



Hace unos días publicaba una reseña sobre la película brasileña Era uma vez eu, Verônica. En ella destacaba, entre otros elementos, el uso de la música, con unas canciones muy bien escogidas de la cantante, actriz y artista plástica bahiana, aunque radicada en São Paulo, Karina Buhr.


Cuando uno piensa en música brasileña, es inevitable que nos venga a la cabeza la samba o la bossa nova (a no ser que uno sea un jevi irredento, claro, que entonces pensará en Pantera), pero lo que hace Buhr es otra cosa. Entraría dentro de ese cajón de sastre que es la MPB, pero yo creo que es más intersante de lo que se escucha habitualmente en las radios dedicadas a la música popular. 


Sus canciones, como la propia Buhr (echad un vistazo a esta entrevista desde el minuto 2:20; los subtítulos automáticos son bastante malillos, pero seguro que incluso sin ellos entendéis bastante), tienen carisma, te envuelven y te arrullan, te atrapan y te hipnotizan. Por eso, también, encajaban a la perfección en la película que menciono más arriba. La canción que os propongo hoy está muy presente en el filme y refleja perfectamente el estado de ánimo de la protagonista. En su momento me gustó tanto que tuve que apuntar algunos fragmentos de la letra, sencilla, inteligente y llena de sinceridad, para luego buscar la canción en casa, y me tuvo varios días obsesionada. Se trata de Bem-Vindas, y pertenece al primer disco de la cantante, “Eu Menti pra Você”, que podéis escuchar entero en Spotify y aquí. En youtube hay varias versiones en directo, como esta o esta otra, pero me vais a permitir que aquí ponga la versión tal y como aparece en la película. Espero que os guste tanto como a mí. Feliz fin de semana. 





Essa tarde dourada que traz
felicidade pras pessoas normais
Não me mente mais
Essa tarde que esquenta minha barriga
Por baixo da blusa preta
E meu umbigo envolvido nesse calor
Se faz de morto
Não sente nada
Só vazio.
Esa tarde dorada que trae
felicidad para las personas normales
ya no me engaña
Esa tarde que calienta mi barriga
Por debajo de la blusa negra
Y mi ombligo envuelto en ese calor
Se hace el muerto
No siente nada
Solo vacío.