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miércoles, 14 de enero de 2015

La batalla de los lectores electrónicos



Hubo un tiempo en que yo era defensora a ultranza del papel. Desde el olor de los libros nuevos (¡nunca prestes un libro antes de haberlo leído tú!) pasando por el diseño de la portada y hasta su ubicación en la biblioteca de casa (en el salón o en la oficina, en el último estante o a mano por si apetece echarle un ojo), no hay nada como un libro.


Hasta que mi media naranja, aficionado a casi cualquier cacharrito electrónico que aparezca en el mercado, me regaló mi lector digital Sony y se desató la locura. Se acabó lo de terminar un libro porque "ya que lo has empezado...", se acabó lo del estante de libros sin leer (bueno, ese sigue ahí, para qué nos vamos a engañar, sigo comprando libros como una posesa), se acabó lo de ir a la FNAC a comprar lo que sea que tengan en alemán, se acabaron los libros de segunda mano a un euro en ebay.


Todo un mundo de lecturas se abría ante mí, y sobre todo en lo relativo a la literatura de pacotilla, esa de usar y tirar: desde los lotes de bestsellers en la bahía pirata hasta la chic-lit para practicar idiomas en Amazon. Por no hablar de las maravillas de la Biblioteca Cervantes o del Proyecto Gutenberg. De repente tenía todo Dickens para mí, y sin que se me doliese la muñeca por el peso.


Por desgracia, y después de dos años de fiel servicio, el conector mini-USB se murió y, como Sony no comercializa su lector en Brasil, nadie se ha atrevido a arreglármelo. Además, últimamente la batería también andaba ya cebada. Consecuencia: tras preguntar por Twitter parecía evidente que tenía que hacerme con un Kindle. Y allá fui. Y aquí están mis impresiones, totalmente subjetivas.


Empiezo por lo más evidente: el Sony es más bonito y mucho más ligero que el Kindle Paperwhite, incluso teniendo en cuenta que mi PRS-T1 es un modelo bastante antiguo. Los botones son muy cómodos y, además de lectura, permite escuchar archivos de audio mediante un conector para auriculares.


Sin embargo, hay un elemento fundamental que hace que el Kindle Paperwhite gane muchos puntos frente a Sony y es la retroiluminación de la pantalla. Para utilizar con comodidad el Sony hace falta una funda protectora que lleva una lamparita (el último modelo ya incorpora funda, pero la lámpara hay que comprarla aparte). Y esa maldita lamparita consume pilas AAA como si fueran chocolatinas. Al cabo de un día de lectura la lámpara ya no iluminaba lo suficiente como para leer con facilidad en la cama. La luz regulable del Kindle Paperwhite, por su parte, permite ajustar el brillo del aparato a la iluminación ambiental. Por desgracia, a pesar de su utilidad, hay que reconocer que la vista se cansa mucho más con este tipo de pantalla retroiluminada que con la del lector electrónico de Sony.

[Edito para corregir un dato: me comenta la gran @bich75 que la pantalla del Kindle no es retroiluminada, sino que la luz está integrada. Es decir, la iluminación está por delante de las letras, y no en el fondo de la pantalla. Por eso se cansa menos la vista que con una tableta. Si es que tengo unos lectores que no me los merezco.]


Otra diferencia fundamental entre el Kindle Paperwhite y el Sony Reader la encontramos en el software. Mientras Sony utiliza el estándar epub para sus libros, Kindle utiliza el formato propietario azw, con protección anticopia, o bien el formato mobi. Esto en principio no supone problema alguno si utilizamos una biblioteca virtual para tener ordenados nuestros libros, como Calibre, ya que permite convertir archivos y quitar el DRM sin mayor complicación. En cuanto al software, el cacharrito de Sony tenía la insana costumbre de colgarse de vez en cuando, por lo que había que usar el botoncito de reset, que restablecía el aparato al último momento previo en que se utilizó, por lo que se perdía todo lo adelantado en la lectura del libro que estaba leyendo en ese momento. Después de un mes de uso, el Kindle no ha dado ningún problema (¡estaría bueno!) aunque a veces Calibre tarda en reconocerlo una vez conectado al ordenador. 


Para los que leemos en varios idiomas, hay que reconocer que en este sentido Kindle también es más útil. Sony incorpora un número bastante limitado de diccionarios en sus aparatos, y estos no se pueden modificar. Por su parte, el Kindle Paperwhite ofrece muchos más diccionarios y permite instalar solo aquellos que nos interesan. En cuanto a la consulta de términos, ambos aparatos permiten hacerlo cómodamente, si bien el lector Kindle crea una lista para, después, repasarlos y, dado el caso, aprenderlos.

 
Por último, Amazon ofrece toda una experiencia social con su aparato. No se trata ya de leer libros, sino que durante la configuración del lector se nos invita a vincular el perfil de Facebook y Twitter, para poder compartir citas de aquellos libros que estamos leyendo con total comodidad (aunque a mí me da un error y aún no me ha dejado hacerlo). Además, al finalizar un libro, se nos invita a valorarlo en Amazon. Por último, como es de esperar, adquirir libros a través de esta plataforma es sencillísimo y, de forma predeterminada, en la pantalla de inicio aparecen recomendaciones de compra.


En resumen, si lo que queremos es un lector sin más, que no nos dé problemas, con el que vamos a tirar sobre todo de libros gratuitos y de distintas páginas web, creo que Sony sigue siendo mejor opción. Por el contrario, si somos más de comprar o de compartir en las redes sociales, sería mejor apostar por Kindle, aunque sea un poco tocho y feo. Luego siempre podemos arreglarlo con una fundita rosa.


lunes, 24 de noviembre de 2014

La vida secreta de los libros


He de confesaros una cosa: a veces tengo miedo. Tengo miedo, entre otras cosas, de terminar sabiendo más sobre la vida cotidiana en la época isabelina que bajo el reinado de Felipe II. O más sobre la biografía de Purcell que sobre la política actual de mi país. Y la culpa de todo la tiene la BBC. Claro que de vez en cuando les soy infiel y me voy a otros canales, pero hay que reconocer que los británicos son únicos a la hora de enganchar, con pasión y cierta desvergüenza, en sus contenidos culturales. Algo tienen sus documentales que atrapan y que, por desgracia, otras producciones no consiguen tan fácilmente.


Estos días estoy disfrutando de lo lindo con The Secret Life of Books, una serie de seis documentales de BBC4, el canal "alternativo" del ente británico. Y no puedo dejar de recomendarlo por aquí, incluso sin haberlos completado (llevo cuatro de seis). En ellos, distintas personalidades de la cultura británica descubren aspectos no demasiado conocidos de sus grandes de la literatura, de Shakespeare a Mary Shelley, de una forma amena y muy didáctica.


En el primer documental, por ejemplo, Tony Jordan, guionista televisivo y responsable, entre otros, de la archiconocida telenovela EastEnders, indaga en los motivos que llevaron a Charles Dickens a modificar en el último momento el final de Grandes esperanzas. En otro de ellos, el actor Simon Russell Beale se adentra en la polémica cuestión de la autoría en las obras teatrales del Bardo de Avon. Les acompañamos a examinar las fuentes y nos maravillamos ante las joyas que esconden la National Library o el entusiasmo con que los estudiosos de distintas universidades nos regalan sus conocimientos.


Solo por la calidad de las obras comentadas, estos documentales ya serían una delicia, pero es que esa "vida secreta" que nos descubren arroja luz sobre temas que quizá aún no conozcamos o que no nos hayamos parado a analizar, como sucede con la relectura adulta y contemporánea que la periodista Bidisha hace de Jane Eyre.


Para completar la experiencia, los documentales se enmarcan dentro de un proyecto de "universidad abierta" de la BBC, que incluye una aplicación gratuita para móviles y tabletas, así como unas breves introducciones en formato electrónico (epub y pdf) a los autores y las obras que se examinan durante los episodios.


No tengo mucho más que decir, solo animar a todo el que se deje caer por aquí a dar una oportunidad a estos fantásticos documentales; en el mejor de los casos, quizá nos lleven a volver a leer a los clásicos o a descubrir aquellos con los que aún no nos hemos atrevido. En el propio iplayer de la web de la BBC aún está disponible el último episodio, pero en Youtube podemos encontrarlos sin problemas. Aquí os dejo el primero, espero que os guste tanto como a mí.






lunes, 24 de marzo de 2014

La espinosa cuestión de los spoilers



Y, pese a lo que pueda parecer, esta entrada está libre de ellos...


Entro esta mañana en Facebook y me encuentro un comunicado explicando los motivos de cierto giro en cierta serie por parte de ciertos creadores. Que, por cierto, estoy segura de que todos ya conocéis. Y me he tragado un spoiler como la copa de un pino. Y no me ha importado. De hecho, estoy deseando tener un rato libre esta tarde para ponerme con él. Y también estoy segura de que la mayoría de la twittersfera está igual que yo, deseando encender el ordenador y devorar el episodio. ¿Estamos enfermos? ¿Qué sucede aquí?


El tema de los spoilers da para ríos de tinta, porque cada uno tiene una opinión, una definición propia y una tolerancia más o menos grande a ellos. Así que quizá lo único válido sea dar la mía, sin pretender imponer mi criterio ni rechazar el de los demás. 


A mí me gustan los spoilers. Cuando emiten Mad Men soy de las que va al blog de Sepinwall a ver qué ha pasado antes de ver el propio episodio. Sé perfectamente cómo termina Treme sin haber visto aún la última temporada. También sé cómo termina Los Soprano y supe cómo terminaba A dos metros bajo tierra mucho antes de escuchar la canción de Sia. Y eso jamás me ha impedido disfrutar de una buena ficción. Al contrario.


Conocer de antemano los giros de una serie me deja concentrarme en otros aspectos. Si sé que tal personaje hace esto o le sucede lo otro, puede que pierda el efecto sorpresa, pero eso me permite ver qué pequeños elementos ya anuncian lo que va a suceder y creo que se comprenden mejor las reacciones del resto de personajes a ese acontecimiento. Puedo deleitarme en otros detalles, relacionados o no con ese giro, pero quizá igual o incluso más importantes. No me parece justo que el acontecimiento que provoca el spoiler robe el protagonismo al resto del trabajo realizado y se convierta en la única escena interesante o digna de comentario, aunque sea por omisión, de una obra. Y esa es la impresión que tengo a veces: somos esclavos y adictos del efectismo y de los fuegos artificales que provocan esos giros locos. Será que somos el fruto de esta época de grandes alharacas, siempre a la espera del siguiente gran evento del siglo.


Por otro lado, pedimos a las series y a las pelis algo que no exigimos en el caso de otros entretenimientos. Si no fuéramos capaces de disfrutar de una ficción por saber cómo termina o cuáles son sus giros, no podríamos ver películas clásicas ni disfrutar de la literatura. Y es evidente que la calidad de una obra va mucho más allá de su argumento, de sus giros más o menos locos o de su final. ¿No habíamos llegado a la conclusión de que lo importante era el viaje?


¿Acaso importa cómo terminan El Quijote o Fortunata y Jacinta para disfrutar de estas novelas? ¿Y quién no conoce el final de Casablanca? En una gran obra, el cómo es más importante que el qué. La forma en que llegamos a ese temido y quizá inesperado giro es más importante que el golpe en sí. Y conocerlo previamente no nos roba el interés. De hecho, considero que si conocer dicho golpe de efecto acaba con el disfrute de una obra, sea literaria (¡el asesino era el mayordomo!) o audiovisual (¡estaba muerto desde el principio!), dicha obra quizá no sea tan interesante. 


Eso por no hablar de cuándo un spoiler deja de serlo. Es decir, de cuándo se pueden revelar tramas y hablar abiertamente de una obra sin que nadie te quiera asesinar... ¿Es spoiler hablar de una serie que terminó hace años? Entiendo que no, ya que si alguien aún no la ha visto, será que no le interesa y, por lo tanto, lo mismo le debería dar que los demás hablen de ella. Y en cualquier caso, normalmente se avisa y se pide permiso antes de comentar ciertos giros. Quizá tanta exposición de las ficciones y tanto diálogo en redes sociales nos esté volviendo un poco paranoicos con el tema.


En resumen, dejando de lado la maldad de reventarle adrede las tramas a nuestro interlocutor o al anónimo mundo de Internet, que eso daría para otro post, creo que no hay que dar mayor importancia al tema de los spoilers. De hecho, aquí siempre serán bienvenidos, ya os aviso. Así que ya me contaréis cuáles son vuestros favoritos. El de hoy creo que va a ser uno de los míos. 



lunes, 20 de enero de 2014

El mundo en que especulamos



Este fin de semana estuve revisando la excelente adaptación que la BBC hizo en 2004 de Norte y Sur, la novela más famosa de Elisabeth Gaskell, y me fijé en un detalle que resulta fundamental para el desarrollo de la trama y que normalmente no se tiene demasiado en cuenta. 


No sé si debería avisar de spoilers, porque entiendo que todo el mundo habrá visto ya la miniserie o habrá leído el libro (y si no, no sé a qué estáis esperando), pero por si acaso, avisados estáis. Aunque los spoilers que pueda apuntar en la entrada no van a afectar en absoluto el posible disfrute de la ficción, sé que hay gente muy quisquillosa con el tema, así que sabed que a partir de ahora va a caer algún detalle de tramas y personajes. 


La puntilla que termina de arruinar a John Thorton, el hombre hecho a sí mismo, el empresario duro pero justo, es no haber querido participar en una acción especulativa llevada a cabo por su cuñado. La misma acción, por cierto, que hace que la riqueza de Margaret Hale se multiplique y pueda ofrecerle una inversión sustanciosa para reanudar el trabajo en la fábrica. En varios momentos de la novela (y de su adaptación), la autora nos ofrece su opinión sobre este tipo de empresas y sus riesgos.


Me doy cuenta así de que la cuestión económica, todo lo que rodea a la inversión y a la especulación, tiene una gran importancia en la literatura victoriana, pero que en sus adaptaciones cinematográficas y televisivas quizá se haya dejado un poco apartada para dar mayor preponderancia a lo romántico o a lo  social. Y creo que se pueden sacar algunas enseñanzas de ello porque, al fin y al cabo, ya sabemos que la historia se repite. 
 

Es lógico que la ficción del XIX refleje los cambios que la Revolución Industrial y el incipiente capitalismo trajeron a Europa y que Inglaterra sea también en lo literario la punta de lanza de esa (r)evolución (ya sabemos que la especulación como tal es mucho más antigua, pero tengo la impresión de que es a partir de este momento cuando se generaliza, corregidme si me equivoco). No hay que ser ningún intelectual para comprender las advertencias que novelas como la ya mencionada Norte y Sur o su coetánea Tiempos difíciles, de Charles Dickens, esconden bajo la pátina de la novela costumbrista o la sátira.


Es en otra novela dickensiana donde encontramos las consecuencias más sórdidas de jugar con dinero: en ocasiones la inversión empresarial y la especulación se hallan separadas por una línea muy fina y en La pequeña Dorrit vemos cómo el protagonista, Arthur Clennam, termina por dar con sus huesos en la cárcel para deudores de Marshallsea tras el fracaso de su empresa con el inventor Doyle, pero también por la caída del banco Merdle tras una arriesgada operación especulativa.


Otra historia que trata esta cuestión de la inversión, la especulación y la ruina que conllevan es El mundo en que vivimos, novela satírica de Anthony Trollope que también cuenta con varias adaptaciones a la pantalla, la última de 2001. En ella, el oscuro empresario Melmotte consigue embaucar a los ricos londinenses para que inviertan en una línea de ferrocarril en Estados Unidos (argumento que recoge también la serie de AMC Hell on Wheels, aunque en este caso se trata de una ficción original, y no de una adaptación), experimentando un importante ascenso social hasta convertirse en miembro del parlamento inglés... Recordemos, por cierto, que fue precisamente a la sombra de la construcción de las líneas de ferrocarril en Estados Unidos cómo nacieron las empresas de calificación Standard & Poors y Moody's.



Si no me equivoco, actualmente es Rafael Chirbes, con Crematorio y En la orilla (querido Canal+, ¿me dejas pedirte su adaptación?) quien mejor está retratando la situación política, económica y social en que nos encontramos. Aunque hay multitud de artículos sobre economía en la red, creo que las dificultades cotidianas, el dilema ético y el declive como sociedad aún no están lo suficientemente representados en la ficción. Así que creo que puede ser una buena idea volver a los clásicos puesto que, a la postre, no hemos cambiado tanto y lo que tenemos ahora no deja de ser una consecuencia de lo que éramos antes. ¿Qué opináis? ¿Qué otras novelas o películas recomendaríais para comprender la realidad, pasada o presente?


miércoles, 15 de enero de 2014

Otra vuelta de tuerca a Austen



La pobre Jane Austen lo aguanta todo. O quizá debería corregirme y decir que Orgullo y Prejuicio lo aguanta todo... Cuando no se aprovecha la expiración de su copyright para llenarla de zombis, se actualiza con saris y un Bollywood descafeinado, o se desvirtúa todo su humor para convertirla en una cursilada absurda. Y aún no quiero hablar sobre La muerte llega a Pemberley, pero intuyo que tampoco se va a salvar de la quema.


Así que no es fácil acercarse a un nuevo homenaje a la novela sin prejuicios (guiño, guiño). No basta con ser medianamente ingenioso y conocedor del mundo austeniano, ni amar a los personajes; ni siquiera la erudicción te va a salvar, ni probablemente el respeto a la obra. No sé muy bien cuál es la fórmula, pero por suerte creo que en Austenland, basada en la novela homónima de Shannon Hale, esta funciona. Y, además, lo hace en ambos niveles: el del homenaje y el de la comedia.


El argumento ya me parece fantástico: Jane Hayes es una austenita de manual, con su Darcy de cartón a tamaño natural, sus tazas liberty y la cabeza llena de romanticismo e irrealidad, que decide invertir todos sus ahorros en una "experiencia Austen" en Inglaterra, con su caserón, sus vestidos, sus actores, etc. Una vez allí, va descubriendo que mezclar ficción y realidad puede ser peligroso.


No nos llevemos a engaño, la película es una comedia romántica con todos los clichés del género, así que resulta bastante previsible, y utiliza a Jane Austen como podría utilizar una convención de trekkies o la Comic-Con para poner en marcha la maquinaria. Además, quitando el guiño que supone el protagonismo de JJ Feild (¡qué voz!) y la obra de teatro que montan los personajes (creo que es hora de volver a leer Mansfield Park, aprovechando el centenario). parece que para ser austenita baste con haber visto la sempiterna adaptación de la BBC de 1995 (¿o había otros guiños al resto de novelas y los he pasado por alto?). 


Pero como comedia es deliciosa. Ya he dicho que el punto de partida me encanta y me parece ridículo que haya llegado a ofender a algunos seguidores de Austen. ¿En serio? ¿Dónde se ha quedado el sentido del humor que es tan patente en su novelista favorita? Me parece que la sátira está tratada con mucho respeto (y, si la película tuviera un mensaje, sería precisamente ese: no te lo tomes demasiado en serio, vive tu vida) y se nota el cariño y el "fandom" de los creadores. Todo el mundillo que rodea a Austenland es divertidísimo, con esa megafonía, esos actores en sus periodos de descanso y esa Jane Seymour como una regadera. Las austenitas locas son hilarantes y mi querido Bret está estupendo (lo sé, no soy objetiva, echo mucho de menos sus sudaderas de animales).


Así que me parece una comedia fácil pero muy recomendable. Y no solo para los fans; creo que cualquier amante de la rom-com se lo va a pasar pipa, tanto con los elementos más caricaturescos como con el tema romántico. Entiendo que quizá es una peli muy nicho y por eso no se va a estrenar en cines en España, pero a mí, que no llego ni a austenita de todo a cien, me ha encantado. 



jueves, 21 de noviembre de 2013

Bridget y Lizzie



Ayer, las chicas de El salón de té de Jane Austen tuvieron la amabilidad de invitarme a un chat sobre El diario de Bridget Jones. Como siempre que coincido con ellas, pasé un rato muy ameno y se me hizo cortísimo. Lo bueno que tienen estos encuentros es que combinan cierta banalidad y erudicción, por lo que resultan muy muy divertidos. Espero que la próxima ocasión llegue pronto.


Como hacía ya varios años que había visto por última vez la película (a volver a leer el libro no me daba tiempo), aproveché para hacerlo de nuevo. Y me llamaron la atención varias cosas a las que en las dos anteriores ocasiones quizá no había prestado tanta atención.


Seguro que todos habéis leído el libro o visto la película. En mi caso, leí el libro allá por el 98 o 99, recomendado por una compañera de la universidad que en aquel entonces estaba obsesionada con Bridget. La película es de 2001 y causó sensación. Ambos supusieron un resurgir de la chic-lit, la literatura romántica contemporánea, cuyo principal exponente seguramente fue Marian Keyes y su Sushi para principiantes.


No estoy segura de haber leído Orgullo y prejuicio antes que El diario de Bridget Jones, aunque probablemente habría visto alguna película. De lo que sí que estoy segura es de que no había visto La (sí, con mayúsculas) adaptación de la BBC de 1995, así que muchas referencias se me escapaban. Lo curioso es que disfruté muchísimo de la novela y me divertí de lo lindo con ella. Lo mismo sucedió con la película la primera vez que la vi.


Sin embargo, la gracia está precisamente en el paralelismo y en todas las referencias de que hacen gala tanto el libro como la peli. Aunque hay diferencias evidentes entre ambos, como el hecho de que la Bridget de la novela sea mucho más paranoica y enfermiza que la protagonista de la peli, o algunas tramas secundarias, como la historia de la madre, libro y film son muy parecidos, así que podemos tratarlos como una unidad.


Así que cuando volví a ver El diario de Bridget Jones unos años más tarde, todo un mundo meta se me reveló: los padres de la heroína, Mark Darcy, Daniel Cleaver y la propia Bridget adquirieron una nueva dimensión para mí. Es lo que tiene seguir el orden contrario al lógico... No sé si a alguien más le habrá sucedido.


A pesar de todo, considero que la inspiración de Hellen Fielding en Orgullo y prejuicio es más superficial de lo que parece a simple vista. Es evidente que la autora pretende hacer una actualización del clásico de J. Austen, pero convertir a la inteligente y orgullosa Elizabeth Bennet en una metepatas redomada como es Bridget no sé si se debería considerar un homenaje o una simple herramienta para que cuadren las piezas de la comedia. Por el contrario, creo que el resto de personajes principales sí se ciñen mejor a aquellos en los que se inspiran: el señor Jones, al igual que el señor Bennet, intenta vivir al margen de lo que sucede a su alrededor, aunque el padre de Bridget resulta mucho más pasivo que el cínico e ingenioso patriarca Bennet. La señora Jones sí es una réplica de la sra. Bennet aunque en algunos momento más parece una mezcla de esta con la atolondrada Lidia y probablemente sea la que ofrece una actualización más convincente del carácter de los personajes originales.


¡Qué decir de Wickham-Cleaver y Darcy-Darcy! Hellen Fielding tenía un material de partida tan bueno que era difícil no conseguir un triángulo perfecto. Además, convertir la trama de Georgiana en una infidelidad por parte de la mujer de Mark me parece un acierto sobresaliente. Y conseguir que Colin Firth aceptara el papel de Mark Darcy es la cuadratura del círculo. Envidio enormemente a quienes vieran la película en el cine conociendo ya la adaptación del 95. Es una locura porque, como es lógico, Firth interpreta exactamente el mismo papel, aunque el Darcy de los noventa sea mucho menos altivo y mucho más vulnerable que el protagonista de Orgullo y prejuicio. La escena en que Mark le enumera a Bridget todos sus defectos para terminar diciendo que, a pesar de todo, le gusta es absolutamente deliciosa. 


Es cierto que donde la novela de Jane Austen hace uso de un humor fino e inteligente, El diario de Bridget Jones es mucho más directo y grueso, pero supongo que es el tono de los tiempos que corren. Y también es cierto que para creerse la película y que el romance funcione hay que dejar de lado ciertas reticencias (ayer se comentaba que, después de esa escena final en la nieve, lo que no nos enseñan es la pulmonía de la protagonista), pero como comedia romántica funciona a la perfección. Algunos de los elementos añadidos, como los amigos de Bridget que sustituyen a las hermanas Bennet y a Charlotte Lucas, son geniales. Por no hablar de una banda sonora perfecta que, según comentamos en el chat, a más de una nos acompañó durante una buena temporada.


En definitiva, Firth, Grant y Zellweger están estupendos a pesar de la polémica que hubo en su momento por elegir a una estadounidense para interpretar a la heroína (cuestión de marketing, supongo). La película no ha envejecido nada mal a pesar de tener ya más de diez años y yo diría que podemos considerarla un clásico del género. Lástima que la señora Fielding haya querido seguir haciendo caja con una tercera parte que ha enfadado a los fans y que no estoy segura de querer leer...



martes, 12 de noviembre de 2013

La hora del sexo



Cuando, allá por septiembre, hice la lista de las series que tenía pensado ver esta temporada, la única serie nueva que me inspiraba cierto interés era Sleepy Hollow. Por desgracia, no tengo demasiada tolerancia a las series y pelis de miedo, así que la dejé en el piloto, aunque me dicen por ahí que no es para tanto y quizá vuelva a retomarla. En cualquier caso, la que no entraba en absoluto en mis planes es la serie que podría convertirse sin problemas en "la primera del lunes".


Las series de Showtime no son para mí. Ese afán de la cadena por llamar la atención, por hacerse notar con protagonistas excesivos y rompedores me repele un poco. Así que una serie que lleva el sexo ya en el título y en una cadena por la que no siento un cariño especial tenía muy pocas papeletas de acabar en mi pantalla. La verdad es que ni sé por qué empecé con ella. Creo que leí en alguna parte una comparación con Breathless (en principio quería haber visto el piloto de ambas, pero finalmente me desaconsejaron la serie británica y ni lo intenté) con la que comparte temática y poco más, y con mi adorada Mad Men, y decidí echarle un vistazo, más para poder despotricar de ella a gusto que por un interés real.


Al final, de despotricar, nada. Resultó que, efectivamente, hay mucho sexo, pero podría incluso llegar a afirmar que, en esta serie, el sexo no es más que un macguffin. Si de algo trata esta biografía "retocada" del doctor William Masters y Virginia Johnson es del amor y la soledad, la comunicación y la incomprensión, la búsqueda de la felicidad y el encuentro con el dolor. Poco importa si sabemos lo que va a suceder, porque el concepto de spoiler desaparece en el momento en que el argumento es la propia biografía de una persona real. Y la serie se disfruta igualmente, si no más.


No he leído el libro de Thomas Maier en que se basa la serie (aunque seguramente termine cayendo), pero Michelle Ashford, que antes de crear esta serie trabajó como guionista en John Adams y The Pacific, nos cuenta una historia atractiva en su detallismo, intimista y atrevida. Es imposible no enamorarse un poco de ese doctor altanero y vulnerable o de esa asistente ambiciosa y solitaria. Es imposible no sentir empatía por esa nueva Betty Draper y su incapacidad por inspirar pasión en su marido, por ese decano que sufre por él y por su esposa, por ese médico incapaz de olvidar a quien le ha hecho conocer el verdadero placer o a esa joven que ve como su amor se le escapa de las manos...


Por supuesto que la serie trata de sexo, pero el sexo es aquí es un símbolo y un medio para hablar de cosas tan importantes o más que el mero acto físico, aséptico y cuantificable con máquinas y cables. No obstante, y a diferencia de otras series, aquí el sexo sí está más que justificado y funciona como fin en sí mismo y como vehículo para hacernos comprender qué les sucede a los personajes.


La apuesta era arriesgada, pero el público y la crítica han acogido con entusiasmo este experimento. No hay medio que no alabe la serie y considere que es no solo lo poco rescatable desde que la temporada comenzó en septiembre, sino que podría ser el estreno del año. La serie ya está renovada para una segunda temporada a la que solo podemos pedir que mantenga el nivel de la primera. Y, entretanto, yo casi me he reconciliado con Showtime. Y digo casi porque me será imposible perdonarles hasta que cambien ese horror de títulos de crédito.


miércoles, 6 de noviembre de 2013

Historias en la historia



Hoy, después de ver un episodio de Mad Men, me puse a pensar en el fenómeno de las ficciones históricas. Por supuesto que no es nada nuevo y, teniendo en cuenta la moda de la novela histórica que culminó hace unos años, era lógico que las series de televisión se apuntasen al carro (¿es una moda que no se está experimentando en el cine? Ahora mismo no recuerdo que haya un boom de cine histórico, pero que alguien me corrija si me equivoco).


Pero, ¿por qué ese afán por recrear el pasado? ¿Qué se busca? ¿Una evasión a épocas más felices? ¿Una metáfora del presente? ¿Una representación fiel de otros usos y costumbres? ¿Contar la misma historia de siempre pero en otro contexto?


Supongo que hay tantas formas de acercarse a las series históricas o de época como series que se atreven con ello. El otro día alguien hablaba de Reign que, sin haberla visto, me da la impresión que va a ser un culebrón CW en una feria medieval.


Salvando pocas excepciones, la novela histórica me parece un artificio poco creíble, aunque muy entretenido, en el que se otorgan a personajes de otras épocas actitudes y reacciones propias de nuestros días, artificiales y anacrónicas en el contexto que se pretende representar. Algo, por otro lado, muy posmoderno. Entiendo lo que Faber quería hacer con Pétalo carmesí, flor blanca, pero no deja de ser un ejercicio de estilo. Si queremos saber cómo era el Londres victoriano, ¿no sería más fácil recurrir a Dickens? Cada época tiene sus códigos y sus restricciones, pero siempre será más honrado acudir a las fuentes coetáneas, aunque nos resulten ajenas, que al filtro que supone una recreación, por muy fiel que quiera ser, si es que acaso la fidelidad entra en los planes del autor.


Visto así, ¿para conocer los años sesenta tendría más sentido ver Mad Men o una película de Doris Day? ¿Cuéntame o El verdugo? Pues probablemente lo segundo y por eso no dejó de sorprenderme el revival sesentero que provocó la serie de AMC. A veces se nos olvida que lo que el señor Weiner pretende es un análisis del hombre actual con la distancia que le otorga la pátina de análisis histórico. Toda la serie es una metáfora de lo que somos ahora, por mucho que al espectador le guste perderse en los muebles de Saarinen y el humo de los cigarros (que, para seguir regodeándonos en la metáfora, son de mentira, por cierto). O que otros la critiquen por no mostrar otras realidades de la época).


Una ficción histórica no solo no es un documental, es que directamente es una estilización, una elección consciente desde nuestra óptica actual de aquellos elementos históricos que queremos destacar, rescatar o criticar (¿Curro Jiménez nos habla de las guerras napoleónicas o del ansia de libertad en la España de los setenta?) Y eso, en el mejor de los casos. En el peor, supongo que no iría más allá del escapismo de una fotografía colorista y sonrisas profident. Solo hay que pensar en lo que prometía algo como Llamen a la comadrona y en la cursilada en que terminó convirtiéndose. Y ahora que esa moda de las ficciones históricas está asentada en España, ¿dónde nos situamos? Sin entrar a analizar engendros como Águila Roja, ¿dónde colocamos aquellas series que sí tienen aspiraciones, como Isabel o El tiempo entre costuras? Porque ni siquiera son adaptaciones de obras antiguas, como se hizo en otros casos.


No sé, no acabo de tener una opinión clara al respecto. Es evidente que una recreación histórica nos es más cercana y más accesible que acudir a un "original", igual que es más fácil ver una peli que leer el libro que adapta. Y yo soy la primera que disfruto con los miriñaques o un buen cardado, vengan de donde vengan. Pero seamos conscientes de que, partiendo de que todo es ficción, una recreación tiene que ser, por su propia naturaleza, aún más artificial. No pensemos que la gente era así o que vamos a aprender historia; por suerte, para eso, siempre nos quedarán los clásicos.

martes, 5 de noviembre de 2013

Cernuda



Hoy se cumplen 50 años de la muerte de uno de los grandes poetas de la Generación del 27, Luis Cernuda. Descubrí su obra en el instituto y, en plena adolescencia, me abrió los ojos y el corazón con su estilo carnal y exquisito. Después, cuando fui alejándome de la poesía, acomodándome en otros géneros menos oscuros, él y otros pocos siempre siguieron junto a mí. Y esta es la excusa perfecta para volver a él, sin más. Disfrutemos.








No decía palabras,
acercaba tan sólo un cuerpo interrogante
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.

La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas
hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño
hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.

Un roce al paso,
una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo
otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.

Aunque solo sea una esperanza,
porque el deseo es una preguna cuya respuesta nadie sabe.
                          (Los placeres prohibidos, 1931)

lunes, 16 de septiembre de 2013

Resultados del sorteo



¡Buenos días! Pues ya está, ya ha pasado una semana desde que publiqué la entrada para el sorteo del libro de Mariló García Cócteles fuera de serie. Lo he realizado a través de la página web Sortea2 y este ha sido el resultado:

Cócteles fuera de serie

 

Enhorabuena a LiPooh y, sobre todo, muchas gracias a todos por participar. En breve me pondré en contacto con la ganadora. Después, habrá que exigirle que se lo estudie bien y nos invite al resto a catar las recetas. Ah, y que no se olvide de escribir una reseña con su opinión sobre el libro.

Ahora os dejo, que tengo que irme al gim. Portaos bien, leed mucho y daos a los cócteles, pero de series.

lunes, 9 de septiembre de 2013

¡Estamos de sorteo!



Como parece que ya estamos todos de vuelta de las vacaciones, es el momento de que inauguremos este blog como Dios manda, ¡con #cócteles!


Hace ya algún tiempo me invitaron a través de @birraseries a la presentación de Cócteles fuera de serie, el libro que Mariló García ha publicado aúnando dos de nuestras actividades favoritas: ver series y empinar el codo, pero con clase. Durante la presentación en Top Books se celebró un concurso en el que, por arte de birlibirloque, terminé ganando uno de los ejemplares disponibles. Al cabo de unos días escribí una entrada con mis impresiones sobre el libro en el blog en el que colaboraba en aquellos momentos, pero por avatares del destino, dicha entrada se perdió.


Después de darles bastantes vueltas al asunto, creo que no tendría demasiado sentido redactar una nueva entrada para repetir lo que ya escribí en su momento. Pero se me ha ocurrido que quizá sería una buena idea darle a otro la oportunidad de hacerlo. Y por eso pongo a vuestra disposición un ejemplar del libro (o si queréis, os regalo el mío, que ya está usadito). Solo os diré que, al igual que comenté en su momento, el libro no es perfecto, pero sí que me parece el regalo perfecto. Es ameno, práctico y estéticamente precioso (las ilustraciones de Alberto García son superchulas). No solo lo he leído, sino que hemos probado en casa algunos de los cócteles que propone y supera el examen con nota.


Así que os propongo algo muy sencillo: si os apetece disfrutar del libro, solo os pido que escribáis un comentario en esta entrada (si queréis también os podéis hacer seguidores del blog, que eso siempre hace mucha ilusión) y que, si os toca en el sorteo, escribáis vuestra opinión sobre él en vuestro blog. Si no tenéis un blog, se me ocurre que me enviéis vuestra reseña y yo la publicaré aquí. Por cuestiones de logística, la participación quedaría limitada a España (si estáis en Madrid, podemos celebrarlo con entrega en mano y gintonics). Y como plazo razonable podríamos poner una semana.  Así que tenéis hasta el próximo domingo a las 23:59 para participar. ¿Qué os parece? ¿Os apetece leer el libro y luego contarnos a todos qué os ha parecido?

jueves, 5 de septiembre de 2013

Receta para cocinar un romance histórico




Los que me conocéis un poco, sabéis que soy una lectora impenitente y bastante ecléctica. Además, me gusta alternar la literatura más "seria" con cositas ligeras (esto de empatizar a veces no es bueno, hay libros que me dejan totalmente exhausta). Ese algo ligero suele ser una novela romántica. Y no, no me refiero a las novelas eróticas que ahora están tan de moda. He leído un par y he terminado bastante cansada y un poco harta del boom, sobre todo teniendo en cuenta que su fama es inversamente proporcional a su calidad. Esto es otra cosa. Y, como en muchos otros géneros, a pesar de que hay bastante broza, de vez en cuando se encuentran cosas divertidas e interesantes.


Dentro del género romántico, hay subgéneros para todos los gustos: tenemos la novela romántica contemporánea, la chic lit que tan de moda se puso en su momento gracias a El diario de Bridget Jones, la novela de corte cristiano o el llamado romance histórico, por poner algunos ejemplos.


Hace unos días terminé Simply Magic, el tercer libro del cuarteto "Simply" de Mary Balogh. La señora Balogh me parece de las autoras más recomendables para quien quiera iniciarse en el género. Se trata de libros baratos (en amazon se pueden encontrar a partir de 3 euros), cortos (unas 200-250 páginas) y poco exigentes (ideales para leerlos en inglés, así aprenderemos términos tan prácticos como "rogue", "rake" o "breeches"). Sus libros se agrupan dentro de los denominados "romances de la Regencia", un subgénero cuyas historias se desarrollan en la Inglaterra de principios del siglo XIX y pretenden emular el estilo y las costumbres de, oh sorpresa, Jane Austen. Otras autoras de este subgénero serían Amanda Quick, Eloisa James o Julia Quinn. Creo que hay alguna autora española que se ha adentrado en el género, pero no estoy segura ¿sabéis algo al respecto?


Por si algún día queréis escribir una novela "Regency", después de arduas tareas de documentación leyendo todo tipo de literatura de usar y tirar, aquí os doy la receta:

- Una portada con torsos o florecitas y tonos pastel: para que las lectoras menos avispadas seamos capaces de ver qué libro nos vamos a comprar, no sea que terminemos con algo de Ken Follet.

- Una joven virgen: da igual si es rubia o morena, pero ha de ser bella y recatada, aunque con carácter (da igual que la caracterización resulte anacrónica, recordemos que es literatura "barata"). Es probable que haya vivido recluída o sobreprotegida o que tenga un pasado desagradable, que olvidará rápidamente en brazos del siguiente ingrediente. Ah, si queremos aumentar el nivel de dramatismo con un poco de choque de clases, nada mejor que hacer que la muchacha sea pobre, aunque de buen linaje. Nada de heroínas de baja cuna.

- Un vizconde, duque, marqués o similar: ha de ser joven y atractivo, aunque en contadas ocasiones podría tener algún tipo de defecto físico (si es consecuencia de su participación en las guerras napoleónicas en la Península, mejor), lo que justificaría su carácter taciturno o poco sociable. La otra opción sería un protagonista igualmente joven y atractivo, pero mujeriego y algo fanfarrón. En tal caso, tenemos dos opciones: la heroína podría verse seducida o bien repelida por él, aunque finalmente lo redimirá. La falta de experiencia sexual de la protagonista se verá compensada por la experiencia de él.

- Un baile: es fundamental que haya juego de miradas y un baile es el lugar ideal. Si queremos ser estrictos en la receta, los protagonistas tendrán que bailar juntos al menos un vals. Podemos utilizar el baile como escenario para la seducción de la protagonista o para su comparación con el resto del ton, el pijerío de la época.

- Bath: no es imprescindible, pero añade un toque de verosimilitud y un bello homenaje a la señora Austen, patrona a su pesar del género.

- Una o dos escenas de sexo: teniendo en cuenta el auge de la novela erótica, más nos vale incluir un poquito de picardía, pero con elegancia, nada de descripciones demasiado subidas de tono, que no somos E. L. James.

- Grandes familias: ya que nos ponemos a desarrollar un universo ficticio, hay que sacarle el máximo partido. Así que si procuramos que el/la protagonista tenga cuatro o cinco hermanos, más un capataz y tres amigas, pues en lugar de un libro, escribimos una trilogía, un cuarteto o una saga.

- Una fiesta de varios días en casa del protagonista o su familia: puede ser un palacio o un castillo, en cualquier caso procuraremos que tenga una gran finca con bosquecillo en el que perderse un día de picnic y un lago del que salir con la camisa mojada (en honor a Colin Firth, por supuesto).


Esta lista no pretende ser exhaustiva y no olvidemos que, además de todos estos elementos, hay un último e imprescindible ingrediente: el talento. Por mucho que resulte sorprendente y hasta cómica la repetición de lugares comunes en este tipo de novela, ponerse delante del papel en blanco tiene que ser duro. Y es muy meritorio que estas señoras dediquen su tiempo a encontrar la originalidad dentro de unos patrones tan estrictos.

Y ahora bien, ¿qué ingredientes creéis que faltan? ¿Qué añadiríais vosotros? ¿Creéis que el género tiene futuro o que ha de evolucionar? ¿O precisamente su éxito se debe a lo invariable del canon? ¿Qué pensaría Jane Austen si leyera estas novelas?

domingo, 18 de agosto de 2013

It is a truth universally acknowledged...



El 28 de enero de 1813 se publicó la obra anónima Pride and Prejudice que, en realidad, había sido escrita por una joven llamada Jane Austen. Creo que nadie imaginaría que 200 años después, la autora seguiría totalmente vigente y su obra gozaría de una salud de hierro. 


Ayer se celebró en el Parque del Retiro de Madrid un picnic conmemorativo de dicha publicación, organizado por el foro Salón de té de Jane. Aún no sé muy bien qué casualidad me llevó a contactar con las organizadoras, pero terminé formando parte del picnic y me gustaría contaros la experiencia:


Después de encontrarnos en la entrada del parque, nos dirigimos al rincón donde se iba a desarrollar la jornada. Algunas de las participantes iban a acompañadas por sus parejas, otras llevaban primorosos trajes de la Regencia y casi todas portábamos nuestro ejemplar de la novela, nuestras cestitas y nuestros manteles de picnic. Una vez instaladas, se presentó el evento, que comenzó con la lectura de nuestros pasajes favoritos de la novela y una breve explicación del motivo: se mencionó la vigencia de los sentimientos universales que describe, la calidad de la prosa de Austen, la sorprendente ausencia de la cursilería y el romanticismo exacerbado que se le suele atribuir, la profundidad psicológica en la caracterización de los personajes, etc. A continuación, tras un pequeño concurso en el que había que identificar la adaptación de la novela a partir de unos fragmentos de diálogo (¡en castellano!), nos obsequiaron con unos preciosos regalos (marcapáginas y tarjetas) y se desarrolló un divertido “photocall” junto a un Darcy de tamaño natural que habían traído las organizadoras.  

Después de comer continuamos con un Trivial de Orgullo y Prejuicio, que ganó el equipo Charlotte/Collins, del que yo formaba parte (¡viva! ¡viva! me siento casi tan orgullosa como cuando ganábamos al trivial en las fiestas de mi colegio mayor en Salamanca), victoria por la que fuimos galardonadas con un paquete de sutiles galletas de limón. Después nos trasladamos a El Espejo, donde si las temperaturas no hubieran sido abusivas, habríamos tomado el té. Ese fue el momento de la despedida, aunque algunas de las asistentes aún continuaron con una cena temática. 


Estoy sumamente agradecida a M.ª Carmen, Almudena, Mila, Victoria y todas las demás chicas del foro por habernos invitado a mi querida amiga Juana y a mí a su encuentro. Disfruté muchísmo de la jornada y fue fantástico poder conocer a gente tan generosa, implicada y entusiasta de la obra de Austen y de la literatura del s. XIX. Sé que nos volveremos a ver pronto y que podremos seguir charlando y divirtiéndonos con el gran placer que proporciona la lectura. 

Por lo demás, solo me queda invitar a todo el mundo a leer o releer la gran novela que es Orgullo y prejuicio; aunque existen fantásticas versiones en castellano, a quien pueda siempre le recomendaría acercarse a la obra en su idioma original: efectivamente, la autora describe con una sobriedad y una precisión quirúrgica unos sentimientos que son perfectamente válidos hoy en día, y no hay mejor manera de disfrutarlo que en el idioma original. Orgullo y prejuicio es mucho más que una comedia romántica. Y esta efeméride es la excusa perfecta para volver a descubrirlo.