lunes, 18 de noviembre de 2013

En la órbita del jazz



Si hay algo que no podemos negar es que los británicos saben hacer series de época. Da igual si ilustra el siglo XIX o los años cincuenta del siglo pasadao, un drama inglés siempre tiene una factura técnica envidiable (iluminan mejor sus ficciones históricas que cualquiera de sus comedias actuales). Así que la serie que hoy os presento no se iba a quedar atrás.


Dancing on the Edge llevaba tiempo en mi disco duro (se estrenó en febrero de este año), así que ya iba siendo hora de que le echase un vistazo. No me resulta fácil describir la serie sin entrar en spoilers, sobre todo teniendo en cuenta que comienza pareciendo una cosa y termina siendo otra, así que me limitaré a deciros que trata sobre la creación de una banda de jazz en el Londres de los años treinta y lo que le va sucediendo a medida que alcanza cierta notoriedad.


Pero no es solo eso. Como ya os digo, la serie de Stephen Poliakoff empieza mostrándonos las dificultades que la banda tiene para formarse y darse a conocer, sobre todo teniendo en cuenta que sus miembros son de color. Por suerte, un grupo de aristócratas la acoge bajo sus alas y se ocupan de promocionarla hasta llegar a la propia familia real. Pero en el segundo episodio se desencadena una serie de acontecimientos que cambian el tono y el desarrollo de la serie.


Sin haberla terminado, aún es pronto para emitir un veredicto. La ambientación y las interpretaciones (podemos ver a Joanna Vanderham en un papel totalmente distinto de su protagonista en The Paradise o al gran John Goodman) me están gustando, aunque la historia me está resultando un poco previsible y para mí no habría sido necesario incorporar ese hecho del segundo episodio para hacerla avanzar. Aun así, entiendo que esto no es un documental sobre cómo los ricos e influyentes ejercen el mecenazgo sobre los artistas, así que comprendo por qué se introduce.


Otro problema que le veo a la serie es la duración de sus episodios, que superan la hora. Quizá me estoy haciendo vaga y busco una satisfacción más inmediata, pero a priori los episodios tan largos me echan para atrás. No me importa ver una peli de dos horas (ni de cuatro, dicho sea de paso) un sábado o domingo por la tarde, pero las series las veo entre semana y el tiempo disponible no es tanto.


Visto lo visto, cualquiera diría que no me está gustando, y eso tampoco es cierto. A pesar de todo, los episodios no se hacen demasiado largos y la fotografía de la serie, rodada principalmente en localizaciones reales, es una absoluta delicia. No se la recomendaría a todo el mundo y no entrará en el olimpo de las grandes series, pero es entretenida, así que seguiré hasta el final, más que nada porque si otra cosa saben hacer los británicos es controlar la duración de sus ficciones y esta finaliza al cabo de seis episodios. Y tiene buena música.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Dudas, comentarios, sugerencias? Tu opinión siempre es bienvenida.