miércoles, 29 de enero de 2014

Cómo me enamoré de vuestra madre




Una de las cosas que primero tenemos que aprender los que tenemos la boca un poquito más grande de lo normal es a rectificar...


Hace un par de semanas comentaba por Twitter que, a pesar de haber defendido siempre Cómo conocí a vuestra madre, esta novena y última temporada me estaba aburriendo. Y que, a diferencia de otros que la habían dejado hace tiempo y habían vuelto a ella para la gran despedida, era ahora cuando yo me planteaba dejarla. Y que si no la dejaba era precisamente porque ya no me quedaba nada para terminarla.


¡¡¡Paparruchas!!! El episodio de esta semana, que además es el número 200 desde que empezó la serie, ha terminado de reconciliarme, me ha vuelto a sacar una gran sonrisa y me ha dejado con ganas de más. 


Es cierto, tiene un cliffhanger que no me interesa nada y la aparición de los protagonistas es poco menos que anecdótica, pero el episodio tiene toda la comicidad y, sobre todo, toda la ternura que los que hemos amado la serie echamos de menos. Los mejores momentos de Cómo conocí a vuestra madre son aquellos en que la comedia tiene alma, y tan solo con esa interpretación de La vie en rose de Cristin Milioti tan "hepburniana" ya habrían conseguido un episodio memorable. Pero es que, además, los guionistas han conseguido hilar algo coherente con todo lo que hemos visto en los ocho años anteriores, han creado una historia triste, bella, emotiva y esperanzadora, y todos nos hemos enamorado un poco de los ojos de la madre. 


Ella tiene todos los elementos que nos llevaron a encariñarnos con Ted (lo que hace que realmente veamos que son perfectos la una para el otro) pero, por suerte, su aparición tan tardía y su exposición tan limitada han permitido que no lleguemos a cansarnos de sus rarezas, sino que nos resulten tiernas y queramos saber más sobre ellas. Evidentemente el capítulo ha tenido mucho más, como esas referencias siempre divertidas y bienvenidas a teorías locas como la del hombre desnudo (igual que la semana pasada volvieron a la famosa --y cierta-- teoría de que nada bueno sucede después de las dos de la madrugada) o los saltos temporales y el juego de puntos de vista (¿este episodio no os ha recordado a Coupling?). 


Probablemente sean esos malabarismos de guion lo que recuerden los que más saben de esto. Pero para mí, lo que hará que no olvide esta serie cuando termine y lo que me hará recordarla con cariño no será solo lo mucho que me reí con ella, o los juegos más meta, sino que en ocasiones sabía encontrar el punto en que llegar desde la pantalla hasta nuestro corazoncito. Y eso no lo consiguen todas.




2 comentarios:

  1. Reconozco que no he sido constante con esta serie. No se porqué, pero nunca terminó de engancharme, aunque admito que este capitulo del que hablas estuvo muy bien.
    Por cierto soy Pérfida
    Un saludo coleguita

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    Respuestas
    1. Hola Pérfida.

      Muchas gracias por comentar. Yo reconozco que durante una época fue mi comedia favorita y, en ocasiones, me sige encantando. Pero lo de las comedias es muy personal: es para ti o no es para ti.

      Un saludo.

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