jueves, 5 de septiembre de 2013

Receta para cocinar un romance histórico




Los que me conocéis un poco, sabéis que soy una lectora impenitente y bastante ecléctica. Además, me gusta alternar la literatura más "seria" con cositas ligeras (esto de empatizar a veces no es bueno, hay libros que me dejan totalmente exhausta). Ese algo ligero suele ser una novela romántica. Y no, no me refiero a las novelas eróticas que ahora están tan de moda. He leído un par y he terminado bastante cansada y un poco harta del boom, sobre todo teniendo en cuenta que su fama es inversamente proporcional a su calidad. Esto es otra cosa. Y, como en muchos otros géneros, a pesar de que hay bastante broza, de vez en cuando se encuentran cosas divertidas e interesantes.


Dentro del género romántico, hay subgéneros para todos los gustos: tenemos la novela romántica contemporánea, la chic lit que tan de moda se puso en su momento gracias a El diario de Bridget Jones, la novela de corte cristiano o el llamado romance histórico, por poner algunos ejemplos.


Hace unos días terminé Simply Magic, el tercer libro del cuarteto "Simply" de Mary Balogh. La señora Balogh me parece de las autoras más recomendables para quien quiera iniciarse en el género. Se trata de libros baratos (en amazon se pueden encontrar a partir de 3 euros), cortos (unas 200-250 páginas) y poco exigentes (ideales para leerlos en inglés, así aprenderemos términos tan prácticos como "rogue", "rake" o "breeches"). Sus libros se agrupan dentro de los denominados "romances de la Regencia", un subgénero cuyas historias se desarrollan en la Inglaterra de principios del siglo XIX y pretenden emular el estilo y las costumbres de, oh sorpresa, Jane Austen. Otras autoras de este subgénero serían Amanda Quick, Eloisa James o Julia Quinn. Creo que hay alguna autora española que se ha adentrado en el género, pero no estoy segura ¿sabéis algo al respecto?


Por si algún día queréis escribir una novela "Regency", después de arduas tareas de documentación leyendo todo tipo de literatura de usar y tirar, aquí os doy la receta:

- Una portada con torsos o florecitas y tonos pastel: para que las lectoras menos avispadas seamos capaces de ver qué libro nos vamos a comprar, no sea que terminemos con algo de Ken Follet.

- Una joven virgen: da igual si es rubia o morena, pero ha de ser bella y recatada, aunque con carácter (da igual que la caracterización resulte anacrónica, recordemos que es literatura "barata"). Es probable que haya vivido recluída o sobreprotegida o que tenga un pasado desagradable, que olvidará rápidamente en brazos del siguiente ingrediente. Ah, si queremos aumentar el nivel de dramatismo con un poco de choque de clases, nada mejor que hacer que la muchacha sea pobre, aunque de buen linaje. Nada de heroínas de baja cuna.

- Un vizconde, duque, marqués o similar: ha de ser joven y atractivo, aunque en contadas ocasiones podría tener algún tipo de defecto físico (si es consecuencia de su participación en las guerras napoleónicas en la Península, mejor), lo que justificaría su carácter taciturno o poco sociable. La otra opción sería un protagonista igualmente joven y atractivo, pero mujeriego y algo fanfarrón. En tal caso, tenemos dos opciones: la heroína podría verse seducida o bien repelida por él, aunque finalmente lo redimirá. La falta de experiencia sexual de la protagonista se verá compensada por la experiencia de él.

- Un baile: es fundamental que haya juego de miradas y un baile es el lugar ideal. Si queremos ser estrictos en la receta, los protagonistas tendrán que bailar juntos al menos un vals. Podemos utilizar el baile como escenario para la seducción de la protagonista o para su comparación con el resto del ton, el pijerío de la época.

- Bath: no es imprescindible, pero añade un toque de verosimilitud y un bello homenaje a la señora Austen, patrona a su pesar del género.

- Una o dos escenas de sexo: teniendo en cuenta el auge de la novela erótica, más nos vale incluir un poquito de picardía, pero con elegancia, nada de descripciones demasiado subidas de tono, que no somos E. L. James.

- Grandes familias: ya que nos ponemos a desarrollar un universo ficticio, hay que sacarle el máximo partido. Así que si procuramos que el/la protagonista tenga cuatro o cinco hermanos, más un capataz y tres amigas, pues en lugar de un libro, escribimos una trilogía, un cuarteto o una saga.

- Una fiesta de varios días en casa del protagonista o su familia: puede ser un palacio o un castillo, en cualquier caso procuraremos que tenga una gran finca con bosquecillo en el que perderse un día de picnic y un lago del que salir con la camisa mojada (en honor a Colin Firth, por supuesto).


Esta lista no pretende ser exhaustiva y no olvidemos que, además de todos estos elementos, hay un último e imprescindible ingrediente: el talento. Por mucho que resulte sorprendente y hasta cómica la repetición de lugares comunes en este tipo de novela, ponerse delante del papel en blanco tiene que ser duro. Y es muy meritorio que estas señoras dediquen su tiempo a encontrar la originalidad dentro de unos patrones tan estrictos.

Y ahora bien, ¿qué ingredientes creéis que faltan? ¿Qué añadiríais vosotros? ¿Creéis que el género tiene futuro o que ha de evolucionar? ¿O precisamente su éxito se debe a lo invariable del canon? ¿Qué pensaría Jane Austen si leyera estas novelas?

2 comentarios:

  1. Te das cuenta que buena parte de tus ingredientes, por no decir todos, se dan en 50 Sombras de Grey? Jaja
    Me fascina que en la novela erótica exista un subgénero llamado Highlander, que lo descubrí este día en la web de Fnac.
    Yo de momento me quedo con la chick lit, que tiene un problema: la devoro en dos días y eso es un problema...

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  2. Yo el género Highlander no lo soporto. En general, si trae torsos chungos/tartán en la portada, se me quitan las ganas de leer el libro. Prefiero las florecitas, jejeje.

    La chic lit mola, pero mucho más la europea. La estadounidense no tanto. Ains, a ver si un día de estos escribo sobre chic lit... Además, la gracia está precisamente en eso, que se devora en un pis pas, así que sirve para despejarse después de un libro más serio.

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