jueves, 27 de febrero de 2014

Nolan a la Bollywood: Ghajini (2008)



El de Sanjay Singhania (Aamir Khan) es un caso médico extraño: un traumatismo craneal le ha provocado un tipo de amnesia a corto plazo que le impide recordar durate más de 15 minutos nada de lo que le sucede; únicamente tiene destellos de un asesinato y de un nombre: Ghajini. Para no olvidar, recurre a una cámara Polaroid, en cuyas fotografías va apuntando nombres o calificativos. Al llegar a su apartamento descubrimos cientos de etiquetas en sus objetos cotidianos y todo un plan de venganza. Además, los datos más importantes los ha ido tatuando sobre su propio cuerpo.


Efectivamente, Ghajini es la versión bollywood de Memento, la película de Christopher Nolan de 2000. Además, el film norteamericano no es el único que sirve de inspiración a A. R. Murugadoss, ya que también encontramos alguna otra escena en la que el homenaje resulta de todo menos discreto. 


No obstante, aunque este thriller indio bebe de unas fuentes evidentes, el paralelismo con la película de Nolan no va mucho más allá, ni en la historia ni en la forma de contarla. No podemos olvidar que Ghajini es una película de Bollywood (que a la vez es un remake de una peli tamil del mismo nombre) y aunque es de alabar las intenciones de sus creadores de hacer algo distinto, hay una serie de códigos indispensables que aquí tampoco se obvian. Salvo un largo y luminoso flashback, que nos muestra al protagonista antes de convertirse en esa especie de Frankenstein vengativo, la trama es bastante lineal. Aunque la banda sonora corre a cargo de A. R. Rahman, uno de los mejores compositores del país), los números musicales son bastante olvidables y, en algún caso, resultan incongruentes con el tono que busca la película (y eso, tratándose de Bollywood, donde es muy habitual meter showstoppers sin venir a cuento, ya es decir).


Da la impresión de que se quería hacer un thriller psicológico serio y que, por el camino, se fue moldeando para adaptarse a los gustos y las costumbres del público. Así, aunque no faltan las escenas de acción y una violencia bastante explícita, da la impresión de que se ha domesticado bastante y se ha suavizado, entre otras cosas, con un final que no pega ni con cola. 


En cuanto a las interpretaciones, Aamir Khan me parece un muy buen actor y es evidente el trabajo físico de preparación para el papel, totalmente distinto de sus roles habituales, pero lo veo bastante pasado de rosca. Pradeep Rawat, uno de los secundarios habituales del cine indio, está muy correcto en su papel de malvado. Lamentablemente, las intérpretes femeninas no ofrecen mucho más que una cara bonita, aunque la Kalpata de Asin Thottumkal, que repite el papel que también representó en la versión tamil, resulta entrañable y divertida.


Es una pena que los "homenajes" y la sobreactuación de Khan provoquen en algunos momentos una hilaridad que desvirtúa las intenciones y el tono oscuro de la película, que de otro modo podría haber sido más destacable. Aunque en su país gozó de gran aceptación, creo que para nosotros no pasa de algo anecdótico: un ejercicio que nos permite comparar cómo dos culturas muy distintas se enfrentan a la misma idea, desarrollando dos películas que se miran en un espejo deformante. Supongo que si no conociésemos Memento, la peli sería bastante más disfrutable. Aunque son más de tres horas de metraje, os invito a que le echéis un vistazo (aquí la tenéis completa con subtítulos en inglés), porque os puede resultar interesante.







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