lunes, 3 de febrero de 2014

Al encuentro de Mr. Banks: salvar a la señora Travers



Es curioso cómo nos traicionan las expectativas. Después de un fin de semana de lo más completo, con una larga sesión de grabación, gintonics y madrigales con mi coral, una traducción terminada e incluso un buen paseo bajo el sol por Madrid Río, pensaba ocupar la tarde del domingo con un poco de cine y la elegida fue Al encuentro de Mr. Banks con bastantes pocas esperanzas...


Qué queréis que os diga, a Tom Hanks le tengo un poco de manía, pero voy a tener que replanteármelo porque aquí está estupendo (por cierto, haciendo memoria creo que es la primera vez que escucho su verdadera voz en una película; ¿tendrá que ver?). Paul Giamatti es adorable y Emma Thompson es una dama de la interpretación, como siempre. A partir de aquí os aviso de que hay espoilers, aunque no sé muy bien en qué podría afectar al disfrute de la peli (si habéis visto el tráiler, ya sabéis todo lo que hay que saber, así que podéis seguir leyendo, jeje).


Es cierto que es un film para fans, y aunque no concibo a nadie que aún no conozca Mary Poppins, no basta con haber visto el clásico, hay que amarlo para que esta peli te llegue. Porque, queridos míos, te llega. Desde que suenan los primeros acordes y Colin Farrell comienza a recitar en off, ya estás perdido. Yo esperaba que fuera una cursilada y, como es de esperar, no es precisamente una película oscura. Es un ejercicio de nostalgia para el niño que llevamos dentro y una carta de amor al clásico del 64 con una postdata de agradecimiento a quien tanto luchó por hacerla posible. Pero creo que la película cuenta su historia y cumple su promesa sin caer demasiado en lo melodramático. Es verdad que algunas escenas del flashback terminan por resultar un poco reiterativas, pero son necesarias para subrayar las motivaciones de la protagonista y hacer que la comprendamos mejor.


No es una biografía ni es un documental, es una historia de redención en la que funciona un curioso y efectivo juego de espejos: Pamela Travers crea a Mary Poppins para salvar la memoria de su niñez, aunque en realidad Mary Poppins sea su tía, la mujer que fue capaz de poner orden en la familia Goff cuando todo se iba a pique. Al mismo tiempo, la escritora se ha convertido en Mr. Banks, ese personaje frío y malumorado, que ha perdido la sonrisa y que ha olvidado su niñez, aunque ella vea en él a su padre, al que también quiere salvar. Y esa sonrisa y esa niñez perdidas las recupera gracias a Walt Disney y todo el mundo fantástico que lo rodea, convirtiéndose así el magnate en otra "Mary Poppins" que es capaz de redimir tanto a Travers Goff como a su hija, salvándola a ella de la prisión de dolor en que se encuentra y a él de los errores que cometió en vida.


Es una película que trata también sobre el proceso de creación y adaptación. Y aunque no es desde luego su tema principal, resulta delicioso ver a los tres guionistas, que interactúan y se mueven alrededor de la escritora quizá como esos pingüinos animados que finalmente consiguieron integrar en la película. 

Por otro lado, es la propia película la que repite una y otra vez que la realidad necesita "un poco de azúcar" y no duda en endulzar una relación entre la autora y Disney que dudo que tuviera nada de cordial en la realidad. La imagen que se da del empresario es bastante magnánima y no estoy segura de que refleje lo sucedido con fidelidad, pero supongo que es lo esperable cuando es la propia compañía quien ha realizado el film. Si no recuerdo mal, aun después de estrenada, la escritora demostró su disconformidad con la adaptación, aunque en el film también se encargan de destacar que fue precisamente esta adaptación tan poco respetuosa (según ella) la que la salvó de sus estrecheces económicas.


En fin, da igual; supongo que habrá documentales que expliquen de forma fidedigna y desapasionada cómo se gestó el gran clásico. La película tiene muy claro qué quiere ser: una dramedia familiar para nostálgicos que nos devuelve a todos la sonrisa. Solo hay que recordar esa escena que funciona como punto de inflexión, donde vemos cómo los pies de la señora Travers comienzan a moverse al compás de "Let's Go Fly A Kite". Se nos escapa una lágrima, volvemos a ser niños y los rasgos de Emma Thompson empiezan a parecerse cada vez más a los de Julie Andrews...




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